Mi Cuerpo. Por Laura Inter

Mi Cuerpo

Por Laura Inter

Actualización: 1 de febrero de 2018

**Nota: soy mala para recordar fechas, e incluso cronología, así que puse la edad aproximada que tenía cuando ocurrieron algunos de estos acontecimientos.

cropped-orquideas.jpg

No sé cómo empezar esta historia, aún no comienzo a escribir y las lágrimas corren por mis mejillas, hay tanto que escribir acerca de mi cuerpo y yo, una relación turbulenta hemos tenido, del amor al del odio, a la aceptación, a la tolerancia, a la indiferencia, al amor, al rechazo, de vuelta al amor, y de vuelta al rechazo, y luego al amor otra vez.

Creía que tenía tanto que reprochar a mi cuerpo, le tenía tanto rencor, y ahora tengo tanto que agradecerle, juntos hemos conocido las más grandes desventuras y sufrimientos y también los más grandes placeres y aventuras… y la felicidad, la felicidad sin límite que solo gracias a ti, mi cuerpo, he tenido la posibilidad de experimentar, ¿recuerdas?, yo sé que sí, porque son cosas que ni la mente ni la piel olvidan jamás. Una serie de eventos que si tan solo uno fuera diferente, en este momento no estaría donde estoy, ni me sentiría como me siento.

Nací un día cualquiera, una mañana cualquiera. Mi madre me dice que al estar naciendo el médico le preguntó a mi padre, “¿qué cree que sea, niño o niña?” Y mi padre contestó amorosamente, “no importa lo que sea es bienvenido, lo importante es que esté sano y si no lo está también es bienvenido”. Al nacer el médico anunció que era una niña sana, unos instantes después, para sorpresa de mis padres, informaron que en realidad no estaban seguros si era un niño o una niña, presentaba diferencias genitales, lo que los médicos llaman “genitales ambiguos”, así que hicieron unos estudios de sangre llamados cariotipo, estos arrojaron como resultado que tenía cromosomas XX y se me asignó niña.

El primer recuerdo que tengo con mi cuerpo es caminando en el patio de nuestra casa, apenas comenzaba a aprender a caminar, mis pasos eran tambaleantes pero firmes, recuerdo que llevaba unos pequeños zapatos de tela y mamá sostenía mi mano; también recuerdo la sensación entre mis dedos de la barba de papá cuando me levantaba en sus brazos, y recuerdo mi triciclo, el cual imaginaba era un caballo.

También recuerdo que desde muy pequeña era una niña diferente, me gustaba disfrazarme de personajes “masculinos”: vaqueros, luchadores, superhéroes, vampiros, y ocasionalmente también de personajes “femeninos”: mariposas, hadas, etc. Me gustaba jugar con juguetes considerados de “niña” y de “niño” para mí solo eran juguetes y no había ninguna diferencia. En la escuela siempre tenía muchos amigos y generalmente era la niña más fuerte del salón de clases. Mis padres nunca me limitaron en ese sentido, me dejaban vestirme y jugar como quisiera, incluso jugaba a las muñecas con mi mamá y a los carritos con mi papá, y es extraño, porque aunque ambos eran personas conservadoras y, en cierto sentido, homofóbicas nunca me dijeron nada y me dejaron ser como quisiera, al menos cuando era pequeña.

Aparte de estos recuerdos felices, el que mi cuerpo fuera uno peculiar, me llevó a atravesar situaciones muy complicadas. Era un hermoso y pequeño cuerpo regordete, pero pronto los médicos detectaron en él lo que consideraron un defecto, era un cuerpo intersexual, con diferencias genitales, y más tarde detectaron que la causa era debido a que nací con Hiperplasia Suprarrenal Congénita (HSC) en su forma no perdedora de sal, que puede – o no – hacerte vulnerable a algunos problemas de salud, aunque hay que diferenciar esos posibles problemas de salud que puede producir la HSC – y que en algunos casos sí pueden necesitar algún tratamiento – de las características intersexuales en sí mismas, en este caso las diferencias hormonales y genitales, que en ningún caso pueden ser consideradas una patología ni un problema de salud, mucho menos tratadas como si lo fueran. A grandes rasgos la HSC se da cuando las glándulas suprarrenales producen menos cortisol del que el cuerpo necesita, el cortisol además de influir en el crecimiento (estatura) y en la salud y curación del cuerpo, también regula los niveles de testosterona en la sangre.

Es frecuente que los médicos digan que las diferencias genitales, o como ellos les llaman “genitales ambiguos”, son una “malformación”, pero las formas genitales dependen de los niveles testosterona durante la gestación. Todos los fetos, tengan cromosomas XX o XY, en algún momento de la gestación tienen las mismas formas genitales. Cuando un feto es expuesto a niveles considerados “bajos” de testosterona se queda con formas genitales típicamente femeninas; en cambio, si el feto es expuesto a niveles considerados “altos” de testosterona sus genitales irán tomando —por decirlo de alguna manera— apariencia masculina. Cuando este proceso se quedan en un estado intermedio, los médicos dicen que los bebés nacen con “genitales ambiguos”, así que nada se ha formado mal, no es una malformación porque es parte de un proceso natural que depende de los niveles de testosterona, simplemente eso.

