Soy yo y estoy bien. Por Michael Noble

Soy yo y estoy bien

Por Michael Noble

Traducción: Laura Inter del texto “I am me and I´m ok” de Michael Noble

Fecha de publicación: 19 de julio de 2010

Fuente: https://oii.org.au/18138/opinion-michael-noble/

XXY

La siguiente biografía está basada en un documento que presenté durante el Festival de Gays y Lesbianas de Adelaide, al Sur de Australia en 2002. Desde entonces, he cambiado mucho en relación a como me percibo a mí mismo y mi punto de vista, así que el documento ha sido revisado y actualizado significativamente.

Esencialmente, la intersexualidad no es una cuestión de identidad ni de género. En cambio, es una variación biológica que existe entre los extremos binarios del sexo masculino y femenino. Las clasificaciones de género y sexualidad, tienen poco significado o relevancia para la intersexualidad, porque son términos derivados del concepto de los binarios opuestos – mientras las personas intersexuales existen más allá de esos binarios. No obstante, la mayoría de las personas intersexuales se identifican como hombres o mujeres heterosexuales, mientras otros pueden poseer identidades que existen dentro del espectro de los géneros binarios, o pueden identificarse como asexuales, homosexuales, lesbianas, bisexuales o transexuales.

La existencia de las personas intersexuales se ha ocultado por muchas décadas, porque amenazan las leyes artificiales hechas por el ser humano sobre la naturaleza, las cuales dictan que existen dos sexos: hombre y mujer. Sin embargo, la naturaleza no se manifiesta en “cajas” cómodas y limitadas. Más bien, existe como un espectro infinito de variabilidad. Pero, para la moderna mente científica, esta variación amenaza con desencadenar el caos. Y, ¿Qué es lo que impulsa a la ciencia? El deseo de controlar la naturaleza.

Eventualmente, la medicina ya no podía pretender que el sexo biológico estaba confinado a los extremos binarios de hombre y mujer, por el contrario, algunos niñxs presentaban características de ambos sexos. Sin embargo, en lugar de simplemente aceptar que el sexo anatómico puede existir como un espectro de posibilidades, las variaciones fueron medicalizadas: requiriendo cirugías y/o terapias de reemplazo hormonal con la finalidad de ‘curar’ tales ‘aberraciones’ y ‘trastornos’. En otras palabras, la institución médica creía que podía jugar a ser dios y determinar a qué sexo y género un niñx podría ser reasignado y criado. E hicieron esto no por el beneficio del individuo ‘afectado’, sino para hacer que la comunidad médica, los padres y la sociedad en general, se sintieran mejor. Uno de los argumentos más convincentes que utilizaron los cirujanos y terapistas, con la finalidad de justificar sus terapias, fue que sin intervención, estos ‘tristes’ individuos serían sometidos a una severa persecución, o que sus vidas no tendrían mucho valor. Sin embargo, más recientemente los investigadores han descubierto que los individuos que, por cualquier razón, escaparon a la reasignación en la infancia o adolescencia, de hecho aprendieron a lidiar bien con su estado intersexual, mientras muchos que si fueron reasignados, continúan sufriendo terribles traumas como consecuencia de las terapias de reasignación.

Por lo tanto, no es de extrañar que pocas personas sepan que existimos. Los mensajes trasmitidos e inculcados a lxs niñxs y adultxs intersexuales fueron, y aún son: “no le digas a tus amigos; no hables de tu cirugía o de tu tratamiento hormonal; no causes problemas hablando de más; la cirugía y/o tratamiento hormonal es necesario, de lo contrario tu vida será en vano; serás rechazado por la sociedad; serás un monstruo…” Así que durante décadas, las personas intersexuales han vivido en silencio, escondiendo sus realidades del mundo y siendo programados para creer que sus vidas no tienen valor.

Los hombres típicos poseen dos cromosomas sexuales, uno ‘X’ y otro ‘Y’. Las mujeres típicas poseen dos cromosomas ‘X’. Sin embargo, yo poseo tres cromosomas “sexuales”: los dos cromosomas ‘X’ de una mujer, más el cromosoma ‘Y’ de un hombre (1). Así que soy XXY. Los médicos llaman esta variación cromosómica como Síndrome de Klinefelter, pero muchas personas con la variación prefieren identificarse a sí mismas como XXY (2).

