Por qué necesitamos ver más cuerpxs intersex erotizadxs, o lo que reconocerme como persona intersex me enseñó acerca de mi cuerpo | Por Macarena Muru (Argentina)

Por qué necesitamos ver más cuerpxs intersex erotizadxs, o lo que reconocerme como persona intersex me enseñó acerca de mi cuerpo

Por Macarena Muru (Argentina) | Integrante de Potencia Intersex

* Esta historia fue compartida exclusivamente con Brújula Intersexual, si quieres publicarla en otro lugar, por favor escríbenos para pedir autorización a la autora: brujulaintersexual@gmail.com

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Crédito de la imagen: Tina Maria Elena Bak (Instagram/@tinamariaelena)

A veces me cuesta acostumbrarme a que cuando hablo de intersexualidad en espacios feministas o de activismos de género, casi nadie sepa de qué estoy hablando; en cierta forma, me sorprende. Pero después, pienso que no sé por qué me sorprende, si hasta hace dos años yo tampoco tenía muy en claro qué era la intersexualidad, y mucho menos me daba cuenta de que esa palabra estaba de alguna manera relacionada conmigo.

En algún momento previo a eso creía que las personas intersex eran únicamente aquellas cuyos genitales eran “distintos”, y creía que eso no necesariamente tenía que ver conmigo, ya que mi apariencia exterior puede ser leída dentro de una corporalidad femenina “normal”, típica o hegemónica. Pero hace más o menos dos años que, gracias a algunos seminarios que cursé en la facu y a lecturas solitarias en internet que iban de hipervínculo en hipervínculo, descubrí que la intersexualidad era una categoría amplia que incluía distintas variaciones. La intersexualidad puede ser definida como un concepto que engloba un amplio espectro de situaciones en las que el cuerpo sexuado de una persona varía de manera congénita (es decir, desde su nacimiento) respecto del modelo corporal ‘masculino/femenino’ hegemónico. Estas variaciones pueden manifestarse a nivel de los cromosomas, las gónadas, los genitales y/u otras características corporales (INADI, 2016). Según la ONU, entre un 0,05% y un 1,7% de la población mundial nace con rasgos intersex; este último porcentaje es similar al número de personas pelirrojas en el mundo.

Reconocerme como persona intersex me tomó tanto tiempo, pese a conocer acerca de mi variación desde los 15 años, debido a tres razones, las cuales suelen ser compartidas dentro de la comunidad intersex: la vergüenza, el secreto y la aparente soledad en que transitamos nuestras vivencias.

Reconstruyendo mi autobiografía erótica, sexual y médica

A los catorce años le pedí a mi mamá que me acompañara a la ginecóloga. Todas mis compañeras de colegio ya habían tenido su primera menstruación, y la mía todavía no llegaba, lo que me causaba ansiedad y en algún sentido me hacía experimentar una sensación de no pertenencia. Esa primera consulta derivó en varias otras, las cuales resultaron en una intervención quirúrgica en la que me dijeron que extrajeron mis ovarios y mi útero que, según la médica, estaban “malformados” y tenían un alto riesgo de volverse cancerígenos. Mucha información se me ocultó a lo largo de ese proceso, como el hecho de que mis “ovarios” estaban en realidad formados por tejido testicular; que mi grupo cromosómico era XY46 (los grupos considerados “normales” son XX para las hembras y XY para los machos); que en la operación que me practicaron a los 2 meses de edad, en la que supuestamente me extrajeron hernias inguinales, en realidad me extirparon testículos no descendidos. Mi equipo médico estaba más preocupado en recordarme que yo era “una nena normal” que en brindarme la información completa acerca de lo que me pasaba, y hacerme saber que no era la única a la que esto le ocurría.

Fue ante esta sensación de soledad, de no entender el por qué yo era diferente a todxs, que a los quince empecé a investigar en internet, y descubrí que todas mis características coincidían con un diagnóstico: SIA, o Síndrome de Insensibilidad a los Andrógenos. Pero eso no fue suficiente para que me reconozca como persona intersex; no sería hasta años después que dejaría de pensar en mi variación como un diagnóstico para pasar a pensarla como una reivindicación identitaria.

La primera vez que intenté tener sexo con mi novio de ese momento, dolió tanto que tuve que parar. Después, sola en mi casa buscando alguien que me dijera por cuánto tiempo ese dolor iba a persistir, se me vinieron a la cabeza todas las formas en que esa zona de mi cuerpo había sido manipulada con instrumentos médicos y quirúrgicos, y tuve miedo de que esa fuera la única forma en que mi cuerpo respondiera ante las relaciones sexuales. Toda esta incertidumbre se veía aumentada por el hecho de no conocer a nadie que estuviera pasando por lo mismo que yo. De nuevo, la soledad. Afortunadamente, unos meses después ya me sentía mucho más cómoda durante mis relaciones sexuales, lo cual no evitó que un ginecólogo al que consulté un par de veces fuera extremadamente insistente con su propuesta de que yo misma dilatara mi vagina utilizando el recipiente de un desodorante en aerosol con un preservativo encima.

