Brújula: de la oscuridad a la luz. Entre la discapacidad visual y la intersexualidad.
Por Katia Marlene
- Historia redactada en base a audios de entrevistas realizadas por Laura Inter a Katia Marlene.
- Esta historia fue compartida exclusivamente con Brújula Intersexual, si quieres publicarla en otro lugar, por favor escríbenos para pedir autorización a la autora: brujulaintersexual@gmail.com

Última actualización realizada por Katia: 04/03/2022
Resulta extremadamente duro y doloroso recordar y contar estas experiencias, pero lo hago con el objetivo de crear conciencia y que ninguna niña o niño tenga que pasar por lo que yo pasé.
Nací el 10 de diciembre de 1980 en una clínica del IMSS de la Ciudad de México, cuando nací, le dijeron a mi mamá que había tenido una niña, pero notaron que tenía un pequeño “problemita”: nací con diferencias genitales o genitales “ambiguos”, le dijeron que en ese momento no podían atenderme, y dado que estaba sana, le recomendaron esperar unos cuantos años más a que yo estuviera un poquito más grande, y entonces regresáramos para que me hicieran estudios y me revisaran, pero que no había de que preocuparse, que era un “desperfecto” que podía arreglarse fácilmente con una “pequeña” cirugía.
Cuando tenía aproximadamente 1 año, mi abuelita se dio cuenta que tenía problemas de la vista. Sucede que me intentaban mostrar juguetes de colores llamativos para que yo reaccionara, y nada… o trataban de hacer chistosada y media para que yo reaccionara, y no, nada, todo esto dentro de la casa. En el patio de la casa, cuando había mucho sol, me mostraban los juguetes y sí reaccionaba, aunque fuera un poquito, pero descubrieron que dentro de la casa no, ni siquiera me movía cuando me intentaban enseñar diversos objetos.
Entonces, decidieron llevarme con un oftalmólogo, y en el Hospital de la Luz, fue donde me realizaron varios estudios y me diagnosticaron con retinosis pigmentaria.
Debido a mis diferencias genitales, mi mamá decidió no esperar más y me llevó con una doctora de su «confianza» que se encontraba en la colonia donde vivíamos en aquella época, quien me revisó y dijo que mi “problema” tenía que ser atendido inmediatamente. Nos ordenó enérgicamente ir al Hospital General de la Ciudad de México, y ahí, cuenta mi mamá, nos atendió la Dra. Benavides y su equipo de trabajo, quienes nos citaron varias veces para múltiples revisiones y estudios genéticos. Cuando al fin llegaron los resultados, le dijeron a mi mamá que no tenían la capacidad de atender esta clase de casos, así que me enviaron, mediante un pase, al Hospital de Nutrición y Ciencias Médicas que está en la zona de hospitales de Tlalpan.
En este hospital empezó toda la serie de tratamientos y cirugías, y me imagino que ahí tomaron la decisión de reasignarme al género masculino, porque pienso que ahí fue donde analizaron los resultados de los estudios del Hospital General. Hasta hace muy poco supe que mi variación intersexual es Insensibilidad a los andrógenos parcial, que quiere decir que mis cromosomas son XY y nací con gónadas internas con tejido testicular, pero mi cuerpo no procesa toda la testosterona que producían mis gónadas, por eso nací con diferencias genitales y mi cuerpo no se desarrolló como el de un hombre típico, sino que también desarrolló predominantemente características consideradas femeninas.
Así, durante los primeros 2 o 3 años de mi vida, viví como una niña sana, tranquila, feliz y libre de intervenciones quirúrgicas, y así me presentaron ante toda la familia, y después de haber llegado al Hospital de Nutrición y Ciencias Médicas, fue cuando decidieron reasignarme a niño – supongo que por los resultados del examen cromosómico (XY) –, y mi mamá también me contó que el médico le dijo que era mejor asignarme niño porque como niña en un futuro nadie me iba a aceptar como pareja, debido a mis diferencias y a que no podría tener hijos, y que como niño era más fácil que me aceptaran, y por esos absurdos prejuicios que crearon los médicos, mis padres accedieron al cambio de género. Por tanto, cambiaron prácticamente todo mi entorno, desde juguetes, ropa, su manera de tratarme y educarme.