A pesar de que es evidente que poseo una mezcla de cromosomas masculinos y femeninos, las instituciones médica y legal, han proclamado que no importa cuántos cromosomas X pueda tener una persona, si posee un cromosoma Y, son legalmente clasificados como hombres. Sin embargo, en años recientes, esta pedante definición ha sido cuestionada, permitiendo así que XXY sea legítimamente reconocido como una condición intersexual en algunas secciones del mundo académico.

Anatómicamente, un bebé XXY nace con una apariencia masculina. Sin embargo, en los primeros años de adolescencia, mientras que los hombres convencionales experimentan el proceso de masculinización de la pubertad, muchas personas XXY no maduran completamente, o pueden solo experimentar una pubertad masculina parcial, y/o sus cuerpos pueden experimentar varios grados de feminización. En consecuencia, el pensamiento médico habitual establece que, con la finalidad de inducir artificialmente la pubertad y minimizar la feminización, la mayoría de las personas XXY deben someterse a terapia con testosterona. Sin embargo, se está haciendo evidente, con frecuencia a través de evidencia anecdótica derivada de historias personales, que algunos individuos XXY sufren mucho tanto física como psicológicamente, debido a la administración de grandes dosis de testosterona con el propósito de inducir artificialmente la pubertad masculina. Algunas personas XXY no son diagnosticadas hasta la edad adulta y, aunque algunos se benefician mucho al comenzar de manera tardía la terapia con testosterona, otros, como es mi caso, pensamos que esa experiencia puede ser bastante traumática.

La presencia del cromosoma X adicional no fue identificada hasta poco después de que cumplí 20 años de edad: muchos años después de desarrollar las características físicas asociadas con el Síndrome de Klinefelter. En lugar de desarrollar cualquier grado de musculatura definida, la falta de niveles adecuados de testosterona natural, causo que mis caderas se ensancharan notablemente, y presenté algo de desarrollo mamario. Mi cara y cuerpo permanecieron casi sin vello, lo que tuvo como resultado que mi apariencia fuera la de un preadolescente, en lugar de la de un adulto. En la actualidad me llamarían andrógino. En ese entonces fui llamado ‘fenómeno’ o ‘monstruo’.

La pubertad prácticamente me evadió. No desarrollé una fuerte libido, ni interés en la interacción sexual. Permanecí esencialmente impotente y en gran medida inconsciente sobre que era el sexo. En su lugar, desarrollé cualidades para la crianza, que subsecuentemente se convirtieron en un aspecto importante y esencial de mi identidad. Afortunadamente, mi sentido de quien era, o mi ego, tomó forma durante esos difíciles años de adolescencia. Fue un proceso que tuvo lugar ausente de fármacos que alteraran mi mente y cuerpo: un derecho humano básico que es negado a cualquier niñx o adolescente que haya experimentado terapias de reasignación.

Durante esos difíciles años de escuela, la identidad sexual se convirtió en un tema de discusión y especulación. En la década de 1970, tenías que elegir: gay o heterosexual. Mi físico andrógino y mi desinterés en las chicas me etiquetaron como gay, incluso aunque nunca había manifestado comportamientos afeminados, los cuales son comúnmente asociados como ‘prueba’ de que alguien es gay. Lo que me señaló fue la falta de interés en el sexo. “Michael no tiene novia, así que debe ser gay”, afirmaban los rumores. ¡Fue ignorado el hecho de que nunca me había involucrado en sexo homosexual durante mis años de escuela! (3) – Tristemente, el consenso entre mis compañeros fue tan abrumador, que acepté sus etiquetas y me consideré a mí mismo gay, y en consecuencia sufrí toda la vergüenza, el aislamiento y la culpa que se asociaban con tal identidad en ese entonces.

