HSC – Mí «Ser» INTERSEX. Por Gaby (Argentina)

HSC – Mí «Ser» INTERSEX

Por Gaby (Argentina)

**Gaby es coordinadora del nuevo proyecto Orquídea Intersexual

Gaby orquideas

Buscando en el internet pude encontrar una página llamada La Brújula Intersexual, y algunas situaciones que estaban dormidas dentro de mi alma surgieron nuevamente para abrir mis ojos y dar luz a mi mente, agradezco al grupo de apoyo de este proyecto por ser parte en la guía de mi entendimiento, por su acompañamiento y la amistad que hemos logrado.

En la infancia cuando muy pequeña, mis buenos padres, los que siempre buscaron el bienestar para mí y mis hermanos, y guiados quizás por la mala influencia médica o quizás, si soy algo más benevolente, por el desconocimiento de los médicos de esa época sobre las características propias que conformaban al ser que acababa de llegar; aplicaron su más terrible decisión: le explicaron a mis padres que es@ niñ@ que había llegado con características que hacían que no se alcanzara a distinguir si era niño o niña, mediante un estudio genético y operaciones sería «normal». Hundiéndome allí en un largo y penoso proceso de consultas, manipulaciones y vejaciones en mi cuerpo infante, y así lograr convertirlo en una niña (guiándose por el estudio genético que no reflejaba del todo la verdad). Con el correr del tiempo estas terapias se convirtieron en algo habitual, y el ir al médico para modificar mi cuerpo como un deporte.

En las consultas recuerdo, aunque he anulado mentalmente parte de estos recuerdos, algunas de las situaciones que me tocaba padecer. Era como si me evadiera, y vivía en mis pensamientos sin tomar en cuenta que a quién estaban modificando era a mí y a mi cuerpo, imponiendo un estigma de rechazo de mi misma de mi propio cuerpo.

Mi pensamiento de pequeña no se ligaba con la del estándar de las niñas y sus juegos o elecciones, y siempre vivía siendo rechazada en el transito escolar por los grupos en los juegos o amistades, situaciones que nunca podía comprender porque pasaban. Aprendí a vivir en soledad desde pequeña.  Buscaba en ocasiones unirme a los grupos de niños y sus juegos y formas, pero ellos tampoco no dejaban que perteneciera. Imaginaba que era como uno de ellos sin que esos pensamientos salieran a la luz, sin que mis padres supieran la verdad, no vaya a ser que ellos ya no me quisieran o los médicos hicieran algo para modificar el hecho de que, en realidad, a veces me identificaba como niño y a veces solo pasaba la vida sin tener percepción de una identidad, usaba mi imaginación como una vía de escape.

Y así transitaba mis días entre terapias escondidas, juegos de varones, silencios consientes e inconscientes, y ¡el desconocimiento de mi verdad!

No hago reproches a mis buenos padres, ellos solo estuvieron mal conducidos y, de alguna forma, también fueron manipulados como de igual manera lo hacían con mi cuerpo infantil e inocente.

Con mi hermana menor, compartí las visitas continuas al médico y los tratamientos estigmatizastes y aberrantes de los que hoy soy consciente, los cuales rechazo y denuncio. Aunque mi hermana haya fallecido, también compartiría que su tratamiento fue más complejo, y ella llego a rechazar esta manipulación que hacían con ella pero, a pesar de eso, iba como oveja al matadero, sin tomar conciencia total ya que la consigna era: «es para que estés bien».

Yo hice un bloqueo, expandía mi mente para salir del consultorio y de las conversaciones que mi madre tenía con la doctora, otra opción no tenía, siendo un@ niñ@ de 6 o 7 años fue la forma que tenía para evadirme y escapar. Además, los médicos se encargarían de hacerme cambiar de opinión, o de armar alguna otra historia, si yo me atrevía a decir algo que no era conveniente de acuerdo a los planes establecidos por la despreciable «NORMALIZACIÓN DE LOS CUERPOS INTERSEXUALES» imperante a nivel mundial.

