Gordofobia e intersexualidad | Ariana A. Celorio (España)

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Descripción de imagen: Muestra a una mujer sonriente con cabello largo y teñido de color verde, maquillaje llamativo con sombra de ojos de color púrpura y labios rojos. Viste una blusa verde claro. Está sentada detrás de una mesa, sosteniendo un libro con el título «Vamos a quemarlo todo. Disca, loca y bruja».

Gordofobia e intersexualidad

Por Ariana A. Celorio (España)

Mi nombre es Ariana A. Celorio y soy activista desde hace más de 10 años. Empecé dentro del feminismo y fui descubriendo cosas de mí que me hicieron diversificar mi formación poco a poco. Al día de hoy estoy especializada en tema discapacidad, intersexualidad, bisexualidad y no-monogamias, aunque sigo dentro del feminismo.

Una de las cosas que he tardado mucho en verbalizar es mi experiencia siendo intersexual y gorda. Además de enferma rara y otras intersecciones que me atraviesan y forman la mujer que soy. Empezaré desde el principio. 

Tened en cuenta que para mí es un relato muy duro y que estará escrito desde las entrañas. Así que leer siempre con precaución y mucha rabia.

Soy una mujer española de 27 años, y descubrí que era intersex después de años peleando con mi médico de cabecera. Me desarrollé muy pronto, el pecho me salió muy rápido y muy voluptuoso, por lo que llamaba la atención que no me bajase la regla. A los 12 años fui por primera vez a solicitar que me mandaran a ginecología porque no me bajaba la regla y ya estaba desarrollada. Para entonces muchas de mis amigas ya tenían la regla y a mí me causaba muchísima disforia ser la única que no. Me sentía insuficiente como mujer simplemente por no cumplir con ese requisito, mientras me sexualizaban por mi pecho grande. Mi médico de cabecera se negó a mandarme a ginecología bajo la premisa de que evidentemente me podía bajar más adelante y no era un problema. Por entonces me diagnosticaron también Malformación de Arnold Chiari, que ha sido la última de mis enfermedades en ser descubierta. Eso ocasionó muchísimo miedo y lo de la regla pasó a un segundo plano. Pero seguía creciendo y ahí no bajaba nada.

Con 15 años perdí la virginidad, me dolió muchísimo. Pero como siempre habían dicho que me tenía que doler, de nuevo no le di importancia. Las siguientes veces también dolía. No entendía el motivo pero evidentemente me culpaba a mí. Tuve muchísima suerte de que la persona con la que perdí la virginidad, es un hombre maravilloso que aún es mi pareja al día de hoy y que me cuidó muchísimo durante todo el proceso. Cada vez que él veía que me dolía, paraba y nos dábamos mimos. No suponía un problema para él, aunque sí le preocupaba y le asustaba hacerme daño. Con el tiempo me fui acostumbrando y mi cuerpo dejó de doler cuando tenía relaciones sexuales. A los 16 años volví a pedir que me mandaran a ginecología, bajo la misma premisa. Y de nuevo me lo negaron, esta vez con un comentario que al día de hoy me doy cuenta de que era gordofobia: Aludió a que si bajaba de peso seguro que me bajaría la regla, que me preocupase más en cuidarme. Ese año me operaron por segunda vez de la cabeza, no estaba yo descuidándome precisamente. Estaba intentando sobrevivir y asumiendo mi discapacidad. Evidentemente no me mandó a ginecología y me dijo que volviese si no me bajaba con 18. Aquí hago yo una suposición, completamente propia que no tiene por qué ser real, pero siento que de nuevo pensó que ninguna persona querría tener sexo conmigo siendo gorda, así que no era necesario llevar un control sobre mi salud sexual.

Pasaron los años, y por fin cumplí los 18. Empezó también a salirme barba y eso supuso muchísimo malestar para mí. Me miraba en el espejo y me sentía un monstruo simplemente por tener barba. Me la afeitaba a menudo y procuraba ocultarla con maquillaje si quedaba con personas que no me generaban confianza. Volví a ir al médico de cabecera a exigir que me mandara al ginecólogo. Me dio cita pero de muy malas formas y diciéndome que era perder el tiempo, que ya me bajaría. Y también aludiendo a que la barba era un desajuste hormonal por estar gorda. Nunca me hizo ninguna analítica para confirmar esa suposición. Evidentemente no era cierto.