Como consecuencia de la presión de mis compañeros, exploré el sexo homosexual. Estas conductas solo agravaron mis confusiones, y el entendimiento que tenía de que era muy diferente a otros hombres. En mis últimos años de adolescencia, aún no podía sostener una erección. Un orgasmo, ¿qué era eso? Al mirar atrás, me doy cuenta que la fuerte atracción que sentía hacia los hombres, no era la misma que la de un hombre gay. Mi atracción hacia los hombres, era debido a que eran muy diferentes a mí, en lugar de ser una atracción basada en la similitud. Los hombres eran fuertes, tenían cuerpos musculosos y peludos. Podían hacer cosas con sus penes que eran ajenas para mí. Estaba fascinado de ver a los hombres masturbarse y experimentar orgasmos. Era un territorio ajeno para mí.

Sin embargo, en el lado negativo, encontré que las funciones sexuales eran desagradables. No era capaz de producir esperma, y el olor, la textura y, dios me perdone, el sabor, me hacían sentir asqueado. También aprendí, de la manera difícil, que el deseo sexual de un hombre podía ser impredecible y peligroso. Para resumir, mis últimos años de adolescencia fueron un periodo de profunda confusión. Aparentemente era gay, pero no sabía lo que era funcionar como un hombre, gay o heterosexual, y no me gustaba el contacto sexual en absoluto.

Alrededor de los 23 años de edad, un endocrinólogo descubrió que mi cuerpo nunca había producido suficiente testosterona como para poder atravesar completamente la pubertad. Por lo tanto, sugirió que comenzara una terapia con testosterona. Inicialmente, resistí la presión que me imponía para comenzar la terapia. Sin embargo, eventualmente, me rendí bajo la constante avalancha de amenazas e historias de horror sobre cuál podría ser mi futuro si no me sometía a la terapia, la cual afirmaban los doctores me convertiría en un ‘hombre real’. En ocasiones, se insinuó incluso descaradamente, que mi vida no tendría valor; que sería un monstruo; que nunca alcanzaría mi potencial, y que nunca tendría autoestima (aparentemente la autoestima que ya tenía era inválida, ya que esta existía afuera, en el paradigma predeterminado de ser un hombre real). Así, eventualmente, desde los 28 años de edad, después de cerca de 6 años de constantes amenazas y ‘asesoría’ de parte de mis médicos especialistas, comencé la terapia con testosterona. Y me pareció una experiencia horrible.

La terapia con testosterona, generó profundos y traumáticos cambios en mí. Perdí contacto con quién era y, por lo tanto, el sentido de mí mismo. Me preocupe cuando comenzaron a crecerme grandes cantidades de vello corporal, donde nunca había tenido vello. Mi voz se hizo grave. Desarrollé una fuerte libido, pero era un sentimiento que no deseaba. Perdí contacto con mi corazón y con la habilidad de relacionarme con las personas de una manera no sexual. Sin embargo, lo más frustrante fue que mientras desarrollaba un impulso sexual y la habilidad de mantener una erección, los orgasmos me eludían. Simplemente no podía funcionar como un hombre ‘normal’, y esto me causó angustia psicológica y física.

No obstante, lo peor de todo fue que la terapia me convirtió en alguien que no era. Y, debido a que estos cambios eran artificiales, me hice una persona muy temerosa, agresiva e insegura. Aunque, por otro lado, estaba tratando de convencerme a mí mismo de que la vida sería mejor con las hormonas. Aun así, tenía miedo de que si dejaba la terapia, nuevamente me convirtiera en un monstruo que no tiene valor ni utilidad en la sociedad.

En lugar de intentar investigar porqué mi cuerpo no respondía como se esperaba a las hormonas artificiales, la respuesta fue incrementar las dosis. Primero, incrementó la frecuencia de las inyecciones. Incluso después de experimentar un colapso nervioso masivo, después un intento de suicidio y finalmente unas vacaciones de dos semanas en una institución psiquiátrica, fui persuadido para seguir con la terapia. Sin embargo, después de que el doctor accidentalmente me apuñalara en el nervio ciático, dañando permanentemente los nervios y músculos de mi pierna izquierda, me rebelé y cesé las inyecciones.