Pero, de alguna manera, en mi ser más íntimo, algo me hacía comprender que era diferente, que las modificaciones por las que pasaba no anulaban mi ser interior, aunque vivía con un karma impuesto en el que los médicos querían crear una niña con un cuerpo típico; pero siempre sentí que no era igual a ellas, el cuerpo comenzaba a mostrar otras formas. Por tanto, mediante dosis más altas del medicamento que me daban todos los días, más o menos fueron amoldando el cuerpo al estereotipo. A pesar de esto, nunca sentí que fuera del todo “niña”, ni del todo “varón”, aunque siempre sentí que me gustaban las chicas, pero, con lo que me tocaba transitar, si los médicos decían que yo “debía ser una niña”, ¿cómo esta situación sería vista por mi familia?

De muy pequeña tuve la primera intervención quirúrgica, en la que fabricaron unos labios mayores y redujeron parte de la virilización con la que nací (clítoris más grande de lo considerado “normal”), ocultado completamente esa parte de mí que, según ellos, pudiera hacer que me sintiera diferente. A los 12 años, llego una nueva operación (denominada vaginoplastia), ellos dijeron: «Será para que seas más femenina». Así, sin explicaciones y sin saber realmente lo que me harían, fui a la operación. Luego, al salir de esa sala, sentí mi cuerpo diferente, pero allí no termino el martirio, luego comenzaron con las terapias de calibraciones vaginales (también llamadas dilataciones), que eran tan incomodas y estigmatizantes, más tarde entendí que fui violada bajo anestesia, porque eso son esas calibraciones: una violación.

Son pocos recuerdos que tengo de ese tiempo de consultas interminables, de horas dentro de los hospitales, y de las veces que prestaba algo de atención y no salía volando con mi mente. En una de esas consultas, la médica mencionó que con el correr del tiempo y con mayores tratamientos: ¡podría ser madre!  Allí se prendieron todas mis alertas, ¿acaso alguien me preguntó si era eso lo que yo quería, si es que era lo que deseaba? o ¿solo fue que se la pasaron creándome una vida sin mí consentimiento? Esa fue la gota que derramó el vaso. Escuchar eso, hizo un clic en mi cabeza, ¡ya no quería más eso!, no quería más esos tratamientos, ¡se la pasaron eligiendo por mí! Tenía 19 años y ¡ya no quería más!

Conforme fue pasando el tiempo asistía esporádicamente a los controles médicos, algunas veces ni siquiera iba. Pero aún estaba sumida en la ignorancia de la verdad de las características que me definían, y en esas fantasías amorosas con chicas que asumía que solo podría ser su amiga, y así, corría el tiempo y la vida.

Llego internet, y un día de esos tantos una duda cruzo mi mente, y tipie el buscador el término “Hiperplasia Suprarrenal Congénita Perdedora de Sal”, el cual un día había leído en mi expediente médico, surgió algo de información médica y algunas que otras páginas en inglés. Por primera vez leí las palabras “Intersex” y “hermafrodita” (este último es un término inexacto e incorrecto), en otras páginas decían cosas como “virilización genital femenina”. Seguí leyendo sin lograr entender del todo el significado debido a la terminología médica, pero sintiendo a la vez que algo allí había abierto algo así como mi piedra fundamental.

Entre tanto, entre amores y desamores, también salí del closet, sacándome de encima otra de las cadenas que no dejaban que pudiera ser libre.

Tratando de encontrar esa preciada verdad, comenté lo que había descubierto en casa, volvieron a surgir en mi madre esos recuerdos de las primeras épocas de incertidumbre, de nervios y desconciertos, y respondió: “¡tenés un examen genético que dice que eres mujer!”. Sin seguir insistiendo me quedé callada, y mi hermana menor, quizás de forma sabía, dijo: “¡¿entonces somos NI?!” (NI, para mi hermana, significaba ni hombre ni mujer) Luego, para que mi madre no se sintiese mal, dejamos que la vida siguiera. Yo en esa época tenía 28 años.

