Yo trans, yo intersex. Por Gian Isaac Díaz

Yo trans, yo intersex

Por Gian Isaac Díaz

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Primero me gustaría presentarme, mi nombre es Gian Isaac Díaz, tengo 23 años, y soy del norte de Argentina, provincia de Santiago del Estero.

Quiero compartir un poco la historia de mi vida con todxs. Soy un chico intersexual y trans. Al nacer fui asignado niña, pero, desde que tengo memoria – tendría unos 5 o 6 años – nunca me sentí identificado con el sexo que los médicos me asignaron, ni como la niña que mi familia creía que era.

Gian 2 años
A la edad de 2 años.

Había algo adentro mío que me decía que era diferente, además de que mi identidad de género nunca estuvo acorde al sexo que me asignaron desde el nacimiento – en mi mente siempre fui «él»; mi cuerpo me daba ciertas señales que también me decían que no era como las demás chicas.

A medida que fui creciendo se fue haciendo más grande mi disforia, y más evidentes mis cambios corporales respecto al resto de las chicas que iban al colegio. Recuerdo que solía mentir que tenía la regla (menstruación) todos los meses, cuando la realidad era que jamás en mi vida había tenido cólicos, ni menstruación, ni nada por el estilo. Procuraba llevar siempre conmigo paquetes de tampones femeninos para mis compañeras de aula no me trataran de rara.

Sin embargo, aun con todo esto, ya se notaba que era especial: siempre destacaba en las prácticas de deportes de las clases de educación física, las demás chicas solían hacer reclamos a la profe que yo era demasiado bruta y decían «que tenía fuerza de un hombre», y no querían jugar conmigo.

Durante toda esa época fue bastante hostil ese ambiente para mí, porque nunca quise ser “ella”, y en mi casa también llegué a tener problemas debido a la religión de mi familia.

Me vestía de varón a escondidas de mi abuela. Mi abuela fue quien me crio, porque mi mamá falleció cuando yo era muy peque, y mi papá nunca se hizo cargo de mí.

Desde mi infancia siempre me junté con chicos cis, me comportaba igual que ellos, y con toda la inocencia que tenía a aquella edad, en mi mente me sentía un pibe más. A pesar de que mis genitales no eran como los de ellos… confieso que cuando iba al baño a orinar lo hacía parado igual que ellos, me sacaba la remera para jugar al fútbol, salía por los montes y bosques junto con ellos a cazar pajaritos con algo que acá en Argentina llamamos gomera. Recuerdo que odiaba mi cabello largo, me lo quería cortar, pero lo que mi abuela cuidaba más de mí era mi cabello.

Así fui creciendo, y cuando ya estaba entrando a la adolescencia, fue cuando se vino toda una revolución para mí.

Tenía 15 años, aún no tenía la regla, pasaba el tiempo y no llegaba. Por ese motivo mi abuela me llevó al centro de salud, donde sin hacerme estudios previos, me diagnosticaron todo tipo de “enfermedades”, desde un tumor en la cabeza, hasta gigantismo. Una locura total. Pasaban los años y seguía sin la regla, lo cual era una preocupación para mi familia. Además, no se me habían desarrollado las caderas, mi pecho era casi plano, tenía muy poco desarrollo mamario, y, en promedio, era mucho más alta que las pibas de mi edad.

Gian fiesta chica
A la edad de 16 años, antes de ir a una fiesta.

Cuando estaba en la escuela secundaria sufría bullying, mis compañeros me decían cosas como: “Rita, vos sos hombre, ¿qué no?” Yo me alejaba y me iba a llorar donde nadie me viera, porque no sabía lo que le pasaba a mi cuerpo. Seguían pasando los años y no quise volver más al centro de salud, donde sentía me habían torturado psicológicamente con todos esos supuestos “diagnósticos”.

Al cumplir 17 años, me revele contra las suposiciones de que debía ser la típica mujer argentina y debía tener un novio… ¡Noooo! A mí me gustaban las chicas, bueno en realidad también me gustaban los hombres, pero más tiraba para las chicas ¡ja! Tuve una novia a escondidas durante 6 meses y así empecé…

Estando con mi abuela tenía que fingir ser alguien que nunca sentí que era. Además, mi cuerpo tampoco ayudaba a verme como una mujer, porque tenía más características masculinas que femeninas.

Solía viajar al sur de Argentina donde vive mi madrina y estaba por largos meses allá, después volvía a mi ciudad de origen. Casi todos los años hacia ese viaje. Cuando cumplí 18 años me fui, así, estando lejos de mi abuela, de la presión social, familiar y religiosa, empecé a vestirme un poco más acorde a lo que me sentía y me corté el cabello – le mentí a mi madrina y le dije que se me había pegado un chicle en el cabello y me lo había tenido que cortar. Sentía tremenda libertad.

Estuve 2 años viviendo en el sur de Argentina y volví a los 20 años a mi provincia natal. Llegue con el cabello corto y una vestimenta particular, vestía ropa deportiva mayormente. Al llegar, fui víctima de las miradas del vecindario y de los parientes que se juntaban los fines de semanas a almorzar.