Aun sin tener la confianza suficiente para defenderme, fui persuadido para probar los implantes de testosterona. Sangraron, causaron moretones y nada cambió para mí, ni física ni emocionalmente. Seguía siendo impotente. Dos implantes se convirtieron en tres. Tres se convirtieron en cuatro. Cuatro se convirtieron en cinco. Eventualmente mi pierna entera me dolía. Me ingresé al hospital en el que trabajaba mi endocrinólogo. Me visitó y dijo: “la mente puede jugarnos trucos y causarnos dolor, cuando no hay razón detrás de ese dolor. Pero para hacer que te sientas mejor, haremos algunas pruebas…”

Después de una avalancha de pruebas, se soltó el infierno. Fui transferido directamente a cuidados intensivos. Resultaba que mi dolor fantasma era causado por una grave trombosis venosa, ubicada donde estaban los implantes, ¡iba por mi pierna derecha y se deslizaba por mi abdomen! Dos días después, mi endocrinólogo me visitó con un grupo de estudiantes. Tuve el gran placer de decirle alzando la voz: “puedes tomar mis implantes y usarlos como supositorios metiéndolos en tu culo…” Esa fue la última vez que lo vi.

Frené de golpe y me rehusé a más intervenciones médicas después de ese episodio. Después, se cruzó por mi camino una excelente práctica médica aquí en Adelaide, la cual se especializaba en tratar a las personas que se caen entre las grietas de la institución médica que tiene su base en la heterosexualidad y el binarismo. Para entonces, estaba enfermando de nuevo. Así que accedí a comenzar con dosis muy pequeñas de testosterona, para aliviar los problemas médicos que la ausencia de testosterona estaba generando. Sin embargo, mi nuevo doctor esta vez respetó mi deseo de tomar solo dosis pequeñas, incluso cuando estaba regresando a mi estado preadolescente.

Aunque parece que la mayoría de las personas XXY obtienen algún tipo de beneficio de la terapia con testosterona, mi experiencia traumática no es única. Algunas personas XXY, encontraron que los intentos de convertirlos en ‘hombres reales’ eran psicológicamente devastadores, y también cesaron, o redujeron drásticamente, el consumo de testosterona. Algunas personas informan que se sienten más como mujeres que como hombres, y han buscado una reasignación al sexo femenino. Algunos, como yo, simplemente no respondemos a las hormonas artificiales, como era de esperarse. Algunos se identifican como hombres, pero se sienten felices viviendo como la naturaleza los hizo, en lugar de vivir de acuerdo a lo que dictan los doctores y la sociedad sobre cómo deberían vivir.

Descubrí estos hechos cuando comencé a explorar en internet en busca de información sobre el Síndrome de Klinefelter. Descubrí sitios de chat en internet, donde ‘conocí’ en línea a personas con experiencias de vida similares a la mía. Fue durante estas interacciones, que descubrí el término “intersexual”, y así, por primera vez, encontré una etiqueta que se me adapta a mi ser físico, pero más que nada a mi sentido de mí mismo. Había encontrado mi lugar en el mundo natural.

Pronto me embarqué en una travesía de autodescubrimiento. Ya he reducido radicalmente mis niveles de testosterona, lo cual ha causado que mi cuerpo regrese a su estado preadolescente. El descubrimiento del término intersexual, y el contacto con personas que eran intersexuales, también me permitió rechazar el constructo cultural del concepto de lo que es ser un hombre. Así que adopté este término y elegí vivir como una persona intersexual.

Tristemente, la mayoría de las personas intersexuales no pueden regresar completamente a su estado antes de la terapia. Yo solo revertí los efectos de la misma en un 75% de lo que era antes de comenzar la terapia. Aunque rápidamente vuelve a emerger mi verdadero ser, después de haberse disipado el abrumador y opresivo peso de los fármacos, la terapia con testosterona ha dañado irreversiblemente a mi cuerpo. Por lo tanto, se han ido los días en los que tenía la apariencia de un adolescente, y se fue mi constitución delgada y mi cara tersa. Actualmente, cuando estoy completamente vestido, tengo una apariencia muy masculina. Mi voz es grave y masculina; mi físico generalmente tiene la apariencia de un hombre con ligero sobrepeso; camino, hablo, y generalmente me comporto como un hombre.