Y aquí comenzó mi educación como niño, el proceso impuesto de mi experiencia como “chico trans” – como yo le llamo – hasta los 25 años que fue cuando decidí ponerle un alto a todo esto y ser la mujer que siempre fui. Siempre sentí que estaba mintiéndole a todo mundo, sentía que estaba representando un papel que no me correspondía en absoluto.
Entonces, me reasignaron como niño alrededor de los 2 o 3 años y comenzaron las cirugías, no he recuperado mi expediente médico completo, pero recuperé un resumen clínico donde menciona que me realizaron dos cirugías, la primera consistió en la extracción de mis gónadas internas, y posteriormente, una cirugía llamada colpectomía total que consiste en cerrar completamente el conducto vaginal.
Aproximadamente a los 6 años, que ya tenía un poco más de conciencia de lo que pasaba, comencé a notar que mi cuerpo no era como el de otros niños, recuerdo un día que estaba en el hospital internada y comencé a explorar mi cuerpo y a encontrar una serie de cicatrices de cirugías que no recordaba, particularmente en la zona genital y del abdomen, también noté puntos de sutura a lo largo de mis labios vaginales y la sonda para la orina que salía de la uretra, todo a consecuencia de la cirugía genital que me acababan de realizar… y fue cuando comencé a cuestionarme el por qué tenía un cuerpo diferente, cuál era el motivo de esas cicatrices y porqué me tenían sometida a tanto sufrimiento dentro de un hospital.
La primera experiencia que recuerdo dentro del hospital es estar dentro de una cuna en un lugar donde había otros niños – este lugar lleno de cunitas estaba asignado a bebés o niños muy pequeños, y estaba dentro de un área del hospital llamada “Unidad Metabólica Infantil” – recuerdo que tenía aproximadamente 5 años, y supongo que me ponían en esas cunitas por el problema de visión que tengo, mi cunita estaba junto a una ventana que daba al pasillo donde pasaban las enfermeras y los doctores, recuerdo que estaba llorando muy fuerte, gritándole a mi mamá para que fuera por mí, y un doctor que estaba cerca de la ventana me dijo en un tono muy grosero, mientras golpeaba el cristal: “¡aunque sigas gritando así tu mamá no va a venir por ti!”, al escucharlo tuve la sensación de que mis padres me habían abandonado en ese lugar, me sentía profundamente sola.
A partir de los 6 años recuerdo que me realizaron muchas cirugías genitales, que después supe eran para intentar hacer que orinara parada y por la punta de mi clítoris… lo cual nunca lograron. Recuerdo perfectamente la escena rutinaria de antes de entrar al quirófano, la cual me causaba una sensación horrible de miedo indescriptible. Primero me despertaban muy temprano para bañarme y canalizarme, es decir, insertarme la aguja del suero en mi brazo. Después, para trasladarme al quirófano, me acostaban envuelta en una sábana en una camita con ruedas, recuerdo perfectamente que durante el recorrido por los pasillos, veía pasar las lámparas de luz de neón blanca una tras otra, eso me causaba una sensación de mareo y nauseas. Entonces, antes de pasar al quirófano, llegaba a la antesala, que era donde me preparaban con material quirúrgico: un gorrito y unos calcetines como de sábana azul, y una sábana más delgadita encima. Recuerdo el frio que se sentía, era un lugar heladísimo, además del miedo de imaginar el terror que me esperaba dentro del quirófano. Una vez estando adentro del quirófano, de inmediato me cambiaban de la camilla a la plancha quirúrgica, veía como llegaban todas las enfermeras y médicos, preparaban el material quirúrgico, traían paquetes de gasas, conectaban cosas. Recuerdo que siempre trataba de preguntarles el porque me tenían ahí, y nadie me decía nada, todos eran indiferentes. Después me comenzaban a preparar, recuerdo perfectamente como me colocaban, lo que después supe, eran los electrodos del monitor de signos vitales en el pecho y un instrumento para medir el oxígeno en la sangre que tenía forma de pinza en uno de mis dedos de la mano. Arriba había unos reflectores con una luz muy brillante que me lastimaban la vista, y durante ese proceso siempre sentía un terror, un pánico impresionante, luego viene la mascarilla de la anestesia, donde te ponen a contar para atrás, como del 10 para atrás, y ya por el 3 o 4 se pierde uno totalmente.
