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¿Cuál fue tu primer pensamiento cuando descubriste que eras intersexual?
Por Alejandro Juárez-Carrejo (Andrea)
Fue un final y un comienzo:
Fue el final y un largo principio. Lloré mucho. Todavía lloro de vez en cuando.
También, fue un extraño alivio.
El secreto, o como me decían en casa: “de esto no se habla”, por fin tenía nombre, una explicación real, no una mentira; momento de saldar cuentas con el pasado; por fin se había acabado todo este secreto y, de alguna manera, era libre. Soy un hombre 46 XY con una variación de las características sexuales, una persona intersex.
Fue un proceso largo, comenzó en el 2017. Toda mi vida supe que había algo detrás de todo el silencio y que algún día tendría alguna verdad, descubrir quién era realmente y qué me había pasado en la vida.
Obsesiva y negativamente creí que el conocimiento llegaba muy tarde a mi vida: ojalá volviera a nacer, ojalá volviera a tener 2, 14, 18, 25 años, para empezar de nuevo. Estaba enojado, lloré y grité mucho (afortunadamente ya estaba en terapia), pero aun así quise suicidarme porque era demasiada información y no podía controlar todo lo que estaba sintiendo y conociendo en tan poco tiempo. Sin mis padres, sin los médicos que me atendieron en la niñez, adolescencia y juventud; sin ningún dictamen médico que respaldara algo de lo que tenía… me sentía perdido, era un sinsentido tan largo como mi vida. Tenía 56 años cuando comencé el proceso en el que me reconocí como persona intersexual.
Estaba enojado con mis padres por ocultarme la verdad. Estaba enojado con los médicos por tantas cirugías y tratamientos sin mi consentimiento, tratamientos que tenían el objetivo de “hacerme un niño varón”. Estaba enojado por las mentiras. Particularmente, me sentía enojado con mi pediatra, quien me atendió hasta que cumplí 18 años… sigo enojado con él aunque murió hace muchos años, pero lo estoy trabajando en terapia. También estaba enojado con la vida, con Dios (si es que existe), con todo.
El siguiente paso fue, a través de estudios de genética, saber qué era, pero el proceso fue largo y complicado porque pasaron muchas cosas. El 19 de agosto del 2017 murió mi padre, un mes más tarde ocurrió el terremoto del 19 de septiembre, el edificio donde vivo se dañó seriamente, así que los vecinos nos organizamos para solicitar ayuda del gobierno para repararlo, pero lo logramos hasta el 2019, siempre con el miedo de que hubiera otro terremoto y el edificio se cayera. En lo personal, con mi vida hecha un caos, buscaba ayuda médica y encontré a un endocrinólogo que tibiamente me ayudó y comenzó a suministrarme testosterona, ya que mi organismo no la produce y tenía un desajuste hormonal. Mas tarde, busqué donde hacerme un estudio para conocer mi cariotipo, pero los hospitales y laboratorios privados eran muy caros, algunos hasta en dólares cobraban. Una amiga psiquiatra me sugirió que fuera al Hospital General Eduardo Liceaga (un hospital público del gobierno de la Ciudad de México); allí estaba el mejor departamento de Genética en México. Cuando lo intenté, estaba viviendo fuera de mi casa porque ya habían comenzado las reparaciones de mi edificio. En marzo del 2020, comenzó la pandemia de Covid y el hospital cerró sus puertas para volverse un hospital Covid, como pasó con casi todos los hospitales de México, así que ya no pude realizarme los estudios.
En marzo del 2021 ingresé al hospital e inmediatamente me enviaron al departamento de genética. Tuve la fortuna de que me atendiera la mejor genetista de México y su equipo. En los meses siguientes me hicieron los estudios de cariotipo y una secuenciación molecular. Finalmente, me informaron que mi cariotipo era 46 XY y que tenía insensibilidad a los andrógenos parcial. Durante el embarazo, mi madre probablemente sufrió de preeclampsia, lo que llevó a complicaciones hormonales, posiblemente a producir más estrógenos. No tengo ninguna información al respecto, porque mi madre ya murió, pero pienso que es muy probable que esto haya sucedido, porque padeció preeclampsia durante el embarazo de mi segundo hermano; somos cuatro hermanos y yo soy el último, con varios años de diferencia.