Sin embargo, soy más que un hombre. Soy alguien XXY, y siempre he sabido que tengo una compleja mezcla de masculino y femenino dentro de mí ser, que siempre se ha manifestado en mi sentido de mí mismo, y también en mi apariencia física. No obstante, absolutamente no tengo interés en mostrar mis atributos femeninos, ni en mi comportamiento, ni en mi apariencia. No tengo que probar nada a nadie. Sé quién soy y eso es lo único que importa.

Al elegir identificarme como intersexual, comencé a buscar a personas como yo. Pronto descubrí que no existían servicios de ayuda ni grupos para personas intersexuales en Adelaide. Pronto supe que en otras partes del mundo, las personas intersexuales se han aliado con las comunidades LGBT. Como lo dije con anterioridad, cuando me ‘identificaba’ como gay, no me involucré con la comunidad LGBT de Adelaide. Así que me uní al club local de gay y lesbianas de mi universidad, y entré a la comunidad LGBT como persona intersexual.

Desde que reduje la terapia de reemplazo hormonal artificial a un nivel donde los fármacos ya no afectan mi apariencia y auto-identidad, mis plumas han vuelto a crecer. Ahora me elevo a la libertad de vivir y de ser quien soy, en lugar de existir de acuerdo a lo que dictan otros. Mi seguridad y autoestima nunca han estado mejor. Sé quién soy y que soy, simplemente porque he tenido la extraña oportunidad de establecer un punto de referencia en mi vida. He experimentado una época en la que viví una existencia generada artificialmente; una realidad basada en la ilusión y el engaño; una realidad que tiene poca sustancia, y que estaba basada en la dependencia a los fármacos. Ahora vivo libre de esa dependencia, libre de esas ilusiones construidas artificialmente; libre del autoengaño y, sobre todo, me he liberado a mí mismo de una institución médica que trató de exigirme que viviera de acuerdo a sus conceptos artificiales creados por el ser humano, conceptos acerca de que es ser hombre, o que consideraban válido y digno de la existencia humana.

Ahora vivo como he hizo la naturaleza. Soy yo y estoy bien.

***

Actualización 2010

En un principio, conocí algunas personas maravillosas en la comunidad LGBT de Adelaide, que me apoyaron y animaron. Comencé a hablar públicamente acerca de la intersexualidad y de mis propias experiencias personales. No obstante, aunque fui aceptado por algunos, pronto descubrí una oscura faceta de esta comunidad, la cual me han dicho que es particular de una ciudad pequeña como lo es Adelaide, pero no es evidente en las comunidades LGBT de las ciudades más grandes, tanto aquí en Australia como en otros lugares.

El lema habitual en la comunidad LGBT, es la aceptación de la diferencia y diversidad. Esta no fue mi experiencia. Encontré una abrumadora demanda de uniformidad y estereotipos. Busqué aceptación, solidaridad, comunidad y apoyo de varios grupos dentro de la comunidad queer. Sin embargo, de manera abrumadora encontré soledad, invisibilidad y rechazo.

Después de años de ser sometido a violencia física y abuso verbal simplemente porque mi apariencia física es diferente, y de luchar con la comunidad médica que me presionaba para ser alguien diferente a quien realmente soy, esperaba que la comunidad LGBT fuera un refugio donde finalmente sería aceptado tal cual soy. ¡Qué ingenuo fui!

Había perdido la pelea incluso antes de empezar. No importa cuánto traté de educar, era como golpear una pared de ladrillos de ideas falsas e ignorancia. Pronto me di cuenta que el pensamiento binario está muy arraigado en nuestra sociedad, las personas simplemente no pueden percibir una realidad más allá del binario. También me di cuenta, aunque demasiado tarde, que la intersexualidad no es una cuestión de identidad, sino de biología. Como la mayoría de las personas en la comunidad LGBT dan por sentada su biología, su preocupación está relacionada a su identidad sexual y/o de género.

Así que aquí estoy, en un podio hablando sobre cuestiones intersexuales. Solo soy un tipo ordinario que tiene una apariencia masculina: hablo como hombre; no soy afeminado ni tengo comportamientos femeninos; visto como un hombre ordinario – bastante aburrido en realidad: pantalones de mezclilla, botas de excursionismo, camisetas y chaquetas – sin embargo, declaro vivir y ser una persona intersexual. ¿Qué estaba mal con esa imagen? ¡Pareciera que todo!