Más tarde, cuando ya pasó todo aquel horroroso episodio, despertaba en sala de recuperación, siempre con una sensación terrible de dolor, de nauseas por todos los medicamentos de la anestesia, con mareos, sin saber que me habían hecho ni porqué… da miedo imaginar todo lo que pudo haber pasado en ese tiempo que estas bajo el efecto de la anestesia. Cuando despertaba de la anestesia imaginen la impresión al ser una niña pequeña… estar conectada al oxígeno, a una máquina automática que te toma la presión a cada rato, tener una aguja en el brazo con suero, mangueras y cables por todos lados, es horrible despertar así. Además de tener una sonda para la orina, que resultaba extremadamente molesta y dolorosa, con la que tenía que permanecer durante varios días después de la recuperación. Y así fue cada cirugía, experiencias realmente terribles, al menos las que puedo recordar.
Antes y después de las cirugías, también viví experiencias muy incómodas con infinidad de revisiones genitales que tuve que tolerar desde bebé hasta la edad adulta, en las que comúnmente “invitaban” a estudiantes de la facultad de medicina de la UNAM, y hasta me tocó conocer a médicos de otros países, a que vieran mi cuerpo, como si fuera un espectáculo, también resultaba incómodo que nunca cerraban la puerta del consultorio y entraban y salían enfermeras y médicos, quienes en ocasiones preguntan por morbo o curiosidad, se generaba mucho morbo entre los médicos. Todas estas experiencias eran extremadamente traumáticas y humillantes, me sentía exhibida y con miedo. A pesar de que padecí esto durante casi toda mi vida, nunca me pude acostumbrar, siempre sentía mucha inseguridad y desconfianza, me sentía muy vulnerable.
Una vez, antes de entrar al quirófano, recuerdo perfectamente que una persona preguntó a uno de los médicos: “y este paciente ¿para qué viene a cirugía?”, y recuerdo que el médico, haciendo un ademán de guardar silencio, respondió: “este paciente está en protocolo”. Y ahora, analizando las cosas, siento que nos ponen inmediatamente como en un protocolo de investigación, quizá donde nos comienzan a utilizar como material de experimentación.
Recuerdo que todos los médicos siempre se expresaban fríamente, así como si no existiera, como si mi cuerpo y el de otros pacientes fuera una tabla de madera o un bloque de plastilina, o de cualquier otro material que pueden utilizar para moldear de acuerdo con sus fines miserables y realizar sus experimentos. Todo lo hacen con una indiferencia total.
Sinceramente no se le deseo esto a nadie. Es terrible que tengamos que pasar por todo esto simplemente por un plan macabro que tienen los médicos de experimentación con nuestros cuerpos.
La primera serie de cirugías fueron aproximadamente de 1982 a 1990, sé que fueron varias, pero únicamente recuerdo con claridad 3, que ahora sé que fueron para intentar desaparecer los rasgos femeninos e intentar preparar la zona para intentar construir algo que pudiera parecer masculino, y que la orina saliera por la punta del clítoris y orinara parada, pero nunca lo lograron. Fueron experiencias llenas de incertidumbre para mí, nadie me explicaba nada, no importa cuánto les preguntara, además de que las cirugías fueron muy duras y dolorosas.
A la par de todo esto, a los 6 años, decidieron inscribirme en una escuela especial para niños ciegos y de baja visión en Coyoacán, donde estudié los primeros 3 años de primaria, y ahí me desarrollé como una persona de baja visión, ya que veía un poco, pero era suficiente para poder escribir en libretas convencionales y leer libros impresos con ayuda de lentes de ampliación de texto, y para estar corriendo por los patios, también me encantaba patinar por los pasillos de la escuela, eran unos pasillos enormes, ya que era un edificio grandísimo.
También decidieron llevarme al Hospital para Evitar la Ceguera en México, ahí me sometieron a toda clase de estudios para diagnosticar bien el tipo de retinosis pigmentaria que tengo, me metieron a toda clase de máquinas,me dilataban las pupilas con gotas que hacían que mis ojos me ardieran mucho, me lastimaron los ojos, usaron toda clase de lentes externos e intraoculares, cosas electrónicas bien raras, me pasaron por computadoras, por escáneres, me hacían tomar líquidos «marcadores» con un sabor muy desagradable, que después supe servían para analizar más a detalle la vascularización de mis retinas, me tomaron muestras de sangre… pasé por una infinidad de invasiones físicas y de situaciones para que pudieran tener una mayor claridad de mi diagnóstico.