Así, debido a esta falta de cortisol en mi cuerpo, me recetaron tomar un medicamento llamado Meticorten (una forma de cortisol) y eso fue todo. Hasta este día me siento agradecida de que los doctores, en ese momento, no ofrecieran a mis padres la opción de la cirugía genital. Es posible que no lo hicieran debido a que nací en un hospital privado, y probablemente este aún no estaba al tanto de los protocolos médicos que se siguen cuando un bebé nace con diferencias genitales, protocolos que hasta el día de hoy incluyen cirugías genitales “normalizadoras” y otros “tratamientos” medicamente innecesarios, que frecuentemente se realizan en la infancia y tienen por objetivo que las formas genitales tengan una apariencia típicamente femenina o masculina, estas cirugías realizadas en la infancia comúnmente tienen consecuencias detrimentales en la salud física y mental de las personas.

Sé que el Meticorten le ayudó a mi cuerpo a alcanzar la estatura que tengo de un metro con sesenta centímetros, de no haberlo tomado mi estatura hubiera sido más reducida, aunque no estoy de acuerdo con lo que recientemente descubrí: que me aumentaron y disminuyeron la dosis a lo largo de mi infancia únicamente basándose en si mis genitales se estaban “virilizando” o no, es decir en el tamaño del clítoris (ya que el cortisol regula los niveles de testosterona en la sangre, lo que puede provocar que durante el crecimiento el tamaño del clítoris aumente o disminuya en función de los niveles de testosterona), y no basándose únicamente en mi estado de salud. Ahora sé que en varias ocasiones al aumentar la dosis de medicamento pudieron haberme causado síndrome de Cushing (que es cuando el cuerpo se ve expuesto a niveles más altos de cortisol de lo que el cuerpo necesita).

Así, mi cuerpo me llevó a atravesar por exámenes de sangre dos veces al año, en los que cuando era bebé sacaban sangre de la planta de mi pequeño pie, hasta cuatro tubos de sangre, mi madre dice que yo gritaba tan fuerte y me resistía, y que muchas veces ella lloraba conmigo, así que las enfermeras la hacían esperar por mi afuera hasta que terminaban de sacarme sangre, una vez que los resultados de los exámenes de sangre llegaban, me realizaban una radiografía de mi mano (para ver si estaba creciendo como debía) y me llevaban con el endocrinólogo, quien me realizaba un examen físico, en el que tocaba mis genitales y revisaba como me iba desarrollando, y como comenté, dependiendo del tamaño de mi clítoris disminuía la dosis de cortisol o la aumentaba.

Así, con el tiempo, aprendí a disociarme de mi cuerpo, era algo muy fuerte para mi ir a esas revisiones, y si no me hubiera disociado de él, no hubiera podido atravesar por ellas, me hubiera quebrantado, para mí era muy difícil estar ahí, desnudarme frente al médico y que este me tocara, mi madre estaba presente, y aunque me daba seguridad que estuviese ahí, también me causaba conflicto que consintiera las revisiones, siempre sentí que no estaban bien, me daba miedo y me hacían sentir indefensa y vulnerable. El médico hablaba de enfermedad, hipertrofia, extraño, inusual, corrección, anormalidad, virilización, mientras me tocaba…yo era muy pequeña para entender todo, pero con el tiempo esas revisiones, esas palabras me fueron lastimando, y mis ojos de niña pronto fueron perdiendo brillo, y me fui haciendo cada vez más reservada y un poco más triste. Siempre me sucedía que un día antes de ir a los exámenes de sangre y/o a las revisiones, me sentía muy mal, y ese malestar me duraba hasta un día después cuando, como todo niño, dejaba atrás las experiencias negativas y volvía a los juegos, los amigos y las actividades del día a día… de alguna manera bloqueaba la experiencia.

También recuerdo, que mi cuerpo, frecuentemente enfermaba, me hacía pasar fiebres, dolores, decían que la pastilla (Meticorten) que me daban a diario me curaría, pero no era así, esa pastilla me ocasionaba algunos efectos secundarios, como mucha sed, mareo, alucinaciones – luces de colores-, entre otros. Aun con todo mi cuerpo era fuerte, resistía, y con el tiempo se fortaleció más y más y cada vez las fiebres y enfermedades fueron menos frecuentes, y al dejar la medicina, a los 14 años todo esto cesó, sé que el Meticorten me ayudó a crecer y alcanzar la estatura que tengo ahora, así que con excepción de lo que comenté antes no estoy en total desacuerdo en que se me haya tratado con él, pero no así con las revisiones, que en realidad me afectaron mucho.

