El secreto de mi sexo. Por Sarah Graham

El secreto de mi sexo

Por Sarah Graham

Traducción: Laura Inter del texto “The secret of my sex” de Sarah Graham

Fuente: http://www.independent.co.uk/life-style/health-and-families/health-news/the-secret-of-my-sex-411032.html

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Sarah Graham tenía 25 años de edad cuando descubrió que los doctores le habían ocultado: tenía características tanto masculinas como femeninas.

De las frases que todos tememos escuchar, probablemente: “Usted tiene cáncer”, estaría en la cima de la lista para la mayoría de las personas. Que te digan que no puedes tener hijos sería otra de esas frases. Cuando tenía ocho años, un ginecólogo le dijo a mis padres esta devastadora noticia: que yo tenía una condición genética muy rara, y que si mis ovarios no eran extirpados, podría desarrollar cáncer cuando alcanzara la pubertad, y entonces morir.

Casi veinte años después, descubrí que mis doctores nos habían mentido tanto a mis padres como a mí. Y que esta situación no era única, era la política estándar (hasta mediados de 1990), para esconder la verdad acerca de todas las condiciones como la mía. Tenía 25 años de edad cuando me enteré de la extensión del encubrimiento y, el impacto que implico el que repentinamente me dijeran la verdadera naturaleza de mi diagnóstico, sin ningún tipo de apoyo y después de que me mintieran sistemáticamente por tantos años, casi me mató. Sufrí un colapso emocional.

El obscuro secreto acerca de mi cuerpo, es que soy la encarnación viviente de una aparente contradicción, una mujer con cromosomas XY (tanto características femeninas como masculinas). En pocas palabras, mi cuerpo tiene una apariencia exterior femenina, pero tengo cromosomas masculinos, y una o dos otras sorpresas en el interior de mi cuerpo. Hay varios posibles tipos de intersexualidad. Se estima que hasta el 4 por ciento de la población, nace con una condición intersexual. Somos una minoría bastante invisible y oprimida, y el miedo, la fascinación y la aversión que nuestros cuerpos provocan en la cultura occidental moderna, ha tenido el poder para avergonzarme y silenciarme por años.

En el siglo 20, la institución médica y la jurídica, hicieron lo que pudieron para borrarnos de la sociedad. A pesar de que la naturaleza ama la diversidad – existe un arcoíris de sexos y posibles géneros – los expertos paternalistas se encargaron de forzar a todo el mundo a encajar en dos categorías: hombre y mujer. Cajas binarias. Ninguna otra es aceptable.

Hemos escuchado hablar de tribus africanas “paganas” que llevan a cabo clitoridectomías, pero no se ha escrito mucho acerca de la cirugía genital realizada a bebés y niñxs pequeñxs por ginecólogos en Europa y Norteamérica– para que tengan una apariencia “más normal”. A menudo, estas cirugías se realizan por razones completamente cosméticas, y frecuentemente son perjudiciales para la respuesta sexual y/o fertilidad en adultos. Los doctores tienen reglas acerca que tan grande debe ser el clítoris. Y si un bebé tiene un pene pequeño, puede ser reasignado como mujer, debido a que las vaginas son más fáciles de hacer que los falos funcionales que pueden pasar la prueba en los vestidores [de las escuelas]. El noventa por ciento de lxs bebés intersexuales, emergen del quirófano como niñas.

Esta violación de los derechos humanos de lxs niñxs, está comenzando a ser cuestionada. Cuando nace un bebé intersexual, un “experto” es llamado para decidir a qué sexo se le asignará, y los padres frecuentemente son presionados a aceptar esa decisión. Entonces, se espera que los padres se confabulen con el rígido proceso de socialización presente en la sociedad (rosa para una niña, azul para un niño), y que no le digan a su hijx quien es realmente.

La batalla para sobrevivir a mi dolorosa historia, y la continua lucha por ser libre para pensar fuera de las casillas hombre/mujer, y para alzar la voz por las personas intersexuales – desafiando la hegemonía médica y legal – ha sido, y continúa siendo – el mayor reto de mi vida.

