Buscándome…. Por BEA IS (persona intersexual)

Buscándome….

Por BEA IS

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*Historia actualizada el 23/03/2020

*Esta historia fue compartida exclusivamente con Brújula Intersexual, si quieres publicarla en otro lugar, por favor escríbenos para pedir autorización a la autora: brujulaintersexual@gmail.com

Jackeline
BEA IS

Antes de comenzar, aclaro que no recuerdo fechas específicas, así que pondré la edad que tenía en cada memoria que comparta.

Compartir estas memorias es como ingresar a las profundas aguas del mar, aguas frías y turbias, un lugar al que a nadie le gustaría ingresar.

Desde el momento en que pasó por mi mente la oportunidad de compartir con ustedes parte de mi historia, siempre existió un rechazo ya que retornar a ella era sentir un dolor profundo, el cual no quería experimentar nuevamente, ahora estoy decidida a hacerlo ya que después de leer tantas historias de otras personas como yo, soy consciente de la vital importancia que estas tienen para todos y cada uno de los lectores, sobre todo para otras personas intersexuales que estén pasando por una experiencia similar a la mía.

No tengo muchos recuerdos de mi infancia, solo una que otra foto: instantes de vida y felicidad capturados en un papel que plasman la idea de una familia unida, feliz, prospera, donde todos con una sonrisa muestran su alegría.

Aun casi ni empecé a escribir, pero ya siento como las lágrimas rodean mis mejillas, todas las memorias se me vienen a la mente a modo cargamontón, intentare ordenarlas.

Nací en Perú hace más de 20 años, no sé exactamente qué sucedió al momento de mi nacimiento, solo sé que me asignaron niña y nunca nadie me habló de que mi cuerpo era diferente al de otras niñas, las pocas veces que ese tema se tocó fueron momentos bastantes incomodos donde mi mamá no sabía que responder, ya que estaba desprovista de la información adecuada para orientarme, fue algo que fui descubriendo poco a poco.

Cómo les decía, de mi infancia no recuerdo nada más que las pocas fotos que poseo de aquel entonces, sin embargo, puedo visualizar mi niñez, me recuerdo jugando en la arena blanca bajo un caluroso sol de desierto, recogiendo caracoles y tiza, recuerdo que siempre fui una niña bastante sola, tenía muy pocas amistades, normalmente niñas del vecindario. Me recuerdo jugando a las barbies como también a las canicas, tenía una velocidad tremenda al correr y bastante fuerza que usualmente usaba contra mis hermanas cuando querían que regresara a casa después de jugar en la calle y yo me oponía.

De niña nunca fui muy femenina respecto a mi cuidado físico, no me importaba como me veía, solo quería jugar. Era bastante inquieta en el colegio, no me gustaba usar uniforme, así que iba con la ropa que quería, era algo extrovertida, dominante y retadora. La casi ausencia de un padre, y la intermitente presencia de mi madre – con quien vivía y quien trabaja duramente para mantener a sus tres hijas – creo que fue el factor que hizo que fuera bastante independiente con lo que quería y hacía.

Fue una de las tantas noches de mi niñez, en la que comencé a tener otro tipo de sensaciones. Sucedió alrededor de los 9 años, sentía cosas que nunca había percibido, me agradaban cada vez más las niñas, y desperté curiosidad por la sexualidad, secretamente comencé a experimentar que mi cuerpo me regalaba placer, no sabía porque, solo desperté a un mundo totalmente nuevo, un mundo por explorar.

Ciertas cosas que me pasaron, las cuales sumaron a descubrir cada vez más esto nuevo para mí, así, me di cuenta qué me gustaban las niñas, y luego, a los 10 años recuerdo que también me gustó un chico, pero todo ello era una ilusión, el clásico amor de niñez con las maripositas en el estómago. Sabía que me gustaban las niñas, pero lo veía como malo, lo escondía o por lo menos eso trataba.

Hasta esa edad, para mi todo era normal, creo que mi mundo se vino abajo cuando inicie el secundario, tenía 11 años.