Era una niña muy inteligente, consiente de los demás, no me gustaba ver sufrir a nadie, ni humanos, ni animales no-humanos, frecuentemente me sentía deprimida, los médicos, sus revisiones y palabras, las fiebres, las enfermedades, la situación en mi casa tampoco ayudaba. Mi padre era bueno conmigo cuando era pequeña, pero con mi madre era una persona violenta, yo fui testigo de mucha de esa violencia, veía como mi madre lloraba, intentando ocultar sus lágrimas con una sonrisa, y no quería verla sufrir más con mis depresiones, así que desde pequeña aprendí a poner una sonrisa ante todo, a ocultar mis emociones y a ser reservada con mis sentimientos, muchas veces servía, e incluso de tanto pretender, en realidad me sentía feliz.

Así que eran muchos los factores que influían en mi estado de ánimo, supongo que como cualquier persona, aunque a diferencia de cualquier persona, siempre sentí que algo no estaba bien conmigo, las palabras dañan, el lenguaje importa, y los médicos deberían ser más conscientes a la hora de hablar sobre los cuerpos de sus pacientes, sobre todo de los más pequeños.

Así pasaron los primeros años de mi vida, un poco deprimida, un poco inadecuada, pero la relación con mi cuerpo, aunque algo disociada, aún no estaba rota del todo.

A los 7 años fue mi primer beso, en la primaria tenía una amiga que era como yo, jugaba con juguetes de “niño” y de “niña”, recuerdo que también contaba con más fuerza física al igual que yo, y su físico era algo peculiar tenía una apariencia que algunas personas podrían considerar masculina, era muy linda; me gustaba y no le veía nada de malo al hecho de que siendo niña me gustara otra niña, ¿por qué habría de tener algo de malo? Así que un día ella con su suéter cubrió nuestras cabezas y me dio un beso en la boca, sentí tanta ternura y cariño, me sentí tan feliz, que llegando a mi casa fui muy contenta a decirle a mi mamá lo que me había sucedido, pero cuando vi su cara de sorpresa y desilusión me preocupé, ¿había hecho algo malo? ¿Por qué? Pronto me di cuenta que no estaba “bien” que las niñas se besaran con otras niñas, y esa situación que me había hecho tan feliz, ahora me hacía sentir avergonzada.

Poco después, a los 8 años, fue la primera vez que tuve un atisbo acerca de lo que estaba “mal” con mi cuerpo, le comente a mi amiga – la niña que me besó – sobre cuando iba al doctor y me revisaba y tocaba “ahí abajo”, a lo que ella me dijo que nunca la había visto un doctor “ahí abajo” y que creía que eso estaba mal, entre en shock, ¿Qué no era algo que todos los niñxs pasaban? Llevaban viendo y tocando mis genitales dos veces por año durante 8 años ¿para qué? ¿Por qué? Si estaba mal, ¿por qué mi mamá lo permitía? Muchas interrogantes pasaron por mente de niña. Recuerdo sentirme sucia, mal, mala persona, todo era mi culpa… la culpa de mi cuerpo, sí, todo era su culpa, algo estaba mal con él, y yo no quería tener nada que ver con eso… ahí comencé a alejarme de mi cuerpo… de mi misma… me sentía profundamente sola.

Nunca le comenté a mi mamá de esto, no sé por qué, tal vez para evitarle una pena más.

A los 9 años, nos cambiamos de residencia, mi madre no quiso que le avisara a mi amiga sobre el cambio, yo la quería mucho, pero no le pude avisar, nunca la volví a ver, a pesar de mis intentos años más tarde de encontrarla en internet, después de todo fue mi primer amor, y ahora viendo en retrospectiva varias situaciones me hacen creer que tal vez también contaba con un cuerpo intersexual, nunca lo sabré.

Siguieron las visitas al endocrinólogo y las revisiones genitales hasta aproximadamente los 12 años de edad, un par de años más tarde, el endocrinólogo dijo que ya no eran necesarios los exámenes de sangre ni tomar más el Meticorten.

Intenté dejar atrás esas revisiones, los exámenes de sangre, las palabras que escuché, los recuerdos de mi primer amor con aquella niña en la infancia, todo lo dejé atrás en un cajón bajo llave en lo más oscuro de mis memorias, todo bloqueado. Yo era una niña con un cuerpo “normal” a la que le gustaban los chicos, sí, eso era yo, no más hospitales, no más doctores, tenía que ser la niña que todos esperaban, que mis padres esperaban… No duró mucho tiempo.

A los 14 años la situación en mi hogar empeoro, la violencia fue escalando, y me choco con fuerza en la cara, ya no era solo una espectadora de las agresiones y pleitos de mis padres, ahora tenía más edad y tomaba partido defendiendo a mi madre, entonces la violencia de mi padre se dirigió también hacia mí, y mi cuerpo lo recuerda bien, recibió golpes, humillaciones, más palabras denigrantes… ahora de mi padre, a quien aún con todo yo quería, a quien veía como protector, ahora me trataba así, fue muy duro.