Llegué al ginecólogo, sola. Porque estaba asumiendo muchas cosas de mí misma y creía que necesitaba esa independencia. Evidentemente fue aterrador. Tuve la suerte de que me tocó un médico que dentro de lo que cabe, me trató con humanidad. Me dijo en todo momento lo que estaba haciendo y me exploró. En cuanto metió los dedos en mi vagina, se dio cuenta de por qué no me bajaba la regla: No tengo una vagina completa. Dijo que mi vagina mide 3cm y finaliza en un himen rígido imperforado y elástico. Y ahí empezó la odisea para descubrir qué era lo que había causado eso. Había varias teorías, intentó hacerme una ecografía vaginal para comprobar si tenía útero, pero no consiguió ver nada. Entonces intentó lo mismo por vía anal. Eso fue horroroso y de nuevo no vio lo que necesitaba. Así que me dijo que como estaba tan gorda, no podía ver nada. Yo me sentí horrible en ese momento.

Me mandó un TAC con contraste para comprobar si tenía útero y efectivamente no lo tenía. En ese momento, sabiendo ya que tenía síndrome de Rokitansky y que es completamente inocuo para mí salud, me ofreció una vaginoplastia o una terapia con dilatadores. Haciendo énfasis siempre en la vaginoplastia. Cuando me negué, porque ya tenía relaciones sexuales satisfactorias y, además, sabía que someterme a esa operación podía ser peligroso para mí, me dijo: “¿Y qué opina tu novio de tu vagina incompleta?”

Me quedé completamente en shock ante este comentario fuera de lugar por varios motivos: El principal es que da exactamente igual lo que opinara mi novio, porque es mi cuerpo. Su opinión es completamente secundaria a la mía. Y lo segundo es que a mi médico no debería importarle lo más mínimo la opinión de mi novio, ya que su paciente era yo. Fue un comentario machista y capacitista, a la vez que interfobo de pensar que tenía que arreglar mis genitales disidentes. Ante mi negativa, simplemente me dio el alta añadiendo un comentario que me parece bastante horrible también: “Dile a tu médico de cabecera que no vuelva a mandarte por amenorrea, porque la vas a tener siempre.”

Pasaron los años y no volví a acudir a ginecología pero sí a otres profesionales por otros temas de salud, entre ellos, mi peso, ya que quería tratar de bajarlo. Fui al endocrino para que me ayudara con este tema, llevando una analítica completa (inclusive de hormonas sexuales) a lo que me dijo que simplemente tenía que comer menos y hacer más deporte. Tengo varias enfermedades que impiden por completo que pueda hacer deporte. Así que le dije que estaba notando que tenía algunos problemas hormonales, incluso mi médico de cabecera había señalado que tenía la hormona de la tiroides cercana al hipotiroidismo pero que no llegaba a ello, por lo que no podía hacer nada. La endocrina respondió que eso era por mí alimentación, al igual que mi barba. Que estaba gorda por comer demasiado y que comiera menos. Que si eso no era suficiente, no pasaba nada porque no cenara alguna vez. Me trató con muchísima violencia por ser gorda y aludió a mí barba intersex sin haber leído siquiera mi historial. No era consciente de que mi barba es una consecuencia habitual de mi intersexualidad, solamente vio a una mujer gorda con barba y asumió SOP. Para ella, fue más fácil culpar a mí forma de vida que entender lo que estaba viendo. En ese momento ya no me avergonzaba tanto mi barba y era capaz de llevarla a menudo, pero ese día me hizo sentir como cuando tenía 18 años y me comenzó a salir.

Después de esta experiencia tan horrible, decidí apartar un tiempo mis visitas al medico que incluyeran mi peso, ya que estaba generándome muchísimo malestar. Pero eso era casi imposible, seguía teniendo que ir por mis enfermedades y muchas veces aludían a mi peso cuando me dolía algo, aunque todas mis enfermedades tienen como síntoma principal el dolor. Esto ha llegado a tal nivel de violencia que, en una ocasión, un médico se empeñó tantísimo en que el dolor era por estar gorda que ignoró mis enfermedades y me dio medicación contraindicada. Podría haberme matado, afortunadamente no lo hizo. Así, he ido generando una aversión total hacia la sanidad y un miedo atroz a acudir a médicos nuevos. 