Conocí una chica con la que venía teniendo chats por internet a través de Facebook y WhatsApp, me puse de pareja con ella y cambio para siempre mi vida. Ella me ayudó a enfrentar a mi familia. Mis tíos, que eran homofóbicos, me corrieron de mi casa, porque mi abuela justo había caído internada en un sanatorio por un problema de salud en sus pulmones, así que me fui a vivir con esta chica. Para ese entonces, ya me vestía totalmente masculino y tenía el cabello corto. En la calle nadie pensaba que yo fuera mujer, salvó por mi voz que no me ayudaba mucho ¡je!

Con el tiempo, se normalizaron las cosas en mi casa, así que regresé, mi abuela me aceptó llorando, aceptó las preferencias sexuales que tenía y a mi pareja.

De a poco las aguas se fueron aclarando. Al cumplir 21 años, para todos yo era una chica que se vestía como chico y le gustaban las mujeres. Me etiquetaron de lesbiana, pero no me sentía conforme, no quería seguir siendo “ella”, vestir como un chico y que me gustaran las mujeres… sentía que lo mío iba más allá. Pasaron los meses, y me había llegado a oídos el rumor de que en un hospital cercano abrirían un consultorio inclusivo para toda la comunidad LGBTIQ, así que tomé el valor y fui. Ahí hable con una doctora, le dije lo que me estaba pasando, que mi identidad siempre había sido masculina, y me pregunto si quería empezar un proceso con un tratamiento hormonal para que el espejo me devolviera lo que yo quería ver: «un hombre». Me tomé unas semanas para responder, hable con mi abuela y me sorprendió su respuesta cuando me dijo que ella me amaría y me aceptaría siendo su hija o su hijo.

Así, todo comenzó, la doctora me había solicitado análisis de sangre, hormonales y ecografías para poder comenzar. Para mi sorpresa, en la ecografía transvaginal no me salían ovarios, ni útero… solo aparecía una imagen que el especialista médico no sabía que era exactamente. Los análisis hormonales daban como resultado la testosterona muy elevada, el estradiol bajo. Al mostrarle los estudios a la doctora, me miró y me dijo: «Gian, tengo que decirte algo, creo que tenés un tipo de intersexualidad», yo quedé perplejo porque nunca había escuchado hablar sobre eso. La doctora estuvo más de 2 horas tratándome de explicar lo que era “intersexual”. Pero incluso ella se equivocó, porque ella pensaba que yo había nacido con Síndrome de Mayer-Rokitansky, es decir, con ausencia de útero, pero con una vagina estrecha. Salí del consultorio en una nube, jamás pensé que podía haber nacido de esa manera.

A la semana volví, y me dijo que había hablado con el endocrinólogo que administraba tratamientos hormonales a personas trans en Buenos Aires, capital federal de Argentina, me dio a entender que usaría testosterona, pero en gel y solamente medio sobre, esto debido a mis altos niveles de testosterona en sangre. Y así fue como comencé mi transición al hombre que siempre sentí que era, un trans más…

Pasaron los meses y algunos cambios se hacían evidentes: los vellos en mi cuerpo empezaron a crecer, mi voz de hizo más grave, mi espalda se hizo más ancha, el contorno de la cara me había cambiado. Cuando fui a una consulta de control luego de unos meses, la doctora me dijo que iba muy bien, que ya podía subir a un sobre de gel de testosterona diario, y que mi variación intersexual podía quedar “así nada más”, ya que me identificaba con el género masculino.

Gian Antes y Despues
En la foto de la izquierda ya estaba usando testosterona en gel. En la foto de la derecha fue la última vez que tuve el cabello largo y me vestí de mujer, fue para navidad.

Al cabo de unos meses tuve una recaída por una enfermedad que tengo a causa de mi sistema vestibular. Me encontraba en mal estado de salud y tuve que volver a viajar al sur de Argentina a buscar mejores pronósticos médicos, porque en mi ciudad no me daban solución. Cuando llegué espere unos días hasta tener el turno para asistir con el doctor. Cuando llego el día, hablamos sobre lo que me estaba pasando, y le dije al doctor que era una persona trans y usaba testosterona. Quedo muy sorprendido, me mando con otro médico para me hiciera chequeos para saber si el tratamiento hormonal no influía directamente en la recaída que había tenido con mi enfermedad. Había llevado todos los análisis de sangre hormonales y la ecografía que me hicieron en mi ciudad, se los mostré al doctor y me dijo: «Mira Gian, estoy sospechando de algo, si vos me lo permitís, en esta misma semana te mando hacer unos estudios para corroborar lo que pienso”. Accedí.