La historia se detuvo, me habían detectado un linfoma, y en mi hermana hacia poco le habían descubierto un carcinoma fibrolamelar, además, mi padre llevaba tiempo ya enfermo de enfisema pulmonar. Sentí que en mis manos estaba lograr salir adelante y hacer lo que estuviera en mí para lograr mejorar. En ese tiempo la vida fue difícil, mi cielo era bastante gris. Por gracia de Dios también contábamos con el apoyo de mi madre, mis otros dos hermanos y parte de mi familia, quiénes nos aportaban fuerza para transitar esta situación. Cuando asistía a mis últimas sesiones de quimioterapia, Dios llamo a mi padre a su lado.

El tratamiento había dado buenos resultados, recobre mi salud y los médicos me dieron el alta. Hacía algún tiempo que también había detenido mi búsqueda de respuestas a mis interrogantes primarios, que tenían por objetivo saber quién era.

Como todos, también tuve mis malas experiencias amorosas, que a la larga lastiman pero enseñan, creí haber encontrado a alguien especial para mí, pero con el tiempo, comprendí que eso no era así, y tras algunos meses fuera de casa, regresé.

Mi hermana estaba algo más delicada de salud. Pero ella misma, y su incansable amor a la vida, no la dejaban caer. Los médicos no tenían un pronóstico alentador, pero no bajo sus brazos hasta su último día, con tesón y empeño jamás se rindió, paso algún tiempo más hasta que Dios también se la llevo. Fue una gran pérdida, una pena muy grande para mí y mi familia, comprendimos que así suelen ser las vueltas de la vida, que solo hay que aprender a afrontarla en unión y amor. A estas alturas ya transitaba mis 35 años, y había otro peldaño en mi escalera.

Decidí transformar el dolor en una forma de lucha y me puse a estudiar nuevamente, ingrese a la Tecnicatura en Producción Audiovisual y, siguiendo el ejemplo de mi hermana de no rendirse nunca, emprendí ese nuevo camino.

Entre tanto, algo comenzó a pasarle a mi cuerpo, nuevamente la verdad que había quedado dormida volvía a llamar. Comencé a notar que el acné era bastante, y ahora esa pelusilla era pelo de barba que comenzaba a salir. Confundida, sin entender del todo lo que sucedía, y viviendo esta situación como algo que no podía ser, según determinadas normas relatadas por quienes se dicen estudiosos, a pesar de que en mis pensamientos siempre sentí que no era del todo mujer, la sensación de rechazo social, la angustia por el desconocimiento, el ocultamientos de la verdad en el consultorio, la influencia de años de tratamientos normalizadores… habían mellado mi psiquis, generando una confusión entre lo que yo era, lo que quería, lo que ellos habían generado de mí y de mí cuerpo, y de la resecciones que este había empezado a tener. Por años le impidieron a mi cuerpo que saliera a la luz. Así, inundada por ese desconocimiento, no sabía qué hacer y recurrí nuevamente a consulta con mi endocrinóloga. Quizás buscando alguna explicación que pudiera entender.

Esta doctora lo que hizo fue pedir una secuencia de estudios de sangre habituales, y al obtener el resultado, sin mediar ninguna explicación, solo me dijo que podíamos probar con otro medicamento, ella dijo que era más fuerte que la hidrocortisona, la cual hasta mis 36 años había sido el medicamento que me había acompañado siempre. Acepte pero sin comprender lo que estaba pasando.

Al fin, salí del consultorio con un estudio en la mano, en este decía: “testosterona elevada, valores masculinos”. Algo hacía crack en mi cabeza. ¡¿Sería que mi mente de tanto pensar en eso estaría convirtiéndome en un varón?! ¡Mi stress mental estaba saturándome! No podía comprender del todo. Pasaron algunos meses tomando el nuevo medicamento, y este empezó a mostrar sus efectos negativos. Esta situación me hizo pensar y volver a recordar aquellas lecturas previas, había dejado de buscar explicaciones para no generar alguna contradicción de pensamiento en mi familia: entre lo que yo les comentaba y lo que los médicos habían dicho.