Esa época fue muy triste, porque era cuando estaba viviendo esta primera serie de cirugías genitales en el hospital. Cada vez que tocaban vacaciones en la escuela era ir al hospital para alguna cirugía. En lugar de estar disfrutando las vacaciones con mi hermana y mis primitos, y jugar y descansar de la escuela tranquilamente… ¡pues no! ¡al hospital! inmediatamente saliendo de vacaciones. Me ponía muy triste cuando llegaban las vacaciones, porque ya sabía lo que me esperaba.
Después de esta serie de cirugías me dejaron descansar un poco entre 1990 y 1992, fue un gran alivio. Esto sucedió porque realizaron una remodelación y ampliación del hospital.
En 1992 comienza lo que yo llamo la segunda serie de cirugías, que fueron mucho más dolorosas y peligrosas. La primera fue para retirar las glándulas mamarias que comenzaban a desarrollarse, la cual, afortunadamente, tampoco salió como esperaban, porque no me coloqué bien las vendas y mis senos no desaparecieron por completo.
Unos años después, alrededor de 1996, como a los 15 años, recuerdo que me encantaba pasear en bicicleta, acababa de aprender a conducir… y recibí una terrible noticia en el hospital donde atendían mi problema de visión, hablaron seriamente conmigo y me dijeron que mi destino era perder completamente la vista, en un mediano o largo plazo, y que la retinosis pigmentaria no tiene una cura, no hay tratamiento para corregirla. Todos mis sueños se desmoronaron, yo quería estudiar para ser piloto en la Fuerza Aérea Mexicana, mi sueño más grande en la vida era ser piloto de avión en una aerolínea comercial, entonces ese sueño se vino abajo, además del temor de saber que perdería mi vista completamente.
Por ese tiempo, me canalizaron con una endocrinóloga, con quien pude obtener un poco más de información sobre mi situación, yo creo que ella tenía un poco más de conocimiento sobre mi diagnóstico, porque dijo que me podía recetar hormonas para desarrollar un poco más de características masculinas, pero que no me daba un pronóstico realmente favorable para esto porque yo era parcialmente insensible a las hormonas masculinas, pero de todos modos decidió recetarme las inyecciones de testosterona (Primoteston). Tal cual dijo la endocrinóloga, no sirvió de nada y no desarrollé las características “masculinas”, no me creció vello facial, ni se me engrosó la voz.
Cuando vivía como chico trataba de forzar un tono de voz grave para aparentar masculinidad, pero nunca me salía, y hasta me hacían burla en la escuela por eso. Al contrario, conforme crecía, más agudo se me hacía el tono de voz, además, me empezaron a crecer mis caderas, y cuando empezaron a crecerme más los senos, como que toda esa situación me empezó a llenar de confusión, no sabía que sucedía, todo parecía suceder exactamente al revés de lo que se esperaba para un chico.
Había un sentimiento en mi interior que no se ajustaba con el papel de chico que había venido intentando desempeñar. Veía los cambios que sucedían a mi cuerpo, además, pasaba el tiempo y no me hacía nada la testosterona, ni siquiera me crecía tantito vello, ni facial ni corporal en ninguna zona de mi cuerpo, solamente me ponía como eufórica, como en una actitud así con mucha ansiedad, como que quería acción, pero no sabía ni porqué, ni adonde, ni con quien, ni nada, además de que aumentaba mucho mi deseo sexual. Mi confusión comenzó a crecer aún más, yo todavía no conocía el término de persona “intersexual”, y nadie me daba información de qué era lo que me sucedía exactamente y porqué.