A los 21 años, y debido a nuevas preocupaciones que tenían que ver con mi salud sexual, como candidiasis vaginales que se repetían mes de por medio y mi incapacidad de llegar al orgasmo, me surgió la necesidad de ponerme en contacto con otras personas que fueran como yo. Empecé a buscar a partir del diagnóstico, poniéndome en contacto con organizaciones europeas que a su vez me pasaban el número o el mail de personas que ya lxs habían contactado desde Latinoamérica. Encontrarme con otrxs que pasaban o habían pasado por cosas parecidas a mí fue el comienzo de un camino para reconocerme a mí misma por fuera de una institución médica que no había hecho más que patologizarme y aislarme.

Reconocerme como persona intersex fue cuestión de un click que hice en mi cabeza: de repente, el nombre de ese colectivo que había leído durante tantos años incluido en la sigla LGTBI empezó a tener otro sentido. Para entender por qué este constituye un paso tan complejo para lxs integrantes de nuestra comunidad es necesario saber que, en la gran mayoría de los casos, se nos define siempre desde un diagnóstico: sos una persona que tiene un síndrome o una enfermedad, y eso no está relacionado con lo que vos sos. Y justamente dentro de esa separación entre tu variación sexual y tu identidad podemos entender el hecho de que, en la gran mayoría de los casos, nunca se nos comunique que hay otras personas como nosotrxs: esto es solamente algo médico, que no te define y, por lo tanto, no es necesario que establezcas relaciones con una comunidad.

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Activista intersex Dani Coyle (@inter_sexy) retratada por Rita Lino para la revista Indie

Pensando en un deseo erótico intersex

Escribir mi autobiografía me dispara la pregunta de qué posibilidades tenemos las personas intersex de sentirnos cómodxs con nuestrxs cuerpxs y nuestra sexualidad luego de las reiteradas intervenciones de una medicina patologizante, y de una cultura que no parece presentarnos como sujetxs posibles de ser deseados por unx otrx. En mi opinión, el tema del placer sexual muchas veces funciona como tabú, o puede aparecer relegado dentro de la agenda de la comunidad intersex ante la muy justificada urgencia por terminar con las mutilaciones genitales. Permitanmé ahondar en esto: una de las grandes problemáticas que la comunidad intersex afronta hoy en día son las mutilaciones genitales que se practican diariamente sobre bebés y niñxs intersex con el fin de normalizar sus cuerpxs para que encajen dentro de los modelos corporales hegemónicos, los cuales, no casualmente, responden a normas cisheterosexistas. Esto implica que el único “panorama de felicidad” posible que lxs médicxs plantean para personas intersex (y para cualquier persona, en realidad) se basa en la capacidad de poder consumar relaciones heterosexuales: el poder ser penetrada en el caso de la mujer, y el poder penetrar en el caso del hombre.

En mi opinión, el hecho de que un panorama en que nuestrxs cuerpxs sean aceptadxs (y, más importante, deseadxs) tal y como son no sea concebible por parte de lxs médicxs que deciden mutilarnos, nuestrxs tutorxs y otrxs agentes sociales, se encuentra íntimamente relacionado con la poca representación que lxs sujetxs intersex tenemos en tanto objetos y sujetxs de deseo sexual y erótico en el ámbito cultural, incluyendo prácticas estéticas tales como el cine, las artes visuales, la literatura, la fotografía, etc. Creo que el fin de las mutilaciones genitales a personas intersex debe perseguirse desde varios frentes, los cuales deben incluir el de la imaginación y la representación erótica de nuestrxs cuerpxs. Es necesario para eso que se deje de representar nuestrxs cuerpxs únicamente como monstruosxs, enfermxs, mitológicxs, y se nos empiece a mostrar tal como nosotrxs hemos aprendido a mirarnos: como sujetxs que desean y son deseadxs por otrxs.

Algunas reivindicaciones

Hoy en día reivindico mi corporalidad desde la diversidad sexual y reconozco que no hay nada anormal en ser como soy; que nuestrxs cuerpxs desean y pueden ser deseadxs por otrxs; que mientras hay sectores de la sociedad que quieren normalizar nuestrxs cuerpxs por considerarlxs monstruosxs, nuestra apuesta política en todo esto es plantarnos como sujetxs que existen, resisten, desean y son deseadxs, y quieren ser representadxs en la cultura como tales.

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