SIGO DE TRAVESÍA EN BUSCA DE MÍ. Por Ananda Molina

SIGO DE TRAVESÍA EN BUSCA DE MÍ

Por Ananda Molina

* Esta historia fue compartida exclusivamente con Brújula Intersexual, si quieres publicarla en otro lugar, por favor escríbenos para pedir autorización a la autora: brujulaintersexual@gmail.com

Ananda
«María Luisa» 7 años, intentando ser buena chica.

Van a ser 100 años, ya es hora de romper el “bucle kármico” de intersexfobia interiorizada unida a la “miedofilia” familiar y social. Todo comenzó en un pueblecito riojano, mi abuela materna da a luz al que fue mi tío, un bebé con PAIS- Síndrome de insensibilidad a los andrógenos parcial-, le bautizan con un nombre masculino. Falleció de accidente laboral, en la década de los 80. En 1.953 nació mi hermano José con el mismo síndrome. Murió tres meses después. En mi clan familiar, el PAIS era, y en gran medida sigue siendo, un tabú del que no se habla, no existe…

Nací en 1.960 con PAIS. Esto ha marcado mi vida no tanto por el “síndrome” en sí mismo, sino por el comportamiento social devenido, esto unido a mis miedos, ignorancia, y falta de las herramientas psicoemocionales que ahora tengo y estoy dispuesta a utilizar.

El ginecólogo, al observar mis genitales ambiguos, el rafe unía el ano con la uretra, no había otros elementos externos, salvo un proyecto de ¿prepucio- clítoris?, dijo “es un niño, pero para hacerle la vida más fácil, lo inscribimos como niña”.

Fui presentada en sociedad como Mª Luisa y educada como tal. El que yo fuera un chicazo sólo me reportaba continuas reprimendas y castigos. Yo misma me reprochaba y afeaba mi manera de ser tan “anormal” ¿por poco común? Mi tío, el que tenía PAIS, y con quien compartí veintitantos años de vida, ponía especial empeño en inculcarme que mi expresión de género fuera femenina. Quiero creer que lo hacía porque él se vio obligado a expresarse en masculino y no le resultó fácil. Nunca dio pie a que habláramos del PAIS.

En 1974 – tengo 14 años- mi madre me dice que soy HERMAFRODITA – término inexacto porque sólo se puede aplicar a plantas y animales que son capaces de completar su ciclo reproductivo por ellos mismos – lo correcto en decir “persona con una variación intersexual”. Mi cabeza explota. ¿Qué? Por fin tengo algunas explicaciones a lo que siento que expreso y a lo que no me atrevo a expresar.

 A los 16 años acepto que me hagan un estudio médico y me dicen que, supuestamente, mi genotipo es XXY. Durante mi estancia en el hospital de más un mes, a mi habitación entraba mucho personal sanitario, que querían aprender sobre mi situación, lo que suponía enseñar mi genitalidad y aguantar los comentarios. El ginecólogo quiere ver lo que hay dentro de mi abdomen, me somete a una laparoscopia. Antes de anestesiarme me llevan a la sala de rayos X para hacerme una placa abdominal. Me pincharon en la tripa por encima del ombligo y hacia la izquierda, con una aguja de más de 15 cm de largo y un milímetro o más de calibre, la conectaron a una bombona de gas y abrieron la llave. Entendí como se sentían los muñecos que son hinchados en los dibujos animados, pero no tenía gracia porque al instante quedé paralizada del cuello para abajo. Me llevaron al quirófano y me anestesiaron, y sin pedir permiso a nadie – mi madre estaba en la puerta, esperando – me castra al extirparme las gónadas – seguramente testículos internos. La excusa que adujeron fue “que posiblemente acabarían siendo cancerígenos”.

Esta cirugía me quitó la fuerza física, y sobre todo la FUERZA DE VIDA.

Decido seguir reprimiendo lo que siento, lo que soy, intentando seguir los patrones de comportamiento femenino. Considerando el coitocentrismo como un dogma de fe. En 1978 entro al quirófano para que me hagan una vaginoplastia. Las cosas se complican. Después de tres años y cuatro operaciones, finalmente tengo una “vagina”. Ya está todo solucionado, ahora SOY UNA MUJER PLENA. Todo el mundo contento, hasta yo me lo creo.