Sentía mucha confusión, no me sentía bien en el papel de chico, pero llevaba toda mi vida en los hospitales y los médicos hacían conmigo lo que querían, era como su títere, y no sabía cómo escapar de esta situación, ni siquiera creía que existía esa posibilidad. Cuando desde bebé entras en este “protocolo” médico, como que simplemente crees que así son las cosas y ya, te enseñan u obligan a aprender a callar y no cuestionar. Y sucedió así qué, en 2003, vino la última cirugía, fue por mucho la más dolorosa y la peor de todas – debido a que estuve inconsciente toda una semana en terapia intensiva con riesgo de perder la vida. Querían construirme un pene con un implante de tejido de mi brazo, yo soy música y toco varios instrumentos, así que les comenté que tomar tejido de mi brazo afectaría mi habilidad para tocar los instrumentos, y finalmente tomaron un gran trozo de tejido vascularizado de mi pierna, con lo que intentaron construirme un pene, afortunadamente mi cuerpo rechazó el implante por una deficiencia de irrigación sanguínea posterior a la implantación del tejido, por lo cual, decidieron retirar el implante de inmediato y reconstruir el área donde había sido puesto para que quedara como estaba antes de la cirugía. Sin embargo, la herida de la pierna no quería cicatrizar y tardó 3 años en sanar completamente, y tuve que estar en una silla de ruedas durante ese tiempo. Tanto mi zona genital como mi pierna quedaron muy dañadas después de esa cirugía, pero el peor daño fue a mi pierna, la cual tiene una cicatriz muy grande y profunda, parece una mordida de cocodrilo.
Cuando todavía me encontraba en silla de ruedas, fue cuando perdí la vista completamente, fue muy doloroso y triste. Cuando me recuperé y pude volver a caminar, asistí a un centro de rehabilitación que se llama Comité Pro-Ciegos, que está en la Ciudad de México, en la colonia Santa María la Rivera, ahí empecé a tomar rehabilitación, me empezaron a enseñar como utilizar el bastón de guía al salir a la calle y otras cosas. La escritura braille y todo lo demás, ya lo había aprendido desde que era pequeña en la primaria de niños ciegos y de baja visión, entonces ya tenía algunos pasos de la rehabilitación adelantados, así que seguimos con lo siguiente que son actividades de la vida diaria y me dieron un taller de repostería, donde aprendí a realizar diferentes cosas. Aprendí mucho en esa escuela, pero lo más importante fue que aprendí a desplazarme un poquito. No pude completar las clases de rehabilitación porque despidieron a la instructora encargada del área de orientación y movilidad, pero solita empecé a practicar, a salir usando el bastón de guía, y poco a poco comencé a independizarme y a desplazarme a diferentes lugares, más o menos tenía la idea de cómo hacerlo, porque como me dijeron que era segurísimo que perdería la vista por completo, entonces me empecé a adelantar un poquito en el tema de la rehabilitación. Me sirvió mucho lo que aprendí en el Comité Pro-Ciegos, pero finalmente es uno mismo quien tiene que ingeniárselas para encontrar técnicas seguras y adecuadas para desplazarse en la calle, dentro del transporte público y en todas partes, pero ya afortunadamente esa parte para mi está superada.
Sin embargo, nunca he terminado de aceptar mi ceguera, porque es una situación que nunca se acaba de aceptar por completo, pero sí la he superado bastante bien, he aprendido a desplazarme y a realizar mis actividades de la vida diaria, afortunadamente, he logrado una independencia total, ¡creo que esto es prueba superada! Pero aun así sigo con la esperanza del día que salga un tratamiento para corregir la retinosis pigmentaria.
Paso el tiempo y un día decidí pedir mi expediente médico, quería saber cual era mi diagnóstico y porqué había vivido toda esa tortura. Así que, en una de las consultas de rutina con uno de los médicos urólogos de consulta externa, pedí mi expediente y pregunté cual era mi diagnóstico, pareció incomodarle la pregunta, se levantó de mala gana, fue a traer una carpeta muy grande y llena de hojas y documentos, y estuvo hojeándola un rato, parecía no saber que decir. Finalmente me dijo que había nacido con genitales incompletos, que no eran como los de un niño “normal”, y que lo que habían tratado de hacer todos estos años era que parecieran “normales”, lo dijo con un tono grosero y sarcástico, como si me hiciera un favor al decirme. Cuando le pregunté sobre mi diagnóstico, lo único que dijo es que me habían diagnosticado con “Psedohermafroditismo tipo 1”. Tenía muchas preguntas, quise expresarlas, pero no quiso seguir escuchando ni darme más información, solo tomó el expediente de mala gana y fue a regresarlo al archivo, luego regresó y simplemente se despidió.