Era otra atmósfera, cambié totalmente mí carácter, me volví una chica bastante tímida, callada, me sentía tonta, ni siquiera era buena alumna. Considero que esta parte del ámbito estudiantil fue una etapa que me marco bastante. Comencé a notar varios cambios en mi cuerpo, el cual se notaba muy diferente al de mis compañeras. Tenía que usar el maldito uniforme de falda, a esa edad desarrolle una cantidad considerable de vellos en las piernas y rostro, era mi infierno, sentía que no tenía escapatoria, mi cuerpo no se desarrollaba como el de las demás chicas, no desarrollé pechos ni cadera, sabía que algo estaba “mal” en mí, que algo me pasaba. Mientras mis compañeras modelaban sus uniformes recortados, yo solo atinaba a cubrirme lo más que podía, sentía que me veía ridícula… no podía hacer nada más que enfrentar cada día, cada año… me enfrentaba a las burlas del resto de mis compañeros y compañeras, en su mayoría varones.

Además, no me llegó la menstruación, algo que me parecía extraño porque a la mayoría de mis compañeras sí, año tras año la esperaba a pesar de lo dolorosa que decían que era, pero nunca llego.

Caminaba agachando la mirada, no quería ni siquiera que me vieran. En esa época, cada día para mí fue una tortura, lo bueno fue que no repetí ningún año del secundario, no quería alargar mi dolor.

Cada día al salir del colegio iba directo a casa y me encerraba, no quería salir, descuidé tanto de mi apariencia física que cuando asistí a un grupo parroquial para hacer mi primera comunión por insistencia de mi familia, nadie se quería sentar a mi lado, todos se iban y me miraban despreciablemente, no quise volver más.

El rechazo de las personas me lastimaba, me hería internamente haciéndome sentir terriblemente mal.

Fueron momentos bastantes dolorosos en los que encontré un vicio como refugio: las cabinas de internet,  al principio perdía el tiempo todos los días, solo quería que acabara el día, me sentía sola y desprotegida, sin nadie a quien acudir, sin ayuda, sin saber ¿que era?, ¿quién era?, y ¿por qué me sucedían todos esos cambios en mi cuerpo que yo no podía entender?, llegue a odiarme, a querer suicidarme, a golpearme, me volví rebelde, odiaba el mundo, me corría de las personas, las evitaba, vivía inmersa en mi mundo, desconectada de la realidad.

A los 16 años, ya habiendo terminado la secundaria y aun dentro de mi mundo, se me ocurrió buscar en la web a otras personas que fueran como yo; entró en mí el pensamiento de que debían existir más personas como yo, y como nunca fui asistida por un médico respecto a mi desarrollo físico – además de que tenía fobia a que otras personas intentaran mirar mi cuerpo – no sabía cómo buscar ayuda ni dónde. Entonces empecé buscando en internet ciertas características físicas propias, y recopile un puñado de información desordenada e inservible, y me dije: no es posible que todos estos diagnósticos los tenga yo, y abandone la búsqueda.

A esta edad, estaba totalmente convencida de que mi cuerpo era inusualmente extraño, ya que en clases podíamos ver las formas usuales de los genitales, cuerpos, y los cambios físicos en hombres y mujeres, particularmente yo no sentía que encajaba en ninguno de los dos sexos.

Así, a los 18 años me conecté con el mundo real. Y lo llamo así porque en aquel mundo anterior me veía a mi sufriendo, luchando contra mis propios demonios, además sola… sin nadie, no veía más de mi vida que solo eso, que mi larga penitencia por ser como soy y por el dolor que dejaron en mí todas aquellas burlas de todas esas personas.

Cuando desperté a la vida y dejé de verme solo a mí, vi a mi madre luchando, luchando por salir adelante, luchando con mi rebeldía, y luchando sola, y sentí un gran dolor por haberla dejado sola tanto tiempo.

Desperté a un mundo nuevo, consiente que tenía que ayudar a mi madre y a mi familia, inicié con mi cuidado personal, eso hizo que me dieran ganas de salir de mi casa y me inscribí en un grupo parroquial para mi confirmación. Fue una etapa vital, ya que encontré mucha calidez y aceptación, algo que no había experimentado antes.