Mi travesía comenzó en 1977. Durante unos meses había estado teniendo dolor abdominal, y después de varios exámenes, fui referida a ver a un ginecólogo mundialmente reconocido (imaginen a Dios con bata blanca). Después de que él y lo que parecía ser un ejército de estudiantes de medicina, me examinaran, anunció a todos en el consultorio que yo era una “pequeña niña muy especial”. Esta noticia resultó tener sus pros y contras.

Puedo recordar el dolor en la voz de mi padre, y a mi madre llorando. Al principio no entendía porque estaban tan alterados. Pero pronto descubrí que no tener ovarios significaba que no podría tener bebés. Mi cirugía sucedió en la época en que la reina de Inglaterra estaba celebrando su Jubileo de Plata. Yo era la única niña en la sala. Traté de huir, pero fui capturada y detenida por las enfermeras. Pronto me di cuenta que no tenía derechos humanos, y esto se confirmó cuando, la noche antes de mi cirugía, me hicieron un enema en frente de mi madre.

Había sido una pequeña y feliz niña hasta mi cirugía, pero regresé a la escuela como una niña muy diferente. Mis experiencias en el hospital, me llevaron a jugar de manera compulsiva a representar a doctores y enfermeras, y mi creciente odio a mí misma y comportamiento solitario, pronto atrajeron a un adolescente que se hizo mi amigo y abusó sexualmente de mí hasta que tenía 11 años de edad.

Debido a que no tenía ovarios, tuve que tomar píldoras de estrógenos desde los 12 años de edad, y en uno de mis viajes regulares a ver a “Dios”, me dio la noticia de que además de ser infértil, tampoco tendría periodo menstrual – “no tienes útero” y “puede ser que no te crezca vello púbico”. Estas impactantes declaraciones fueron presentadas como hechos, y entonces se me dejó la responsabilidad de darles sentido. No podía hablar con mis padres. Sentía mucha vergüenza. Las cosas empeoraron cuando tenía 14 o 15 años: mi ginecólogo me revisó y dijo que podía ser que mi vagina fuera demasiado pequeña para tener relaciones sexuales agradables [penetración heterosexual]. Me envió a casa con un set de dildos del sistema nacional de salud (desde uno pequeño hasta uno muy grande), con poca explicación acerca de cómo utilizarlos. Me sentí tan asustada que los tiré a la basura.

Nunca sentí que encajara muy bien en mi identidad de género como niña. Era una tomboy desde una edad muy temprana, y prefería las figuras de acción a las muñecas. Aunque rechazaba los vestidos y los peinados de colitas de caballo, y me gustaba trepar árboles, estaba interesada en los niños. Pero a medida que pasaban mis años de adolescencia, comencé a sentir que estaba fallando como mujer. El no ser capaz de tener hijos, realmente socavó mi autoestima. Me preocupaba mucho si un compañero masculino se quedaría conmigo, si yo no le podía dar una familia. Aún seguía viendo a diferentes ginecólogos dos veces por año para que me realizaran chequeos, y ninguno de ellos rompió la disciplina y fue capaz de decirme la verdad.

Cuando tenía 17 años, me sorprendió mucho el enamorarme de una mujer. Salir del closet como lesbiana fue una experiencia muy feliz para mí. Me había escapado de la escuela para ser una mujer de Greenham, y finalmente pertenecer a ellos. Después, me mudé a Londres para estudiar antropología y comunicaciones en la Universidad de Goldsmiths, y me uní al grupo de activismo por los derechos gay llamado OutRage!. Derek Jarman y yo nos hicimos muy buenos amigos en una demostración, bajo la bandera “Derechos Gay Ahora!” en medio del Charing Cross Road. Mi amistad con Derek me hizo pensar realmente en la sexualidad y el género, y pronto me puse la etiqueta “lesbiana” a favor de lo “queer”: con su rechazo a las reglas “heterosociales”. Egoístamente, desearía que Derek no hubiera muerto cuando lo hizo (1994), porque fue más tarde ese mismo año, que un nuevo ginecólogo finalmente me dijo la verdad. Derek no se hubiera perturbado por mis noticias. Me habría ayudado a ver los aspectos positivos, y a desafiar a la pandilla de asesinos que se apoderó de mi cabeza.