Había vivido como chico por muchos años, o más bien, tratando de cubrir ese papel o rol social, y la verdad es que nunca pude con ese papel, porque trataba de aparentar a cada momento ser alguien que no era, trataba de ocultar mis pechos y caderas con ropa holgada o de tela gruesa, fingían un tono de voz más grave – el cual nunca me salía – forzaba mucho mi voz, siempre me salía un tono raro y todo mundo se daba cuenta, incluso escuchaba que los demás decían entre dientes: “mira, está fingiendo la voz”, y yo me quedaba pensando: “¡Pues claro! ¡Qué más puedo hacer!”. Siempre estaba con los músculos de todo mi cuerpo tensos, la espalda encorvada, la cabeza inclinada hacia abajo, los brazos pegados al cuerpo, los puños apretados, me costaba trabajo hasta para saludar, era una tensión constante, una tensión física y emocional todo el tiempo, y una gran timidez, así me sentía siempre, todo el mundo se daba cuenta. Sentía como si tuviera que parecer de piedra, era horrible.
En la calle cuando las personas me trataban de ayudar en el transporte público o a cruzar una calle debido a mi discapacidad visual, siempre me decían: “amiga esto…”, “amiga el otro…”, “oye amiga, ¿te ayudamos? ¿a donde vas?”, y no sabía por qué me decían “amiga” si yo supuestamente era un chico, además, traía el cabello corto, no utilizaba accesorios femeninos, usaba ropa “masculina”, pero no sé… desde siempre algo se me notaba, supongo que no tenía la apariencia de un chico. Yo nunca decía nada ni intentaba corregirlos, pero si pensaba que era extraño, porque intentaba por todos los medios tener la apariencia más masculina posible, pero de todas maneras se daban cuenta y todos pensaban que era una chica… y eso me confundía todo el tiempo, no le encontraba explicación. En la escuela nunca pude tener amistades, cuando estaba en el papel de chico siempre me aislaba de todo mundo, me alejaba de otras personas, nunca me comunicaba, si alguien quería hablar conmigo lo evadía con cualquier pretexto, me metía a la biblioteca a leer libros de superación personal, y ahí me la pasaba la mayoría del tiempo de los recesos, tanto en la escuela, como en los centros de rehabilitación.
En cuanto a mi familia nuclear, la verdad es que en todas las ocasiones prefiero ni siquiera mencionarlos, porque jamás he recibido una muestra de cariño de parte de ellos, sin embargo, si algo le debo a mi hermana es que afortunadamente me ayudó a encontrar la primera acta de nacimiento que me tramitaron cuando me asignaron niña al nacer, la original, la tenían escondida y mi hermana fue quien la encontró. A partir de ahí pude tener un poco más de claridad, eso fue lo que afortunadamente me salvó la vida, me dio el banderazo de salida para tomar mi verdadera identidad, y tomar completamente el control de mi vida desde ese momento en adelante.
El encontrar mi acta de nacimiento original en la que había sido asignada niña, y el hecho de que la cirugía del implante para construirme un pene había fracasado, fueron las afortunadas señales que me dieron luz verde para definitivamente tomar el control de mi vida y poner un fin a toda esa siniestra locura de los médicos.
Lo más triste de toda esta situación es que todo el mundo sabía quién era yo, menos yo misma, todos los miembros de mi familia extendida, que tenían la edad suficiente, incluidos mis abuelos, sabían que yo había sido asignada niña desde el principio y que después me habían cambiado de identidad… yo fui la última que me enteré de todo esto.
Así, alrededor de 2005, tuve la fuerza suficiente para decir: “no, de aquí no soy”, el papel que trataba de desempeñar como chico no era el mío, y decidí tomar mi identidad original como mujer. Por fin dejé atrás el estar tratando de cubrir aquel hostil y monótono papel de chico, y me liberé de muchísimo peso, comencé a vivir más tranquila, más contenta y mucho más relajada. Aunque costó mucho trabajo porque mi mamá es una persona que está muy metida en grupos católicos, por lo tanto, es homofóbica, transfóbica y diversofóbica, aunque creo que en mi caso, en su interior, siempre supo que me estaban forzando – física y psicológicamente – a ser alguien que no era. Así que en el entorno donde vivimos, mi mamá fue la que tuvo que estarle dando explicaciones a todo el mundo con quien se encontraba, porque como anda súper metida en el tema de la iglesia, conocía a infinidad de personas aquí en la colonia, y se tuvo que dar a la engorrosa tarea de explicarle a todo el mundo la situación. Mientras tanto yo bien feliz, porque de ese momento en adelante comencé a vivir como Katia Marlene.