Aproximadamente a esa misma edad descubrí algo sobre sobre mi cuerpo que me hizo sentir repulsión hacia mí misma, ahora me siento avergonzada de haber sentido eso de mi querido cuerpo, pero en ese entonces no hubiera podido pensar en el de otra manera. En la escuela secundaria pusieron dos dibujos, uno de los genitales masculinos y otro de los femeninos, no me parecía a ninguno, “¡estoy deforme!” pensé con angustia, no podía ser, ¿porque yo? Ya me había explicado mi madre como funcionaba la sexualidad [heterosexual por supuesto] pero yo no había querido ver exactamente como eran mis genitales, no sé si por desinterés, o por la disociación con mi cuerpo que había practicado por tantos años para poder sobrellevar las experiencias que viví con el doctor. Llegando a mi casa tomé un espejo y al verme me angustié, era tan diferente… no podía “funcionar” ni como hombre ni como mujer en la sexualidad, me deprimí enormemente, nadie me había hablado de eso… ahora todo tenía sentido, las revisiones, las palabras del endocrinólogo, ¿quién iba a querer un cuerpo como el mío? ¿Quién? En ese entonces tanto mi padre como mi madre trabajaban todo el día, así que llegando a mi casa me puse a llorar como nunca, lloré y lloré, por varios días lloraba al llegar a casa, hasta que sentí que no podía llorar más, estaba seca, sentía una profunda tristeza pero ya no podía llorar. Siempre fui alguien que ocultaba sus emociones de los demás. Pensé en el suicidio y varias formas de poder llevarlo a cabo.

Pero en ese entonces no tuve mucho tiempo para seguir sintiendo lástima por mí misma y seguir llorando y en mis depresiones, la violencia en mi casa que seguía escalando consumía toda mi atención y energías, no había tiempo para sufrir, tenía que sobrevivir, ayudar a mi mamá para poder salir de esa situación.

A mis 15 años, por fin mis padres se separaron, un gran peso se quitó de nuestros hombros, más de los míos, por un tiempo no le hablé a mi padre a pesar de sus intentos. Aunque era una persona que no podía controlar sus emociones, en verdad me quería, así que poco a poco le fui perdonando, entendiendo su forma de ser y fuimos recuperando la relación y nos llevábamos bien, su problema era que simplemente no podía tolerar vivir con otras personas.

Alrededor de los 16 años, habiendo recuperado un poco de tranquilidad en mi vida y con muchas dudas por resolver, aproveché un día que me encontraba sola en mi casa y busqué mi expediente médico, al encontrarlo leí por primera vez “pseudo-hermafroditismo femenino” e “hiperplasia suprarrenal congénita”, la verdad es que aunque no conocía esos términos, no me sorprendió encontrar esas palabras, busqué por horas en internet, solo me topé con información médica, que decía que en caso de genitales ambiguos lo mejor era la cirugía temprana, y así, la persona llevaría una vida “normal” –lo que sea que eso signifique.

Hasta ese momento, mi sexualidad estaba “dormida” era inexistente, nunca me había explorado (más que cuando me vi con un espejo a los 14 años), ni tocado, mi sexualidad estaba totalmente reprimida, no quería saber nada de mi cuerpo, ¡nada!. Pero comenzaba a notar que además de sentirme atraída por los chicos, también comencé a cuestionarme acerca de si me gustaban las chicas, creo que inconscientemente pensaba que una chica podría aceptar mi cuerpo más fácilmente. Debido a que mi cuerpo no podía ser penetrado como decían en las clases de sexualidad, comencé a generar miedo a los chicos, y a intentar generar más interés en las chicas, lo cual hacía que sintiera una gran culpa, desde pequeña escuché de mis padres de vez en cuando usar lenguaje homofóbico, y esta situación me causaba gran preocupación.

Así que quería modificar mi cuerpo, quería que fuera como todos los demás, no me agradaba, no me agradaba nada. Cuestioné a mi madre de las cirugías, me dijo que el médico nunca le comentó sobre ellas, regrese a los hospitales a los 16 años, revisaron muchos ojos mi cuerpo desnudo, me humillaron, me dijeron que nunca podría tener una vida normal ni sexualidad satisfactoria, que ni siquiera podía tener sexo, que mi cuerpo no era adecuado para la sexualidad, que tenía una hipertrofia del clítoris, que mis conductos vaginal y uretra estaban unidos, y que nunca podría experimentar la sexualidad con un cuerpo así, que además tendría infecciones a causa de mi formas genitales (lo cual nunca sucedió), me hicieron preguntas incómodas, criticaron el vello de mis brazos y piernas, invitaron a otros doctores a ver mi cuerpo desnudo, confirmaron mis miedos, hablaron de vaginoplastia, de reducción del clítoris, de hormonas, de diversas técnicas y procedimientos, de 10 tamaños de dilatadores que debería introducir en mi cuerpo para “tener relaciones sexuales con mi esposo cuando me casara”, y yo permití que todo esto pasara, creía que lo permitía…me sentía paralizada, un mero objeto… tenía miedo. Concluyeron que la “solución” a todos mis males era una cirugía, y un tratamiento hormonal, que no me podría quedar así con mi cuerpo como era.