La primera intervención es un fracaso. Durante el primer mes se repitieron las visitas del personal médico, a “aprender”. Tenía 18 años y los estudiantes de medicina, alrededor de veinte, eran invitados a ver mi cuerpo. Quería desaparecer. Sin embargo, un día, vino un grupo nuevo, se colocaron a los pies de la cama y levantaron las sabanas, y todos – menos uno – miraban, el que no miró, se acercó a la cabecera de la cama, me cogió de la mano y me dijo “tranquila”, consiguió sacarme por un momento de ese cúmulo de despropósitos. En ese momento no le di las gracias, pero lo hago ahora: “gracias, muchas gracias”.

Intentaron hacerme un injerto, pero no funcionó. Por orden del ginecólogo un mecánico dentista había fabricado una prótesis, rígida y tubular, con la resina que utilizan para las encías de las dentaduras postizas, de unos 20 centímetros de largo y 4 de diámetro, con un agujero transversal en su extremo inferior por el que pasaba unos hiladillos de algodón para después atándomelos en la cintura y mantener eso siempre dentro de la “vagina”, y así evitar que se cerrara la herida. La sufrí durante casi tres años, la zona autodonante de piel fue de mi muslo izquierdo. Siguiendo la Ley de Murphy, la herida se infectó y no cicatrizó como debería. Sumado a que, durante el mes de agosto, que eran vacaciones, no me cambiaron la cura, tuvieron que llevarme otra vez a quirófano y con anestesia general hacerme un apaño. Durante los seis meses que estuve ingresada, cuatro me tuvieron con la pierna izquierda atada a la piecera de la cama, con la orden de no doblarla y mantenerme todo el rato boca arriba. Los otros dos meses me dejaron sentarme en una silla de ruedas. Durante el sexto mes de ingreso, un día el médico vino y me dijo que me fuera y no volviera nunca más, ni a revisiones ni a curas. Ni la dirección del hospital ni las autoridades de Sanidad me dieron apoyo.

Meses después, unos amigos consiguieron que el equipo médico del Dr. Gómez en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid – a 400 km de mi casa – aceptaran tratarme. Tras dos operaciones, me dan el alta médica y me dijeron que dejara los estrógenos que tomaba desde los 16 años. Que descanso, las hormonas exógenas me sientan mal. Aquí también ven mi genotipo y me repiten que soy XXY.

A principios de este siglo se me hace un estudio genético completo de mi ADN, conclusión, “genotipo XY – hombre normal”. Otra vez mi cabeza explota, ¿hombre? Sin pene, sin testículos, ni escroto, sin vello corporal, ni facial, ni axilar, sin nuez, sin voz grave, con mínimos niveles de testosterona, y teniendo que usar una talla 100 de sujetador…

Pero no, por dentro lo que no me permito expresar, sigue. Busco ayuda y la encuentro. Elijo un nuevo nombre neutro para mí, ANANDA – Felicidad infinita -, encuentro una etiqueta que, aunque no me llena, me define al 80%. Soy una persona humana no binaria de género fluido.

Desde que empezaron a crecerme las mamas me las he querido quitar. Ahora ya no. Si pudiera volver atrás aceptaría que nací perfecta tal cual soy. Ahora no me permitiría volver a agredirme con ninguna intervención “normalizadora”. He acabado entendiendo que lo hacía para ser aceptada. Hoy en día, nadie merece más mi respeto que yo misme.

Según la OMS, alrededor de 77 millones de personas convivimos en este mundo con una variación intersexual, superamos a la población de Francia.

    Actualmente, en España es obligatorio inscribir en el censo a los bebes nacidos antes de las 72 horas después del parto, poniendo a los padres en la disyuntiva de decidir qué sexo binario asignar al ser obligatorio llenar esa casilla. No tendría mucha importancia, ya que a toda persona sé le asigna un sexo, el problema es que si la persona no se identifica con el sexo asignado, hay que entrar en una batalla legal muy compleja, y deberían dar facilidades para cambiar los documentos en caso de que la persona no se identifique con el sexo asignado.

Las cirugías “normalizadoras” médicamente innecesarias en bebés y niñxs intersex, que solo buscan generar una apariencia típicamente masculina o femenina, se siguen realizando en todo el mundo.

Hace falta que en el colectivo intersex unamos fuerzas para conseguir que historias como la mía, la de mi familia y muchas otras ya expresadas, se conviertan en un pasado a no repetir.

 Hoy en día, el ser una persona intersex no me produce ningún problema que no pueda resolver. Sin embargo, me encuentro con un muro difícil de franquear al solicitar ser reconocida como persona no binaria* y que mi identidad de género figure en mi documentación oficial. Pero esto es otra batalla.

*Las personas intersexuales, al igual que cualquier persona pueden identificarse con cualquier identidad de género: como hombres, mujeres o como personas no binarias.

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