Nací con un pene pequeño, era difícil distinguir si mis genitales eran de una mujer o de un hombre; además, mis testículos no descendieron y mi pene tenía hipospadias, tenía dos o tres pequeños agujeros por donde orinaba y, a diferencia de la mayoría de los niños, no orinaba por la punta del pene. Todo esto forma parte de mi variación intersexual: insensibilidad a los andrógenos parcial.
Salvo algunos detalles, toda esta información la supe hasta que me entregaron los estudios del cariotipo. Por este lado ya no había nada más que hacer, solo clarificar dudas. El segundo paso era empezar de nuevo con nuevos médicos, sugeridos por la genetista: endocrinólogo, urólogo y ayuda psiquiátrica. Tenían que regularizar mis niveles hormonales y debía tener un seguimiento con un médico urólogo especializado en gente intersex. Era necesario que combinara la ayuda psiquiátrica con mi terapia psicológica, porque estaba emocionalmente muy perturbado. Comencé la nivelación hormonal, volvieron a ponerme testosterona, pero con muchos estudios de por medio; como padezco hipotiroidismo, también me trataron eso y también me recetaron antidepresivos y ansiolíticos.
Aunque me realizaron muchas cirugías genitales, siempre oriné sentado y eso era un problema, porque algo tan normal como orinar, yo tenía que hacerlo con cuidado, con mucha higiene y de preferencia no en baños públicos. En la escuela primaria tenía permiso de ir al baño en horas de clase, para no hacerlo delante de los otros niños (supongo que fue un arreglo que hizo mi mamá). Las cirugías estaban dirigidas a “arreglar” el asunto y que pudiera orinar como cualquier hombre, también para que, en un momento dado, pudiera “tener relaciones con una mujer” … cuando yo ni sabía que era eso, nunca sucedió. Sigo orinando sentado y nunca tuve sexo con mujeres.
Ahora sé que nací cuando la información sobre la intersexualidad era pobre y poca. Mi mamá me ocultó la verdad para protegerme; mi padre aceptó y autorizó todo lo que me hicieron porque su pensamiento binario era “hombre es igual a hombre y mujer es igual a mujer”, no podía haber medias tintas en la casa de un hombre macho y con tres hermanos varones mayores que yo. Mi pediatra actuó con el mismo pensamiento binario y no con un razonamiento médico y ético; su ignorancia del tema predominó y la justificó como quiso. La ignorancia de los médicos sobre la intersexualidad persiste hasta ahora.
Nadie en casa estaba preparado para lidiar con este tema y fue causa de conflictos familiares. Algo que les molestaba particularmente a mi papá y a mis hermanos, era que fuera un niño tan femenino, o dicho de la peor manera: “maricón” (una palabra que me dijeron mis hermanos, los niños de la escuela, etc. Nunca mi papá). Durante la adolescencia y la juventud mi apariencia era tan andrógina, que me confundían con una mujer. Ahora sé que mi parte andrógina y femenina se debe a la descarga de estrógenos, como conté líneas arriba.
Mi parte andrógina, dejó de molestarme y ofenderme en mi primera juventud, la acepté y abracé. Hasta hoy creo que es la mejor parte de mí ser.
Aunque la orientación sexual no tiene nada que ver con la intersexualidad, desde niño supe que me gustaban los niños y no las niñas.
Aun con todas las cirugías y procedimientos médicos que viví, tuve suerte. No perdí sensibilidad genital, que es algo que pasa muy frecuentemente a las personas intersexuales que sufrieron cirugías genitales. En mi caso, puedo tener relaciones sexuales y las disfruto.
Todavía pienso, aunque lo sigo trabajando en terapia, que la información llegó muy tarde: entender y aceptar me ayudó a confirmar quien soy, a pesar de no corresponder al pensamiento patriarcal y machista de lo que “tendría” que ser. Acepto mi cuerpo como es y no tengo que dar explicaciones a nadie de lo que soy. En general, actualmente tengo un mejor trato de parte del personal médico y ahora me puedo defender cuando algo no me funciona o no me gusta, como ya me sucedió con un médico urólogo. Mi vida dio un cambio radical.
Durante años fui con psicólogos, psiquiatras, terapeutas (unos porque lo sugirió mi mamá y su terapeuta, y otros porque yo lo decidí), pero solo con un psiquiatra toqué brevemente lo relacionado a mi sexualidad y a mi cuerpo diferente al de otras personas.