En una de las revisiones sufrí la experiencia más humillante que he tenido en mi vida. Era una doctora, hizo esperar a mi madre afuera del consultorio porque dijo que quería hablar primero conmigo. Mi madre accedió pensando que después le hablarían para estar presente en la revisión. La doctora me hizo preguntas, algunas de las cuales me incomodaron mucho: “¿te sientes bien siendo mujer? ¿Alguna vez te has sentido hombre? ¿Por qué no te arreglas más? ¿Por qué no te maquillas? ¿Eres lesbiana? ¿Has tenido relaciones sexuales?” A continuación me dijo que tenía que revisar mis genitales. Yo me sentía mal y quería que mi madre estuviera presente, pero también quería que todo terminara rápido, tenía miedo y me sentía vulnerable como cuando era niña, no dije nada. Al revisar mis genitales, la doctora dijo que no encontraba sus guantes, y me pidió que yo le fuera mostrando mis genitales con mis manos según sus instrucciones: “toca ahí…”, “estira tú clítoris…”, me sentía totalmente humillada. Mientras esto sucedía, la doctora dijo que mis genitales no eran “aptos para tener relaciones sexuales”, que me tenían que “realizar cirugías”. Otra cosa que me incomodó fue que en el consultorio había en un principio cinco doctores, uno de ellos me preguntó si me molestaba que estuvieran ahí, a lo que le respondí que sí, y cuatro salieron, pero uno se quedó ahí viéndome y tomando notas a pesar de mi negativa. Después de que revisaron mis genitales, la doctora me dijo que necesitaba que me desnudara totalmente, la verdad es que quería decir no, pero me sentía indefensa y vulnerable, y estaba acostumbrada a obedecer las instrucciones de los médicos desde pequeña, así que accedí – por mucho tiempo me recriminé a mí misma el haber accedido a tanta humillación. Ella revisó mi cuerpo y me dijo que el tratamiento con cortisol (Meticorten) había hecho que acumulara grasa y que me salieran algunas estrías, que debía cuidarme más, que además yo tenía más vello corporal del “normal” y tendría que tomar hormonas (estrógenos) para “solucionarlo”, en su mirada percibía desprecio. Al escucharla y ver sus expresiones comencé a llorar y entonces me dijo que me vistiera. Al salir del consultorio fingí que todo estaba bien con mi mamá, solo quería irme a casa y por mucho tiempo no quise comentar la experiencia con nadie. Cuando al fin comenté la experiencia con mi madre, ella quiso poner una queja, pero al final no lo hicimos. Ya no regresamos a ese hospital.

Fue en ese momento cuando comencé a odiar a mi cuerpo.

Regresé a mi casa investigué sobre los procedimientos que me propusieron, me asusté, eran brutales. Odié más a mi cuerpo, no podía deshacerme de él tan fácilmente, era tan complicado, lo odiaba, pero al mismo tiempo lo amaba, habíamos pasado por tanto juntos, solo mi cuerpo sabía lo que habíamos sufrido, solo él, no quería hacerle sufrir algo tan terrible. Pensaba recurrentemente en el suicidio, ya no quería que nos dañaran más.

Nuevamente puse todo en un cajón de la memoria, decidiéndome a estar sola el resto de mi vida, no era tan malo ¿o sí?

Más tarde, en mi búsqueda interminable por respuestas, encontré sitios web dirigidos por activistas intersexuales, estaban en inglés y con un diccionario en mano, comencé a investigar en los foros sobre HSC, hice algunas preguntas, pregunté sobre cuerpos como el mío, en un mensaje en los foros de una página llamada Bodies Like Ours (Cuerpos como los Nuestros) les conté que creía que “no podía tener relaciones sexuales” ya que no podía tener penetración heterosexual (era una idea que venía de los médicos y que yo había creído); una de las cosas que dijeron es que la sexualidad tenía muchas formas, que no todo era penetración, que quien se enamorara de mí se iba a enamorar de mi como persona y no de mis genitales, los cuales, además, no tenían nada de malo, recuerdo que quien me contestó fue Betsy Driver, más tarde me enteré que es una importante activista intersexual de EUA, e incluso tuve la oportunidad de conocerla en persona, fue una gran experiencia. Lo que me contestó me ayudó enormemente, esa pequeña respuesta cambió mi vida y abrió mi mente. Escuché por primera vez la palabra intersexual y comencé a devorar todo lo que encontraba del tema, aquí empecé a valorar mi cuerpo, gracias a la información producida por los activistas intersexuales, que de alguna manera salvaron mi vida. Pensé que mi cuerpo y yo, ya habíamos pasado por mucho juntos, no era momento de odios y rencores, al menos yo no lo iba a lastimar más, esa era mi intención.