Al cabo de unos días me llamaron por teléfono, tenía turno para unos análisis de sangre, una tomografía computarizada y una ecografía. Llego el día, finalmente me llamaron por mi nombre, entré a la sala, me explicaron el procedimiento y el tiempo que tardaría el mismo. Al terminar, se me acercó una doctora y me dijo: “Gian, mucho gusto, soy la médica especialista por imágenes, me permitís hacerte nuevamente una ecografía, porque en la tomografía sale una pequeña cosa”. Me preguntó si tenía mi regla, le dije que no, y le comenté que usaba testosterona… cuando me hizo la ecografía (ultrasonido), me dijo: “Mira Gian, tenés 2 testículos internos”. Yo quedé mudo, le dije: “¿cómo dice doctora?” A lo que respondió: “Sí, mira son 2 testículos, en la tomografía también te salen. Anda con todo esto y llévalo a tu médico”. Salí del centro de salud totalmente sin palabras, no sabía que decir ni cómo reaccionar, solo quería hablar con el médico que me había mandado a hacer esos estudios y que él me explicara. Cuando fui a su consultorio para la cita, me dijo: “Mira Gian, mis sospechas eran ciertas tenés testículos internos, por eso tenés niveles altos de testosterona, y es muy posible que tus cromosomas sean XY”. Estuve un buen rato hablando con el médico hasta que logré entender.

Además, hablando con el médico, me dijo: “Mira, en la facultad de medicina nos enseñan que todo testículo no descendido es altamente peligroso y puede convertirse en canceroso, yo te aconsejo que te hagas operar la semana que viene para extirparlos”. Comencé a temblar, porque acababa de enterarme que tenía testículos internos, y ahora me decía que tenían que extirparlos por riesgo de cáncer, era demasiado para mí. Tenía ganas de llorar, sentía que mi mundo se venía abajo. Le dije: “Bueno doctor, yo entre semana regreso, ahora tengo que hablar con mi familia”. Él me dijo: “Tendrás que conseguirte un médico genetista para que estudie tus cromosomas”.

Desde entonces, no volví a ser el mismo, tenía metida la idea en mi cabeza de la palabra “cáncer”.

Ese día me puse a buscar en Google y encontré una doctora que era genetista y ginecóloga. Hablé con ella, le expliqué mi situación, me transmitió tranquilidad y me dio la orden para que me sacaran sangre para estudiar mis cromosomas.

Era demasiado el tiempo de espera en el laboratorio, por lo cual tuve que regresar a mi ciudad natal. Lo primero que hice al llegar fue hablar sobre todo lo que me había pasado con la doctora del consultorio inclusivo que me trataba, le mostré las pruebas, y quedo muy sorprendida, me dijo: “Bueno, vamos a esperar los resultados de tu cariotipo [prueba cromosómica]”.

Finalmente, recibí los resultados del estudio cromosómico, me los enviaron en un archivo PDF, el resultado fue 46XY, es decir, cromosomas típicamente masculinos. Al siguiente día de recibir los resultados, fui con mi doctora, quien me dijo: “Tengo que hablar con vos. Mira Gian sos genéticamente hombre, pero tenés algo llamado Síndrome de Insensibilidad a los Andrógenos, y según parece, de forma parcial, por que tu cuerpo si responde a algo de testosterona. Es por eso qué no tenés barba, y es por eso qué tus cambios son distintos a los de los demás hombres trans”. Casi lloré en el consultorio, porque me había hecho a la idea de ser un hombre con mucha barba y brazos anchos.

Durante varias semanas, busqué información en Google sobre mi variación intersexual. Busqué páginas en Facebook, hasta que me recomendaron Brújula Intersexual, quienes me transmitieron mucha tranquilidad, les estoy muy agradecido. Aprendí muchísimas cosas leyendo artículos e historias de vida de personas intersexuales en su página web, y me ayudó el darme cuenta qué no soy el único.

Ahora que ya pasaron algunos meses, aprendí a amarme, a aceptarme como soy. Todavía reniego porque cada vez que tengo un chequeo médico, el doctor me recuerda que me tienen que extirpar los testículos, y yo por el momento no quiero, porque no me parece que sea necesario, ya que aprendí que el riesgo de contraer cáncer en casos como el mío es el mismo porcentaje que el del riesgo de contraer cáncer de mama en mujeres. O sea, yo no veo que nadie se ande sacando los pechos por miedo contraer cáncer. Sin embargo, hay días qué si tengo temor, porque los médicos sembraron eso en mí: El miedo. Quieren normalizarme porque están acostumbrados al fenotipo hombre y mujer, cuando la biología dice que nacemos personas con muchas variaciones corporales intersexuales.

Gian fiesta chico
A la edad de 22 años, antes de ir a una fiesta.

Tal vez suene estúpido el hecho de etiquetarme, pero me considero un hombre intersex y trans. Intersex, porque es como la naturaleza me hizo, hace referencia a las características físicas con las que nací; y trans porque transicioné como un trans más, ya que no me sentía identificado con el sexo que se me asignó al nacer.

Gian trans inter bandera
Bandera intersex con bandera trans.

Ahora entiendo muchas cosas, la barba no hace al hombre, los genitales no nos definen. Vivo mi vida con mucho orgullo de ser único, porque soy una persona intersexual. No hay nada de malo en ser diferente, porque a veces es demasiado aburrido ser como el resto. Antes me odiaba por haber nacido así, pero con el tiempo aprendí a amarme, aceptarme y quererme. Espero mi historia ayude a que otras personas que nacieron con alguna variación intersexual, sepan que no están solas y que sus cuerpos son perfectos tal cual son.

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