En esa época ya había perdido mi vista por completo, comencé a tomar clases en otros centros de rehabilitación, y me sentía más libre de socializar, de convivir más con las personas. La situación cambió totalmente, dio un giro total en ese sentido, mi existencia se iluminó por completo, llegó esa luz al final del túnel, me sentía feliz de poder comenzar a convivir con más personas, me cambió la vida por completo. Aunque aun sentía mucha pesadumbre y confusión por las experiencias que había vivido en los hospitales.
Si una parte de mi existencia ha estado completamente clara, ha sido mi orientación sexual, siempre supe que me atraían las chicas, es lo que tengo más claro en la vida, porque todo lo demás siempre fue como un mar de confusiones.
En 2010 comencé a buscar grupos de apoyo para lesbianas, así que asistí a varios de estos grupos, fueron experiencias muy importantes para mí. También conviví con muchas chicas de grupos de mujeres diversas, incluidos grupos de chicas bisexuales y chicas trans, encontré lindas amistades ahí durante mi largo recorrido en esta clase de grupos, acudiendo personalmente y a través de sus páginas de Facebook – por medio de una aplicación en mi teléfono llamada TalkBack, que utilizamos las personas ciegas – pero aún así me sentía con una sensación de vacío y soledad, derivado de un profundo miedo al rechazo, que en ese entonces no había asimilado conscientemente, esto hacía que limitara mi convivencia con las compañeras de esos grupos, vivía con el temor de que alguien llegara a descubrir mis características sexuales diversas y a cuestionarme, también tenía miedo de ser presa de comentarios discriminatorios.
Sentía que algo me faltaba, permanentemente me hacía las mismas preguntas de siempre, que daban vueltas en mi mente desde que vivía mi etapa como chico, y las mismas que siguieron persistiendo aun después de haberme liberado de la pesadísima armadura de vivir intentando aparentar ser el chico que no era solo por obligación, solo porque los médicos y mis padres así lo habían decidido sin importar siquiera un poquito lo que yo fuera a sentir o a pensar, esta clase de preguntas como: “Y si encuentras una novia ¿qué le vas a decir?” “¿qué explicación vas a dar si alguien pregunta del porqué de tantas cicatrices en tu cuerpo?” “Si una mujer decide ser tu pareja, ¿cómo vas a conseguir que te acepte con toda la serie de situaciones que has vivido a lo largo de una vida llena de operaciones que te dejaron el cuerpo con serios estragos y que jamás tuvieron un sentido ni explicación ni razón de ser?”. Esta clase de preguntas me habían atormentado sin descanso desde mi adolescencia hasta que tuve la maravillosa fortuna de llegar a Brújula Intersexual, donde la vida me cambió por completo dándole un giro total y la luz que mi vida necesitaba para iluminar mi camino.

Todo comenzó cuando se me prendió el foquito de que la situación con la que yo nací se llama intersexualidad, recordé que en un programa de televisión llamado “Diálogos en Confianza” trataron este tema superficialmente y me llegó como flashazo a la mente. Entonces tomé la firme decisión de encontrar un grupo de personas intersexuales, pensaba qué si en este mundo encontré cantidad de grupos de lesbianas, ¿por qué no habría de encontrar un grupo de personas intersexuales?
Sin más, tomé mi viejo teléfono de teclado y comencé a escribir en el buscador de Google: “grupos de ayuda para personas intersexuales”, y de inmediato me apareció como respuesta una página que se llama “Brújula Intersexual”, en el instante en que mi aplicación parlante (TalkBack) mencionó ese nombre, se adueñó de toda mi atención y en seguida di clic en el enlace de la página. Quedé impresionada al darme cuenta de estar dentro de un lugar donde había historias de personas que vivieron lo mismo que yo, y mucha más información sobre el tema, me sentí como cuando se encuentra un oasis de agua fresca en medio del desierto, y quedé prendida de Brújula desde ese primer momento.