Comencé a estudiar y empecé a trabajar para una compañía, en todo ese tiempo mi autoestima recobro fuerza, empodere mi persona, la vida era un reto para mí y tenía planes a futuro, hasta ahí no había encontrado nada que me ayudara con mi gran pregunta, ¿por qué soy tan diferente a las otras mujeres? ¿soy hombre o mujer? ¡¡¿qué era yo?!!

Ocasionalmente, pasaba por burlas relacionadas a mis diferencias físicas, burlas que me lastimaban, que abrían las heridas anteriores, pero trataba de no darle importancia, siempre caminaba con una sonrisa, me sentía bien, pero trataba de no tocar el tema del amor porque para mí ello no existía, no me veía con ninguna pareja, nunca con un hombre, tampoco con una mujer. Planee una vida donde solo estaba yo y mi familia, pero siempre me preguntaba ¿que soy yo?

A los 22 años decidí iniciar una carrera universitaria en Argentina, y deseaba tanto irme con la tranquilidad de un aspecto físico más normalizado, para ello pacte una serie de citas en una clínica de depilación láser, mi fin era eliminar esos tormentosos vellos en mi rostro y piernas, sentía qué al deshacerme de estos, me sentiría más libre, más normal. Los resultados fueron penosos ya que no pude eliminarlos, pero lo peor fue que me provocaron quemaduras graves en el rostro, quede internada en cuidados intensivos con tratamiento endovenoso, mi recuperación fue lenta pero buena, no podía exponerme ni al mínimo rayo del sol y tenía una serie de medicamentos que consumir, fue una etapa bastante difícil para mi familia que llevaba el dolor junto a mí, actualmente aún me aplico cremas para mejorar las zonas dañadas, que ahora representan el recuerdo de una innecesaria necesidad de sentirme “normal”.

A los 23 años viajé a Buenos Aires, Argentina para iniciar mis estudios universitarios. Sin pensarlo, este sería uno de los primeros grandes cambios en mi vida. Comenzando porque, debido a este repentino viaje y a una crisis en mi salud, sentí y valoré aún más la presencia de mi familia en mi vida. Incluso, pude apreciar el cariño de mi padre, que hasta ese momento nunca había sentido, quien me ayudó buscando apoyo para mi llegada a la Argentina, pero, sobre todo, tuvo un pequeño detalle que provocó un gran cambio en mí: justo en el último minuto antes de mi partida, me obsequió un libro titulado “El significado de ser joven” del orador mexicano Miguel Ángel Cornejo. Verdaderamente había creído que la intermitente presencia de mi padre no había sumado a mi vida, sin embargo, me equivoque; me heredó su amor por la lectura, entre otras cosas. Esto para mi es un hecho muy importante, ya que ha influenciado en mi hasta el día de hoy, y estoy muy agradecida por ello.

Ya estando en Buenos Aires, seguía sin olvidar mi gran pregunta. Seguí buscando hasta que encontré a un grupo de personas que tenían ciertas características similares a las mías, me contacté con la administradora del grupo y le conté sobre mí, me dijo que lo que yo tenía era diferente al diagnóstico que les habían dado a otras personas en el grupo. Me dijo que debía asistir a un médico para saber lo que me sucedía, lo cual hasta ese entonces evitaba.

En ese entonces ya había descubierto muchos nombres de varios diagnósticos asociados a las variaciones en las características sexuales, seguí buscando, hasta que la administradora de un grupo de personas con síndrome de Mayer-Rokitansky-Küster-Hauser (MRKH) se interesó en mi búsqueda y empatizo conmigo, también me sugirió ir al médico, pero me nombró las especialidades y los exámenes a realizar y comencé a investigar sobre ello, fue de gran ayuda.

Una tarde, recuerdo que encontré una página en la que encontré un lindo cuento llamado: “Pipo y Pepo”, la información que tenían era muy relacionada a lo que venía buscando, así que me contacte vía email con ellos, fue una larga espera, pero valió la pena, GrApSIA fue la asociación con la que me logre contactar. La primera persona con la que pude platicar se llama Brenda, quien ahora es una gran amiga, me brindó su apoyo y comprensión y así formé parte del grupo, en donde compartían información sobre su condición o variación intersexual, llamada: “síndrome de insensibilidad a los andrógenos (SIA)”, la cual fui comprendiendo, aunque no evidenciaba similitud con mi vivencia, así fue que gracias a una integrante del grupo conocí a Brújula Intersexual.