Pronto se hizo evidente que, a menos que me adecuara a ciertas ideas estereotipadas de ser gay, o me presentara a mí mismo como un tipo de hermafrodita mítico y exótico, o un andrógino actuando como una diva, no tenía credibilidad y, por lo tanto, era ignorado. No era un hombre ni era lo suficientemente masculino para ser bienvenido en la comunidad gay masculina, pero tampoco era lo suficientemente femenino como para tener la credibilidad de una ‘persona trans’, que tampoco era. Me sentía solo en la comunidad en general, y ahora me sentía solo en la comunidad queer.

La vez que peor que me he sentido en mi vida, es al entrar a un cuarto lleno de hombres gay y ser total y completamente invisible. ¡Al menos en la comunidad de hombres heterosexuales, era juzgado por quien era y no por mi apariencia! (4)

Por lo tanto, en mi experiencia, cuando me negué a satisfacer fantasías y a encajar en ideas poco realistas, ¡era invisibilizado y silenciado en la misma comunidad que afirma estar fundamentada en la aceptación de la diferencia y en la diversidad!

Mi autoestima se desplomó, mi alma fue devorada al sentirse invisible y sin valor, me retiré del activismo intersexual y me alejé de la comunidad LGBT de Adelaide. Me tomó mucha resiliencia e independencia de espíritu. Prefiero vivir una vida solitaria, que soportar una vida de invisibilidad y rechazo. He conservado algunos amigos LGBT, y aún asisto a algunos eventos en Adelaide, pero en general he encontrado que la vida fuera de la comunidad es mucho más enriquecedora y gratificante. Estoy haciendo otras cosas con mi vida, que no tienen nada que ver con la intersexualidad, ni con la identidad, ni con la sexualidad.

Por último, hace varios años, también me quité la etiqueta ‘intersexual’. Me di cuenta que el adoptar esta etiqueta fue extremadamente importante en la evolución de mi sentido de mí mismo. Fui erróneamente etiquetado por mis compañeros en la adolescencia, y posteriormente fallé para vivir como un hombre gay. Encontrar una etiqueta que me quedara era importante. Me permitió explorar y aceptarme a mí mismo tal cual soy. Pero una cosa aprendí en la comunidad LGBT, y es que las etiquetas pueden venir y dominar las vidas de las personas y restringir otras posibilidades.

Acepto completamente que soy intersexual. Nací con cromosomas XXY, el cromosoma adicional ha tenido un profundo efecto en mi vida, tanto físicamente, psicológicamente y psicosocialmente. No puedo ni deseo cambiar esto. Pero no es la totalidad de quién soy. Así, dejé la identidad ‘intersexual’. A la hora de la verdad, diré que soy un hombre diverso asexual. Pero esas etiquetas no son la totalidad de quién soy: son solo facetas del ser multidimensional que soy yo.

Habiendo dejado ir esas etiquetas y las expectativas de las personas a mí alrededor, vivo una vida feliz, centrada y gratificante. Y no cambiaría eso por nada.

Michael Noble

Julio 2010

  • (1) Uso el término ‘cromosomas sexuales’, puramente por conveniencia.
  • (2) Algunas personas nacen con cromosomas X adicionales y no desarrollan las señales físicas asociadas con el Síndrome de Klinefelter, causadas principalmente por la falta de testosterona natural durante la pubertad. Por tanto, de ahora en adelante voy a prescindir de esta etiqueta errónea.
  • (3) Años más tarde, descubrí que los hombres ‘heterosexuales’ que más me criticaban, tenían sexo entre ellos como conejos. ¡Lo cual dice mucho acerca de las causas de la homofobia!
  • (4) Irónicamente, este rechazo y aislamiento no fue uniforme. Encontré un grupo con el que me sentía cómodo: la comunidad bisexual. Posiblemente, sea debido a que su orientación sexual está más allá de las clasificaciones binarias, y por lo tanto, ¡tenemos algunas cosas en común!

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