La primera historia que leí fue la de Laura Inter, fundadora y coordinadora de Brújula Intersexual, y en seguida descubrí que la página también se encontraba en Facebook, en seguida y sin dudarlo le di clic al botoncito de “me gusta esta página” y comencé a leer las publicaciones que se encontraban recientes en ese momento, encontré el enlace de “enviar mensaje” y sin esperar mucho tiempo me encontré con la cálida y amable atención de Laura, a quien comencé a platicarle un poquito acerca de mi situación y de mi deseo de integrarme a un grupo de personas intersexuales, así que me invitó a asistir a dos conferencias que se encontraban próximas a esas fechas con motivo del día de la visibilidad intersexual. Me emocionaba el poder tener la maravillosa posibilidad de conocerla a ella personalmente y a otras chicas que forman parte de Brújula.
Fui a las conferencias, quedé impresionada y encantada de por primera vez en la vida encontrar un lugar donde podía identificarme plenamente con las personas y sus experiencias. Conocí personas muy lindas y maravillosas, me sentía muy emocionada de comenzar a convivir con personas como yo y conocer hermosas amistades, ejemplos de vida que me ayudaron a superar el dolor, la tristeza y la incertidumbre, y a cambiarlas por alegría y compañía.
La verdad toda mi vida le he echado muchas ganas a salir adelante, y a pesar de todo lo que me tocó vivir, he tenido mucha resiliencia, pero el llegar a ustedes con Brújula ha sido la medicina más maravillosa que me ha ayudado para tener toda esta fuerza de voluntad para salir adelante.
Contar esta historia fue como tratar de armar un rompecabezas de muchas piezas pequeñitas, así que tardé tiempo en ir armando todo con ayuda de Laura, y es un gusto enorme para mí el poder compartir esto con ustedes, y espero pueda ser de ayuda a otras personas. Lo que más me gustaría es que este testimonio ayude a que dejen de suceder esta clase de injusticias en el mundo.
Ahora mi vida se siente iluminada y rodeada de calidez y amabilidad, y en medio de un hermoso universo de muestras de afecto con infinito cariño sincero, ya no me siento sola ni con esa sensación de vacío como antes de tener la preciosa fortuna de llegar a Brújula Intersexual, y de contar con la preciosa amistad de Laura y de Mar Is – mis preciosos ángeles divinos aquí en la tierra – y de todas las personas de esta hermosa familia intersexual. Agradezco al universo que me haya traído a esta hermosa y bella familia, mi familia y mi mundo ahora.
Infinitas gracias a Laura y Mar Is, y a todas las chicas de Brújula, por fin me siento plenamente feliz y contenta, y con un gran deseo de en un futuro, espero cercano, ayudar a muchas personas intersexuales a sentirse mucho mejor, y con la plena certeza de que al igual que yo, no estamos solas en el mundo, ya que contamos con la orientación y el cálido abrigo de Brújula Intersexual.
Atentamente y con gran cariño. Su amiga sincera,
- Katia Marlene
Segunda parte de la historia de Katia: La historia de mi renacer: Resignificar la intersexualidad
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Hola Katia, gracias por contar tu historia, espero que tu vida siga adelante, con mucho amor y mucha salud.
Me pareció muy importante saber toda tu experiencia con los médicos; mis padres lo son y siempre que hablan de casos como el tuyo veo ese prejuicio, la curiosidad médica y dejan de lado la parte humana, personal.
Te de deseo lo mejor y de nuevo gracias por compartir.
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[…] Para constancia de lo mencionado en este texto, comparto una imagen que muestra una de las mutilaciones de las que he sido víctima dentro este protocolo médico iatrogénico y destructivo al que fui sometida durante prácticamente toda mi infancia, adolescencia y parte de mi juventud en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán de la zona de hospitales de Tlalpan, en la CDMX. La siguiente imagen expone la zona de mi pierna izquierda, de donde quitaron un gran trozo de tejido vascularizado que intentaron utilizar para construir algo parecido a un pene e injertarlo en mi zona genital, sin tomar en cuenta mi opinión, ni el hecho de que mi identidad siempre fue femenina. El injerto terminó siendo rechazado por mi cuerpo, porque realizaron mal el procedimiento al generar una deficiencia en la irrigación sanguínea que obligó a los cirujanos plásticos a retirar de inmediato aquel intento de implante. Todas las experiencias que viví en el hospital las explico en mi historia de vida que pueden consultar en este enlace. […]
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