Algunas personas tienen intenciones positivas al decir algunas cosas, pero me costaba mucho trabajo soportar los comentarios de mis familiares y otras personas, que me preguntaban cosas como: ¿Cuándo te vas a casar? ¿Por qué no tienes novio? ¿Por qué no te arreglas más? ¿Por qué no te maquillas?, depílate, maquíllate, peínate de esta manera, a los hombres no les gustan las mujeres así desarregladas, si sigues así te quedarás sola, etc., etc.

Así, me aventuré a salir con algunos chicos, pero no fue algo que me agradara mucho, aunque me gustaban, me sentía sumamente insegura y vulnerable, y debido al machismo que existe en México, y a que mi cuerpo intersexual era incapaz de involucrarse en la “principal” práctica sexual heterosexual: la penetración. Por tanto, sentía mucho miedo, y el miedo se convirtió en rechazo a los hombres, simplemente me era extremadamente complicado estar con un hombre sabiendo que este esperaba de mí cosas en la sexualidad para las que mi cuerpo no estaba hecho, así que cortaba con ellos rápidamente, antes de que la relación avanzara a algo más íntimo.

Tiempo después, tuve mi primera novia, me sorprendió no ser rechazada, que aceptara mis diferencias, al contarle sobre mi cuerpo lloró conmigo… pero la sexualidad era algo tan ajeno para mí, tan distante, tan otro, algo que no estaba hecho para mí, fingía, y al final ambas nos distanciamos.

Unos años, cuando salía con otra chica, decidí decirle a mi madre sobre ella, para mi sorpresa lloró y me pidió perdón por todos los comentarios homofóbicos que había hecho, me dijo que me quería como fuera, y que me apoyaría en mis decisiones, decirle me quitó un peso de encima, desde ese día no volvió a decir un comentario homofóbico, y si lo decía se acordaba y se disculpaba.

Así pasó el tiempo, salía con algunas personas, solo citas, la mayoría fallidas, tuve pocas parejas y siempre con las mismas dificultades, simplemente sentía que la sexualidad no era para mí, me parecía algo demasiado ajeno y hasta incómodo. No funcionó. Esa lejanía que sentía hacia la sexualidad, hacía que me alejara de las personas, comencé a creer que era asexual, pero un día después de reflexionarlo, me di cuenta que cuando mi pareja tocaba mis genitales sentía algo muy peculiar, como un rechazo, y pronto observé que esa sensación era la misma que había sentido cuando me tocaban los doctores, aparte estaba disociada de mi cuerpo. Tanto esa sensación como la disociación, eran algo que había practicado por años, eran viejos hábitos, y no sabía cómo romperlos.

Además siempre acababa estando con personas que de una u otra manera me trataban mal, me engañaban o simplemente me humillaban de diversas formas, aprovechando muchas veces lo que me hacía más vulnerable, pero yo me resignaba a todo, a fin de cuentas tenía el “privilegio” de que me “aceptaran” con mis diferencias ¿no es así?

También sufrí rechazos, y aunque ya no odiaba mi cuerpo, aún lo rechazaba de alguna manera, y algunas personas llegaron a decir cosas muy hirientes refiriéndose a cuerpos como el mío. Alguna vez, a una persona que quería mucho, antes de que tuvieramos intimidad le conté que había leído sobre la existencia de los cuerpos intersexuales, le describí un cuerpo como el mío y dijo: “¡qué asco”, me alejé, nunca entendió ni supo el porqué, me buscó durante mucho tiempo, pero no quise volverle a hablar, me sentía muy herida. En otra ocasión otra persona se alejó de mí al darse cuenta de mis diferencias, más tarde volvió a buscarme y dijo que lo había pensado y que estaba bien, que me “aceptaba”, pero ya no quise volver a verle.

Unos años más tarde me enteré que un familiar cercano, a quien quiero mucho, tiene una enfermedad crónica incurable, y poco después muere mi padre en un horrible accidente, cuando por fin llevábamos una relación sana, algo sumamente doloroso, en ese momento recuerdo que tenía pareja, y al pedirle tiempo para superar todos estos eventos y organizar todo en mi vida, se alejó de mí diciendo que yo era una persona egoísta por pedirle eso, cuando más necesitaba que alguien estuviera a mi lado… perdí mucho en muy poco tiempo, sentía que estaba rota, que no podía más, pero de alguna manera tuve la fuerza para arreglar todo sola.