En junio del 2017, lo primero que hice fue pedir ayuda y, por medio de un amigo que es psiquiatra, conocí a mi actual terapeuta, con quién pude abrir lo que sabía en ese momento y superar los duelos, como la muerte de mis padres, el duelo por reconocer quien era y otros. Después intenté buscar ayuda con un urólogo que conocía el tema y podía hablar con él, pero me trataba como bicho raro y lo dejé.
Estaba en crisis, sufría mucho, estaba profundamente enojado y deprimido, pero trabajarlo en terapia, hablar y repetirlo, me ayudaba poco a poco a entender aun cuando no tenía el diagnóstico genético. Abrumé a muchas personas con mi comportamiento errático, sufriente y volátil, sin poder explicar nada, porque no podía con el descubrimiento, hasta que poco a poco, junto con mi terapeuta, los genetistas y otros nuevos médicos, empecé a abrir el tema con mis amigos y con algunos familiares como mi hermano mayor y mi cuñada que es viuda.
Poco después, conocí a Brújula Intersexual, un grupo de personas intersex pioneras en México y en el mundo, que se dan a la tarea de ayudar e informar a sus pares. El año pasado celebramos diez años de labor. A Brújula y a mi terapeuta les estaré eternamente agradecido. Gracias a Laura Inter, la cabeza de Brújula, escribí una larga carta dirigida hacia mí, que terminó como un testimonio que forma parte de la página web y de nuestro primer libro que habla del ser intersex, como lo somos todes les autores. Mi círculo familiar y de amigos lo entendió, me abrazaron más metafóricamente, y empecé a entender la paz.
Comencé a participar en foros y pláticas, y esto, humildemente, me ha hecho un activista. Muches compañeres activistas, hasta la fecha, usan pseudónimos por miedo al bullying, discriminación, etc. Cuando yo inicié participando en foros y entrevistas, usaba un seudónimo: Andrea. Este nombre lo tomé de un personaje de teatro que representé muchos años atrás, el personaje era travesti. El nombre de Andrea en italiano es nombre de hombre y en español es de mujer. Soy Andrea.
Escribir mi testimonio no era suficiente, sentía que algo faltaba, hasta que lo entendí: Soy actor. Tengo 36 años haciendo teatro. Tenía que hacer algo con este “material”, e inconscientemente, con cierto fin didáctico, para ayudar a entender a mis pares, a mí mismo, a los que vienen y a sus familias; comencé a bosquejar la idea. Cuando un amigo psiquiatra me preguntó si tenía alguna obra de teatro con temática LGBTTTIQ+ para un congreso de psiquiatras que abordaría estos temas, respondí con mucha audacia que tenía un work in progress sobre personas intersex (aunque aún no tenía nada escrito, sólo imágenes en la cabeza); me preguntó que necesitaba y respondí que solo una cama de hospital; los otros implementos o atrezo los fui eligiendo durante los días siguientes.
Cuando por fin lo presenté, prácticamente eran cinco minutos, pero comencé a improvisar en escena, descubrí más cosas y presenté quince minutos de trabajo. Les gustó y les interesó mucho, así que empecé a trabajar seriamente en mi proyecto. En ese momento estaba ensayando una obra con la que fue mi compañía de teatro durante muchos años; estaba a disgusto por la puesta virtual que hicimos durante la pandemia; mi personaje dejó de existir en el video final y aparecía como sombra, coro y mano que entregaba cosas; estaba muy molesto, comencé a exigir claridad y respeto a mi trabajo; no quería ser sombra porque empecé como antagonista y junto con mi crisis personal, este trabajo se volvió un disgusto. También me exigieron que renovara mi visa porque había un plan de presentarse en Estados Unidos, pero en ese momento no podía hacer el trámite porque no tenía dinero; tanto me lo exigieron, que una buena amiga me dio el dinero sin ninguna condición y lo hice. Cuando me entregaron la nueva visa, le avisé a la directora y me dijo: “Tenemos que hablar” y me echó del proyecto, terminó nuestra relación laboral y amistosa. Me quedé en el limbo. Al final, fue la mejor patada en el trasero, porque me empujó a desarrollar mi proyecto.