Lo cual no ha mejorado este último año, en el que he vuelto a acudir por una calvicie que me estaba afectando mentalmente. Primero fui a una dermatóloga, que me dijo que tenía dos opciones: un medicamento que no cubre la seguridad social y cuesta unos 30€ al mes; o la píldora. Le dije que no podía aumentar en 30€ mi gasto médico, ya que actualmente tengo un gasto de 40€ al mes en medicación para tratar mis enfermedades. Me dijo que entonces me mandaba la píldora a ver si me ayudaba, a lo que le pregunté: “Vale, cuándo empiezo a tomar la píldora? Porque yo no tengo la regla, soy intersexual”. La doctora se quedó petada y, ante su ignorancia sobre el tema, me mandó a ginecología para que me asesorara al respecto.

Llegué a consulta de ginecología hablando en todo momento de la calvicie, nada más. Lo primero que hizo la ginecóloga, fue ponerme en duda al entrar por la puerta, dijo: “es que no encuentro tu historial”. Resultó que el historial, al ser de hacía 8 años, no estaba digitalizado. Lo encontró pero no me pidió perdón por haberme cuestionado sin motivo, y me trató con bastante violencia. Me dijo que si no tenía la regla que simplemente me tomase la píldora cuando yo quisiera. Pero que había que volver a hacer las pruebas de cero porque el Rokitansky no se diagnostica de la forma en la que me lo diagnosticaron. Repito: Iba por la calvicie. Me obligó a repetir todas las pruebas, haciéndome un cariotipo y una resonancia para comprobar lo que ya sabíamos. Pero no sin antes ofrecerme 5 veces de nuevo la vaginoplastia. En la última ocasión me dijo: “Es que cuando quieras tener relaciones sexuales, querrás la vaginoplastia.” Yo iba con una de mis parejas, así que nos miramos con cara de circunstancia y le respondí: “Ya tengo relaciones sexuales completamente satisfactorias, no es necesaria la vaginoplastia”. Esta insistencia me resultó curiosa, ya que unos años atrás me habían negado una reducción de pecho por mi peso, pero estaban muy dispuestos a someterme a una vaginoplastia sin necesidad.

Tras esto, quiso explorar mis genitales, a lo que me negué rotundamente. Estaba yendo por un problema en mi pelo, no por mis genitales. No soy un mono de feria que puedan explorar simplemente porque no entienden la intersexualidad. Ante mi negativa, se despidió y me dijo que cuando tuviera todas las pruebas, volviera. 

Insistí de nuevo en la calvicie y me dijo que me metía la píldora en la receta electrónica, pero que tuviera en cuenta que “con mi peso es normal una pérdida de cabello debido a que el cortisol transforma los estrógenos en andrógenos.” De nuevo, esa afirmación sin mirar siquiera las últimas analíticas que me había hecho por este tema hacía menos de un mes. Mis hormonas han estado siempre en niveles correctos, ya que mi tipo de intersexualidad no produce ninguna variación hormonal.

Me hice todas las pruebas que confirmaban el diagnóstico, con todo lo que eso supuso. La resonancia magnética fue en una máquina en la que prácticamente yo no cabía, y no soy una persona demasiado grande. Era muy agobiante y además tuve que aguantar las miradas de uno de los técnicos de rayos que sinceramente no era nada amable. Las otras dos mujeres que estaban encargándose de la prueba sí fueron muy agradables y me dieron los resultados en el momento porque eran evidentes. Así que pude saber que tenía razón y que esas pruebas habían sido una pérdida de tiempo aderezadas de gordofobia. Tenemos derecho a que las máquinas sean de un tamaño adecuado a todas las corporalidades.

Todas estas cuestiones han supuesto que, al día de hoy, vaya al médico sólo cuando es estrictamente necesario. Aguantar que te violenten constantemente es agotador, pero para mí es completamente imposible no ir al médico. Tengo que llevar un control sobre mis enfermedades y no sirve con el que ya llevo yo misma en mi casa. Necesito hacerme pruebas de forma anual para confirmar que estoy estable. Necesito modificar mi medicación cuando deja de hacer efecto. Y cada vez que voy al médico, tengo que soportar que me traten con violencia capacitista, gordofobia y muchas veces también interfobia. Necesitamos educar a todo el sistema de salud en las intersexualidades (entre otras cosas) para que dejen atrás sus prejuicios y no nos violenten. Necesitamos hablar de estas experiencias para sacarlas a la luz y que dejen de ser un tema de segunda. Las vidas intersex importan y debemos denunciar las violencias que sufrimos.

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