A pesar de que estaba bien informada acerca de la construcción cultural de la sexualidad, nada me preparó para lidiar con los hechos de mi extraña condición genética – que ahora es llamada Síndrome de Insensibilidad a los Andrógenos (SIA). El que me dijeran que desde el punto de vista cromosómico soy hombre (XY, y no XX), y que los “ovarios” que me fueron extirpados en realidad eran “testículos” no descendidos, fue un completo trauma. (¡No, en verdad! En un buen día, ahora puedo reírme de eso). Mi cuerpo es una casualidad genética de 1 de cada 30,000, y casi soy completamente insensible a la testosterona, así que aunque tengo cromosomas masculinos, no me desarrolle correctamente siguiendo la línea de lo masculino (todos los fetos comienzan como mujeres, y la exposición a la testosterona de la madre hace que el cuerpo del bebé XY crezca con características masculinas).

Muchas mujeres XY son felizmente heterosexuales. Para mí, mi bisexualidad y el hecho de que abrazo como identidad ambos sexos, me ha llevado a participar en un interesante experimento el año pasado [2005]. Sucede que la operación que tuve cuando era niña, pudiera no haber sido necesaria – hoy en día, algunas jóvenes niñas y mujeres XY, eligieron conservar sus testículos para poder producir hormonas de manera natural. Mi endocrinólogo, el Dr. Conway, y yo, hemos estado cambiando mi terapia de reemplazo hormonal: desde solo usar estrógenos, hasta usar una mezcla de estrógenos y testosterona. Esto me ha dado más energía, una mejor respuesta sexual, y me siento más plenamente viva. A pesar de ser “inmune” a la testosterona, mi cuerpo ha pasado por algunos cambios físicos (mejor tono muscular, más vello púbico y un clítoris más grande). Emocionalmente, también he cambiado. Soy más consiente de mi energía masculina, y lloro mucho menos. Extrañamente, también me siento mucho más cómoda que nunca con mi feminidad.

Honestamente puedo decir que no me arrepiento de nada que me haya pasado – excepto por la infertilidad – porque todo eso me ha hecho muy fuerte. A través de mucho examen de consciencia, y de pensar sobre “¿Quién soy?”, he ganado una visión clara sobre las luchas de poder de lo masculino/femenino, y la búsqueda del equilibrio.

Actualmente estoy haciendo una investigación para preparar un desafío, para que se reconozca adecuadamente en la legislación el derecho a ser llamada por lo que soy: intersexual. Quiero que esté escrito en mi pasaporte y quiero la libertad de poder casarme con una mujer en la iglesia. Esta campaña por los derechos intersexuales, nos beneficiará a todxs. ¿Por qué tenemos que ser forzadxs – por esa rígida forma de pensar del siglo pasado – a estar en esas incómodas categorías? Seguramente todxs nos beneficiaremos de ser libres para deambular y no ser encasillados.

UK Intersex Association

Intersex Society of North America

Hechos sobre la Intersexualidad

El Síndrome de Insensibilidad a los Andrógenos (SIA) es uno de una serie de condiciones intersexuales biológicas.

Las personas con AIS nacen con los cromosomas masculinos XY, testículos no descendidos (que pueden ser confundidos con ovarios), y los genitales externos femeninos. Son genéticamente masculinas, pero con apariencia femenina.

En un feto típico con cromosomas XY, los andrógenos (hormonas masculinas) producidos por los testículos embrionarios, influencian el desarrollo de los genitales masculinos en el útero. Pero en el SIA, el feto es incapaz de usar los andrógenos, y en su lugar desarrolla genitales femeninos, aunque carece de órganos internos femeninos, tales como los ovarios.

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