El conocer a las personas que promueven Brújula Intersexual, podría decir que fue como encontrarme conmigo misma. Finalmente, a los 24 años, logre encontrarme con el reflejo que tanto anhelaba. Fue y aun es tan satisfactorio el verme cara a cara conmigo misma a través del encuentro con esas personas, y la emoción que me embargaba es indescriptible. Les confieso que es maravilloso el poder conocer a alguien que vive lo mismo en carne propia, el sentirme acompañada y saber que no estoy sola es una gran satisfacción. En poco tiempo se formó un estrecho lazo de amistad y podría decir de hermandad, al fin sentí que esta auto búsqueda empezó a tomar sentido.

A cada persona con quien hablé en el transcurso de mi búsqueda le agradezco infinitamente, ya que fue un escalón más hacia lo que tanto anhelaba, conocer a personas como yo. Cuando pude conocerles y entablar una plática, aunque haya sido solo por llamada de voz, fue grandioso para mí, tenía tanto que preguntar, ¡¡¡era mi oportunidad!!! porque me sentía más cerca de las personas que en verdad me entenderían, las que vivieron en carne propia todo lo que yo viví, y quizás mucho más.

Gracias a Ariel, un  gran amigo que forma parte de GrApSIA, fue que me contacte con una médica uróloga con quien inicié estudios médicos en un hospital de Argentina, lo cual fue un gran reto, ya que yo temía que los doctores vieran mi cuerpo, sin embargo, era el único medio para obtener la respuesta que tanto deseaba, y así pude saber que la causa de mis diferencias físicas era que nací con Hiperplasia Suprarrenal Congénita (HSC) en su forma no perdedora de sal. La HSC, entre otras cosas, causa que los niveles de testosterona aumenten, lo que causa que las niñas nazcan con diferencias genitales, y que, por ejemplo, en la adolescencia a algunas no nos crezcan pechos, no nos llegue la menstruación o nos crezca más vello corporal del considerado “normal” para una mujer, etc.

Luego de ser diagnosticada con Hiperplasia Suprarrenal Congénita, los médicos argentinos me ofrecieron un tratamiento “estético” que incluía cirugías genitales (reducción del clítoris y vaginoplastia) y un tratamiento hormonal, por lo tanto, decidí buscar otra opinión médica, y fue así qué gracias a la colaboración de un médico mexicano aliado a Brújula Intersexual pude saber que había otras opciones, incluyendo el conservar mi cuerpo intacto. Así, pude comparar las dos propuestas médicas y elegir lo mejor para mi salud física y psicológica, y después de evaluarlo, decidí rechazar el someterme al tratamiento tanto hormonal como quirúrgico, ya que a través del tiempo había ido aceptando y amando a mi cuerpo tal cual es, y, lo más importante, he ido enamorándome de mi misma. Además, en cuanto a mi salud, me encuentro muy bien, aunque sé que debo realizarme estudios cada cierto tiempo para ver que todo esté en orden.

Actualmente me siento satisfecha de poder conectarme con otras personas intersexuales, y a la vez poder compartir con ellas nuestras experiencias. Tomé confianza y seguridad en mí, cada vez soy más sociable, y en el aspecto sentimental pude establecer una relación de pareja con una mayor autoestima y valoración propia, pude explicarle de manera tranquila y natural mi vivencia y las características de mi cuerpo sin miedos ni nerviosismos. Así pude romper el paradigma que tuve por muchos años de que nadie me lograría amar como soy.

He aprendido que la vida es una constante lucha, y lo más valioso que tenemos es nuestro ahora, en familia, en pareja, con quien te acompañe y te guíe a bien, lo único que importa es que vivas cada momento como único.

El mundo puede ser muy oscuro o muy luminoso, sos vos quien le pone color.

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