Los efectos del medicamento habían generado que engordara de manera casi monstruosa, y al mirarme al espejo, ni siquiera distinguía si era yo misma. Esto generaba un efecto de rechazo hacia mí misma, anulando por completo mi autoestima, generando problemas psicológicos en la propia aceptación, y me impedía una sana y buena integración social.

Desde niñ@s, las personas intersexuales sufrimos la tragedia de la anulación de nuestro ser, debido a que estas propias características intersex, ponen en jaque un sistema de orden binario establecido en la sociedad. Entonces, mediante manipulaciones hormonales y quirúrgicas, así como una vida plagada de mentiras, logran someter y anular las características propias y naturales con las que nacemos. Como ya viene establecido por los genes, y también como especie humana, pueden surgir características diversas al nacer: niños rubios, morenos, altos, con una variedad de color de ojos, etc. En el caso de las personas intersexuales, simplemente llegamos con una variación en los niveles hormonales que produce una variación en las características sexuales, esto pudiendo estar ligado a la producción de determinadas sustancias y/o a la no producción de otras. Esta es nuestra propia naturaleza, y NO creo que este bien someterla, profanarla y anularla desde pequeñ@s y sin nuestro consentimiento plenamente informado.

Con el correr del tiempo, he llegado a comprender que soy una persona con algunas características propias, y compartidas también con un grupo grande de personas que están saliendo a la luz y también están contando sus historias. Que nuestras características genitales, no nos deberían dejar vulnerables para ser conejillos de indias, que deben ser modificados para no alterar un viejo mandato de un orden de género binario establecido.

Cabe hacer una distinción entre el trato médico que se da a la HSC (en mi caso perdedora de sal) que si puede causar algunos problemas de salud, de las diferencias genitales con las que se nace que no deben ser tratadas como un problema de salud en sí mismo. La perdida de sal que presenta mí cuerpo, y los niveles bajos de producción de cortisol que pudieran existir por la HSC, si debe tener un control médico adecuado, aunque conscientemente ligado al uso de dosis para que el cuerpo tenga un nivel natural de cortisol, y no para alterar características sexuales preexistentes, más si estas diferencias genitales no producen problemas de salud y son completamente sanas a nivel urológico, por tanto, la atención debería estar en que se amplíen los estudios en relación a la salud y no que se considere a la variación genital como una patología.

La configuración de mi cuerpo al nacer no tenía problemas urológicos, mis genitales estaban sanos, solo variaban de las típicas formas genitales femeninas, para mí eran normales. El sistema médico, que a veces en vez de curar enferma, decidió cortarlos, coserlos y emparcharlos, y para ellos eso era “normal”.

Me inundan emociones de angustia, tristeza, rabia, desazón e impotencia, porque la mutilación ya fue cometida y hoy solo soy lo que ellos crearon de mí. Mi cuerpo estaba estéticamente bien conformado, y lo cortaron y modificaron, también lo manipularon con altas dosis de cortisol (hidrocortisona o prednisona), en un intento de reducir los niveles de testosterona y que mi cuerpo no se “virilizara”, lo que me causó problemas de salud. Por estos “tratamientos” y mutilaciones, hoy mi cuerpo ya no es lo que debería haber sido, y esto lo hicieron sin tener conciencia de lo que hacían con mi psique y mi cuerpo. Y lo más grave es que no dejaron que yo pudiera elegir lo que quería para mí vida. Anularon toda autonomía humana de conocimiento sobre el tema y la elección de cómo estéticamente querría verme.

Agradezco por el apoyo al proyecto de la BRUJULA INTERSEXUAL, que han sido un fuerte respaldo para poder entender y hoy compartir mi historia, así como algunas de mis reflexiones.

Agradezco también a la Lic. Eva Alcántara, una gran aliada de la comunidad intersexual, una amiga y una excelente profesional, junto a ella fuimos despejando las tinieblas que cegaban mi mente, y entre charlas encontramos el camino.

Por último, un gran agradecimiento con todo amor a mi familia, que retroalimenta mis fuerzas cada día, así como a todas las personas que conocí en este camino de la vida que ya no están, pero están en mi corazón, no los olvido… ¡nos volveremos a ver!

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