Con la patada llegó una invitación caída, literalmente, del cielo, y fui a Estados Unidos a presentar mi testimonio y un work in progress (creación en proceso) que me ayudó a desarrollar otras escenas. La presentación se llevó a cabo en el Holy Cross College en Massachusetts, y después llegó la confirmación de la presentación de la primera temporada de mi proyecto en Ciudad de México, que se realizaría en un teatro donde antes había presentado una audición de diez minutos (aunque yo creía que mi audición había sido horrible y que no les había gustado).
Después de la presentación en Massachusetts, me dediqué a escribir y escribir lo que faltaba, a pensar en lo mínimo que requería de vestuario y escenografía, por falta de apoyos y presupuesto; junto con el equipo creativo que me acompañó, estrené el unipersonal que titulé: El Camino de la Orquídea, el 6 de julio del 2023. Fue un parteaguas en mi vida, tanto en lo profesional, como en lo personal, también fue un éxito de público y crítica teatral. Este año (2024) ya tengo otra invitación para una temporada en otro teatro en México para presentar: El Camino de la Orquídea. La orquídea es uno de los símbolos para representar la intersexualidad, junto con los colores amarillo y morado presentes en la bandera intersex. Nuestra bandera fue diseñada por Morgan Carpenter, uno de los más importantes activistas intersex del mundo.
Actualmente, puedo decir que no me siento completamente feliz, pero estoy medianamente en paz.
Preocupaciones y esperanzas:
Una de mis preocupaciones, como lo comenté líneas arriba, es que la información me llegó tarde y no acabo de entender cómo me ayudará cuando ya tengo 63 años. Al menos en México, soy una persona mayor y significa deterioro, enfermedades, depender de alguien económicamente… como si tuviera 80 años o más.
La economía es un problema: al ser actor – y estoy muy orgulloso de serlo – el trabajo no es puntual; no siempre está bien remunerado y, aunque es triste decirlo, en México no hay interés por la cultura ni por la educación. Sucede lo mismo que con otras profesiones y al ser una persona mayor, ser “senior”, no creen que tu trabajo sea bueno, ni que puedas realizar algo sin enfermarte, ni hacer lo que hacías cuando tenías 20 años. Es cierto, ya no puedo hacer lo mismo, pero lo que hago lo hago bien, tengo 36 años haciendo teatro y radio. Si no me llaman para alguna puesta en escena, genero mi propio trabajo y es ambivalente: te genera mucha satisfacción, uno sí puede hacer muchas cosas, pero tu trabajo significa pagar tu escenografía, atrezo, pagar a tus colaboradores, vestuario y pagar la producción, por pequeña y sencilla que sea. Significa tomar tus ahorros para hacerlo y no recuperas tu inversión, pero la alegría es muy grande.
El no tener una entrada propia mensual de mi trabajo, es algo que me genera mucha preocupación, ansiedad y angustia. Soy una persona sola, no tengo pareja. Mis hermanos siempre han cuidado de mí, pero son mayores que yo; tengo sobrinos que me quieren mucho, pero no tienen ninguna obligación de atenderme; cuidar a una persona mayor es una responsabilidad muy grande y lo sé de cierto: cuidé a mis padres hasta su muerte y no me arrepiento, pero es un trabajo agotador. En ocasiones, para cuidar a alguien, necesitas ayuda de alguien más; en mi caso tuve la gran ayuda de una enfermera y cuidadora, sin la que no hubiera podido trabajar, sobre todo al final de la vida de mi papá. Aun así, era responsable de sus citas médicas, sus tratamientos, sus medicamentos, etc., y cuando la enfermera descansaba, me hacía cargo de todo, aunque tuviera que hacerlo después de una función.
Es lo que no quiero para mí: depender de alguien; nunca pensamos en llegar a cierta edad en que la economía es lo más importante en lo que deberíamos de pensar (hablo en plural porque nos pasa a muchos compañeres de profesión). Este es un tema recurrente para el medio teatral independiente en nuestro país: todos los que nos dedicamos al arte, la enseñanza y la práctica en cualquier rama, no tenemos ninguna seguridad social, ningún trabajo fijo y ninguna garantía para continuar trabajando. Solo nuestras creaciones, la persistencia de nuestro ser, el apoyo de alguna que otra institución y de la sociedad civil.
