Mi secreto [historia de una persona intersexual con Síndrome de Insensibilidad a los Andrógenos]
Por Eden Atwood (actriz, cantante de jazz)
Traducción de Laura Inter del texto “My Secret” de Eden Atwood
Fuente: http://mamalode.com/story/detail/my-secret
Nunca amé a mi madre tanto como la amo ahora. Nuestra relación nunca fue fácil, pero ahora que soy madre, entiendo lo que es el querer lo mejor para mi hijo: También entiendo lo que es sentirme exhausta, impaciente, estresada y resentida de que ya no puedo hacer lo que quiera. Aun así, ser madre le ha dado dirección y propósito a mi vida. La maternidad ha hecho que todo sea más significativo.
Mi hijo es adoptado y además es una persona de color. Quiero que se sienta orgulloso de ser quien es, y que abrace las diferencias, y también las similitudes, que tiene con otros. Mi hijo no puede esconder sus diferencias en nuestra comunidad que es mayoritariamente de raza blanca. Sé lo que se siente ser diferente. A diferencia de mi hijo, yo sí puedo esconder mi diferencia, y por mucho tiempo eso fue lo que hice. Pero una vez que me convertí en madre, quería mostrarle lo importante que es el amarse y respetarse a uno mismo. Esta es parte de mi historia como hija y como madre.
Hay un momento en la vida de toda mujer joven, en el que toma una revista, observa a la mujer en la portada y piensa para sí misma: “No soy lo suficientemente bonita.” Para algunas, estos pensamientos son algo pasajero, para otras, es un sufrimiento para toda la vida que acentúa una profunda carencia de amor a sí mismas. Muchas veces, incluso la mujer en la portada de la revista, piensa que es defectuosa. Lo sé, mi foto también ha adornado portadas de revistas y pantallas de televisión, ya que soy actriz, modelo y músico. Y nunca sentí que fuera lo suficientemente bonita. De hecho, algunas veces sentía que no valía nada. La verdad es que guardo un secreto, uno que creía era tan terrible, que si alguien alguna vez lo descubría, perdería todo.
Sentir que no vales nada, causa un sufrimiento insoportable. Te lleva a lugares muy oscuros y hace que tomes decisiones increíblemente desesperadas. Fui hija única, y nací con unos padres que no eran capaces de lidiar con mi secreto. Difícilmente hablábamos de ello. Pero todos nosotros sabíamos que existía. Era algo amenazante, pero de lo que no se hablaba.
Los secretos producen soledad. Más allá de todo esto, quería alguien que amara mi secreto. Estaba convencida de que si alguien en verdad me amaba, todo iba a estar bien. Había renunciado hace mucho tiempo a primero amarme a mí misma.
Por 15 años, creí que era un monstruo al que nadie podía amar. Esas creencias influenciaron cada una de mis decisiones. Irritable y desesperada, mis decisiones de vida me llevaron a recorrer un camino muy doloroso.
En el medio de mis días más oscuros, era un vampiro emocional. Me involucré en un juego, que duró décadas, de tira y afloja con una variedad de hombres. Los seduje para que me amaran. Cuando ellos no me amaban lo suficiente, hacía lo que fuera para ganarme su cariño. Cuando ellos querían mi cariño, asumía que eran defectuosos. Pensaba: “¡No quiero ser miembro de un club que me aceptaría como miembro!”
Al final, me di cuenta que el cliché es verdad: primero tienes que amarte a ti misma. Espero que mi historia ayude no solo a aquellos con experiencias similares a la mía, sino a cualquiera que haya luchado por quererse a sí mismo.
A la edad de 15 años, en la Clínica Mayo, me diagnosticaron con Síndrome de Insensibilidad a los Andrógenos (SIA). El SIA es una condición genética considerada rara, que se manifiesta en 1 de cada 20,000 nacimientos. Es una condición intersexual. Pocos la analizan.
En resumen, el SIA ocurre cuando un feto con cromosomas XY – un feto genéticamente determinado para ser hombre – es incapaz de responder a los andrógenos masculinizantes. Cuando esto sucede, el feto se desarrolla de acuerdo al fenotipo femenino, es decir, con apariencia femenina. Casi siempre se prescribe la cirugía para eliminar los testículos internos, a través de un procedimiento conocido como gonadectomía, con la intención de hacer frente a un posible riesgo de cáncer. [El riesgo de que los testículos internos desarrollen cáncer es igual, o incluso menor, al riesgo de cáncer de seno – y no se prescribe cirugía para eliminar los senos de todas las mujeres – además el eliminar los testículos hace a la persona dependiente de una terapia de reemplazo hormonal, lo ideal es simplemente estarse realizando estudios periódicos para ver si los testículos – o senos – están sanos].
Los médicos descubrieron mi SIA cuando no me llegó la menstruación, ni llegué a la pubertad. Fui sometida a cirugía para eliminar lo que ellos describieron como “ovarios precancerosos torcidos”. Eso fue una mentira. Incluso mis padres me mintieron porque los expertos les aseguraron que la verdad me podría traumatizar. Y tenían razón; lo hizo. El ver como otros evitaban hablar acerca de mi “defecto” de nacimiento para evitar su horror, fue lo que me traumatizó. Así que creía la verdad que escuchaba en sus mentiras; creía que mi cuerpo era terrible y algo que debía ocultar. Este punto de vista influenció cada decisión que tome desde entonces, desde mi adolescencia hasta los 30 años de edad.