Ya había decidido permanecer sola, ya no quería tener pareja ¿para qué? Solo hacían mi vida complicada, aún más complicada, además estaba cansada de dar explicaciones, del miedo al rechazo, de que las personas se aprovecharan de mis vulnerabilidades, creía que me era imposible amar y ser amada profundamente, que mi cuerpo y yo habíamos pasado por tanto juntos, y que simplemente estaba muy dañada para estar con alguien.

Un par de años después, conocí a una chica a quien decidí decirle sobre mi desde el principio, pensaba que si me iba a rechazar que lo hiciera de una vez, para mi sorpresa se alegró, no estaba acostumbrada a que las personas se alegraran y celebraran mis diferencias, fue alguien que me ayudó mucho y fundó conmigo el proyecto Brújula Intersexual y me ayudó a recuperar algo de autoestima, me hizo darme cuenta que nuestras diferencias también pueden ser atractivas, que no tenemos que conformarnos con aceptación y una palmada en la espalda, fue una relación con muchas altas y bajas, con momentos difíciles, y demás, pero no me atrevería a decir nada malo de ella, al final le estoy sumamente agradecida, ella fue la puerta para que más tarde en mi vida descubriera que una felicidad plena es posible.

A través del proyecto conocí a muchas personas como yo, con historias muy duras también, quienes vivieron situaciones igual de complejas o peores que yo, de estudiar tanto el tema comencé a ver la belleza de la intersexualidad, cada persona que conocía me parecía tan bella, tanto física como emocionalmente, habían pasado por tanto, tanta humillación, tanto sufrimiento, rechazo, etc… Y aun así tenían tanto que dar, eso fue sumamente inspirador. Conocí a algunas personas intersexuales, que después de tantos tropiezos con parejas que les humillaron o denigraron de alguna manera, que se aprovecharon de sus vulnerabilidades, habían sabido levantarse y encontrado a personas que les amaban como eran, no que “aceptaban” sus diferencias, no que las “toleraban”, si no que las celebraban, eso fue revelador para mí.

Muchas veces, cuando eres diferente aprendes a conformarte con que alguien te acepte y quiera estar contigo, y aceptas cualquier humillación o maltrato con tal de no estar solo, de sentir que alguien está ahí a tu lado, pero esto no debe ser así, es frecuente que nos involucremos en relaciones abusivas con personas que se aprovechan de nuestras vulnerabilidades, es frecuente que pensemos que nadie nos va a querer como somos. Pero eso es un error, no te tienes que conformar, ni esperar que alguien te “acepte”, ni aguantar estar con alguien abusivo solo porque te “acepta”, en mi trabajo en el proyecto Brújula Intersexual, he visto que a muchas personas les parecen atractivas nuestras diferencias y las celebran (yo incluida), y no por morbo o perversión, simplemente porque son bellas, no tienen nada de malo, existen personas con características femeninas que son atractivas, personas con características masculinas que son atractivas y también personas con características intersexuales que son atractivas.

Así como he conocido a personas intersexuales, que se involucran en relaciones abusivas, también conozco a parejas de personas intersexuales que están felices y se sienten afortunadas de estar al lado de alguien como nosotrxs, con un cuerpo como el de nosotrxs, tan peculiar, tan único, tan bello… que incluso dicen que si se separan de su pareja intersexual, buscarían a otra persona igual, porque así como se enamoraron de su corazón, también quedaron encantadas de sus cuerpos y diferencias, y las celebran. Las celebran porque la diversidad es asombrosa, es bella, es genial.

Debo decir que en mi vida he pasado pocos momentos felices, muy pocos realmente, mi vida es muy complicada, y lo que puse aquí solo son algunas de las situaciones complicadas que pasé, – muchas situaciones o personas no es pertinente que las mencione en este momento – así que se reconocer esos momentos felices y los aprovecho al máximo, porque nada dura para siempre, y hay que disfrutar los momentos bellos que llegan a nuestras vidas, que son los que nos ayudarán más tarde al enfrentar dificultades… leí una vez “la vida a veces te da un caramelo” y cuando te lo dé disfrútalo al máximo, mantente presente y no pienses en el pasado o futuro.

Ahora, habiendo dicho todo esto, después de tantos reclamos que hice a mi cuerpo, después de odiarlo, de querer destruirlo, de querer destruirnos, de noches llorando, de desilusiones, de insultos, de humillaciones, de sufrimiento, me veo en la necesidad de pedir perdón a mi cuerpo, a mí misma. Querido cuerpo, en verdad discúlpame, no sabía el gran potencial que tenías ni los momentos felices que traerías a mi vida, ahora sí puedo decirte que casi todo lo más bello de mi vida lo tengo gracias a ti, gracias a ti conocí a personas que me ayudaron a construir este proyecto de Brújula Intersexual, gracias a ti conocí a muchas personas inspiradoras que tienen cuerpos intersexuales como yo, gracias a ti y a todos los sufrimientos que pasamos, ahora puedo valorar las pequeñas y grandes alegrías y victorias, y personas, y circunstancias.