Guardar secretos es agotador, particularmente cuando estas involucrada en las artes. Vivía en un estado perpetuo de ansiedad de que la prensa pudiera descubrir mi secreto y entonces perdería todo.
Con el tiempo, me di cuenta que casi todo el mundo esconde verdades que juzga como terribles. Vivir con pensamientos de “deberías” o “no deberías” relacionados a una mentira, lleva al aislamiento y, eventualmente, a la desesperanza.
En 1996, durante un tour en Japón comencé a explorar el internet. Sentada en un centro de negocios en un hotel de Tokio, escribí “Síndrome de Insensibilidad a los Andrógenos” en la barra de búsqueda de Alta Vista. En respuesta a mi búsqueda, apareció un número telefónico… con un nombre…Patricia. Sorprendida, esperé a llegar a casa para llamarle. Hablé con Patricia por horas. Su historia era igual a la mía. Me dijo que había otras personas como nosotras. Fui a mi primera reunión de un grupo de apoyo, di un discurso acerca de la búsqueda de mi tribu. Lloré un río de lágrimas. Comencé a sanar las heridas de una década de mentiras.
Unos años después, viajé a Singapore por un concierto, y una tarde, mientras me relajaba en la piscina, leí “Franny y Zooey” de J.D. Salinger, de una sola vez. Mientras leía el final, esas últimas tres páginas luminosas, lloré profundamente. La niebla se disipó, aunque sea solo por un momento. Se necesitarían varios años para que empezara a entender profundamente el mensaje de Salinger, uno de aceptación y unidad, y que empezara a ponerlo en práctica.
Me convertí en una devoradora de libros que hablan del desarrollo del alma. Maestros budistas como Thich Nhat Hanh y Pema Chodron, fueron los que más me hablaban. En el Budismo no encontré una religión, sino una manera de abrazar las cosas tal y como son, con el entendimiento de que todo es exactamente como debería ser en todo momento.
Al acercarme a los 30 años, pensaba constantemente en bebés. Sabía que tendría que adoptar e imaginaba que mi carrera como músico de jazz, en la que viajaba constantemente, no me ayudaría en la solicitud de la adopción. Decidí volver a casa, a mi hogar en Montana y a la Universidad de Montana. Con incertidumbre de lo que iba a hacer después de terminar mis estudios de teatro que había iniciado años antes, sentía confianza de que lo que sea que hiciera sería una mejora.
De vuelta en Missoula, sin dinero, necesitaba un empleo. Me contrataron en Missoula Youth Homes para trabajar con adolescentes con graves trastornos emocionales. Ayudaba a que esos niños aprendieran a hacerse responsables de sus acciones y dejaran de identificarse como víctimas. Con seguridad puedo decir que yo fui quien aprendió más de esta experiencia que los mismos niños. Después de estar ahí por un tiempo, comencé a verme a mí misma de la misma manera que los veía a ellos: como alguien adorable, que valía mucho. Aun así, tomó un tiempo para que las decisiones saludables, se sintieran más naturales que las dañinas y desesperadas decisiones de mi pasado.
A los 35 años, hice realidad mi sueño y me convertí en madre. En la maternidad, es donde he experimentado los mayores retos de mi vida. Ser mamá, me ha dado aún más fuerza para ser la mejor versión posible de mi misma. Resumiendo esto a una sola expresión, lo que más quiero es que mi hijo se ame a sí mismo. Al querer esto para él, me di cuenta que antes él debía ver como yo me amaba a mí misma. Así que la maternidad es mi paso final para amarme a mí misma.
Actualmente, soy una madre, una artista, una profesora de música y un miembro de una comunidad que amo. Continúo trabajando para poder tratarme a mí misma con amabilidad, con amor y respeto. Y sé con certeza, que en esta vida una persona solo obtiene el amor y respeto que ella misma da a otros y, igual de importante, a sí misma. Con cada palabra dicha y escrita acerca de mis experiencias, sobre descubrir, ocultar y más tarde revelar mi secreto, me acepto y me amo a mí misma mucho más. Ser madre me ha dado la valentía de amarme a mí misma, para servir de ejemplo a mi hijo y para reflejar el amor que me dio mi madre cuando atravesaba experiencias difíciles y desafiantes.
Aprende más acerca de Eden Atwood aquí.
Aquí un video de Eden Atwood interpretando You Leave me Breathless
[…] “Incluso mis padres me mintieron porque los expertos les aseguraron que la verdad me podría traumatizar. Y tenían razón; lo hizo. El ver como otros evitaban hablar acerca de mi “defecto” de nacimiento para evitar su horror, fue lo que me traumatizó. Así que creía la verdad que escuchaba en sus mentiras; creía que mi cuerpo era terrible y algo que debía ocultar.” Eden Atwood […]
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