Gracias a ti, he sido capaz de ayudar a algunas personas, porque sé de donde vienen y entiendo sus sufrimientos, y esas personas me han ayudado a mí por la misma razón, saben de dónde vengo y entienden mis sufrimientos y traumas; surgieron instituciones, amigos, aliados, activistas, todos apoyándome para poder seguir apoyando, y eso es algo que no hubiera podido hacer si no hubieras estado conmigo, mi cuerpo, te quiero… y te voy a cuidar lo mejor que pueda.

Ser intersexual es lo más hermoso que me ha pasado, y ahora sé que todo eso que viví me preparó para valorar y disfrutar los momentos que ahora llegan a mi vida, cada persona intersexual que he conocido, me ha llegado al corazón, me da lecciones de fortaleza y esperanza, verdaderas lecciones de vida, y les estoy agradecida a cada uno de ustedes, porque son mi inspiración y fortaleza, ustedes saben quiénes son.

A las personas intersexuales quiero decirles que, cuando tu mismx tienes un cuerpo intersexual, puede ser que no veas lo bello que es tu cuerpo por todo lo que has vivido y escuchado de otras personas, puede ser que no veas tu fortaleza porque tú mismx te sientes tan vulnerable que piensas que tus rodillas fallarán y te desmoronarás ante cualquier situación, puede ser que no veas lo bondadosx que eres, porque tú mismx te culpes, puede ser que no seas consciente de tu potencial porque toda tu vida te han dicho que no puedes, que no eres adecuado. Pero al estar frente a frente con otra persona intersexual, es más fácil apreciar su belleza –tú belleza -, la belleza que tiene el ser diferente, diverso. Puedes ver como más allá de que la adversidad le haya destruido, la adversidad le ha impulsado a salir adelante, a levantarse una y otra y otra, y otra vez más. Y puedes ver como eso se refleja en tu propia vida, y como esa persona es ahora un reflejo de ti mismx.

Ahora entiendo la dicha que irradian las parejas de personas intersexuales que he conocido, hace poco viví los mejores días de mi vida al lado de mi pareja, una persona intersexual, me enseño [nos enseñamos] a ser feliz plenamente, eso si nunca lo había sentido, son muy pocos los momentos felices que he tenido en mi vida, y nunca había conocido la felicidad plena hasta ahora, fue algo abrumador, maravilloso, sanador y transformador. Es una persona que lejos de haberse amargado por las dificultades que se le presentaron en la vida, tiene una gran bondad y una conciencia plena de los que le rodean lo cual me alienta a seguir adelante. El cuerpo intersexual es algo tan hermoso, un reflejo de la diversidad, y de la belleza en todos los sentidos, cuando vi por primera vez su cuerpo me maraville, pensé, como es posible que alguien pueda ser rechazado y sufrir tantas humillaciones por algo tan bello, algo tan perfecto, es el cuerpo más hermoso que he visto en mi vida. Y la sexualidad es increíble, y más tomando en cuenta los traumas que venimos arrastrando. Deberían de dejar en paz los cuerpos intersexuales, y celebrarlos, lo único que está permitido hacer con un cuerpo intersexual es celebrarlo, solo eso. El ser consciente de esto, me está ayudando a mí a poco a poco verme reflejada, y a cambiar mi punto de vista sobre mi cuerpo, es difícil, no lo niego, nos han lastimado mucho, nos han dicho muchas cosas malas en nuestra vida, lo sé, pero para nada es algo que no se pueda lograr, si se puede, y es maravilloso estar en ese camino. Genuinamente siento que estoy sanando, y por fin me siento como nunca en mi vida: feliz. Y si yo puedo, tú puedes.

A veces tanto te ha golpeado la vida, que tú crees que así funciona todo para ti y comienzas a golpearte tú también, pero es el momento de decir ¡basta ya! Y abrirte a otras oportunidades, permitirte ser feliz, no conformarte con cualquiera, porque tú no eres cualquiera, no conformarte con quien “te acepte” sino con quien le gustes así, con quien celebre tus diferencias, porque son hermosas; y no solo hablo de parejas, también con los amigos, familiares, no tienes que soportar personas que te “acepten” o “toleren”, mucho menos que te humillen y te traten mal, no tienes nada de malo, eres hermosx, tu cuerpo y tus diferencias son hermosas y atractivas, quédate con quien te quiera así tal cual eres y sepa apreciar tu belleza, y quien no lo vea, no merece estar contigo. El camino empieza cuando dejas de conformarte con lo que te llega y comienzas a pensar en lo que realmente quieres, ¿Qué tipos de personas quieres a tu lado? O ¿Qué tipo de vida quieres para ti? Mereces ser feliz, ya has pasado por mucho, cuida y consiente ese hermoso cuerpo que tienes, y date la oportunidad de vivir la aventura que es la vida y ser feliz.

4 comentarios

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.