A partir de la pandemia de Covid en el 2020, justo cuando me convertí en “persona mayor”, el trabajo fue decayendo. Mi razón de vivir es sacar mis proyectos teatrales; tengo mucho camino por recorrer con El Camino de la Orquídea y un proyecto que tengo en la cabeza sobre Oscar Wilde y sus años finales, partiendo del libro De profundis. El Camino sigue buscando su camino y lo de Wilde aún no sé cuándo lo haré. Esto me entusiasma, pero tengo que buscar otros apoyos para vivir la vida cotidiana y para realizar mis obras. Puedo solicitar una beca, ahorrar dinero, seguir trabajando y viviendo como hasta ahora. Tuve muchos malos años en la vida por mi situación, pero a partir de la pandemia, viví algo que nunca había vivido: la pobreza.
Pobreza por no poder pagar deudas, por no tener que comer, por pagar lo elemental para vivir. En este sentido he reducido muchas cosas en la vida, que no son tan necesarias como la televisión o un teléfono fijo, por ejemplo. No me he detenido para seguir creando y buscar trabajo. Para no caer en la depresión absoluta, me burlo de mí mismo y hago telenovelas mentales: si me dedico a pedir limosna, si me dedico a la prostitución y otras tonterías. En la realidad he lavado platos, cuidado perros y plantas, soy corrector de estilo y hago lo que sea con mucho orgullo, pero, sí, me preocupa pensar hasta que edad podré hacerlo. Para todas las personas mayores es una preocupación y con mi situación de ser una persona intersex, requiero ciertos cuidados diarios, aunque el tema médico, afortunadamente está cubierto, gracias al servicio médico del gobierno de la ciudad de México. Insisto, esta preocupación la compartimos compañeres de profesión en nuestra vida como adultos mayores.
La soledad me inquieta: siempre he sido una persona solitaria, tuve pocas relaciones de pareja; no fui una persona promiscua, no me acosté con nadie solo por hacerlo; el hecho de no corresponder al ideal físico de cómo tiene que ser un joven, un hombre, tampoco ayudó mucho. Tuve rechazos, maltratos y bullying. El cáncer en un momento, fue un pretexto para explicar porque mi cuerpo era diferente pero era mentira y no me gusta mentir.
Quiero una pareja, vivir con alguien, con todo el bagaje que tengo ahora y con la aceptación de mi cuerpo como es. Simple y llanamente tener un amante. Muchos compañeres intersex lo han logrado, pero son más jóvenes. Además, con los tratamientos hormonales, estoy como adolescente quinceañero, me salen granos y tengo el deseo sexual a flor de piel…
¿Por qué la sexualidad es un tabú para las personas mayores? ¿Las personas mayores no tienen derecho a tener una sexualidad activa? Esta lógica es más difícil para las personas trans o inter. Si entre pares casi no lo hablamos, en sociedad es un tema casi intocable, como si fuéramos la casta más baja en la escala de la sociedad. Tengo deseo, ganas de tener relaciones sexuales, pero la invisibilidad social nos cierra círculos y no creo que ver porno en redes sociales ayude mucho. Lo pienso y escribo irónicamente, pero así es en muchos casos.
El ser una persona intersexual, no es una decisión, así nacemos.
Es difícil luchar contra los estereotipos que te impone la sociedad: cuerpos musculosos, bronceados, con grandes piernas, torso, un pene inmenso y grandes testículos; las mujeres, con grandes senos y caderas, pequeña cintura, etc. Es lo que nos venden desde tiempos inmemoriales (una revisión de la pintura y la escultura me daría en cierto modo la razón) y ahora con la tecnología se imponen más estos estereotipos. En redes sociales se notan estas nuevas identidades y es manido repetir que no todo el mundo es así, que hay diversidades y no solo minorías, todo el mundo tenemos características diferentes. Una disculpa por la obviedad. Hablar de cuerpos intersex intervenidos quirúrgicamente y/o mutilados, es hablar de cuerpos esclavizados al servicio de un sistema médico que todo lo quiere homogeneizar. En pleno Siglo XXI no se acepta del todo otra visión, la sociedad en general no acaba de entender, que somos diferentes, que no somos monstruos, fenómenos, ni seres defectuosos y sin terminar. Se nos reprime al exponerlo, pero ahora, es importante hacerlo desde la niñez y no exponer a las nuevas generaciones a los agravios que hemos pasado muchas generaciones de personas LGBTTTIQ+, por ser gordos, diferentes, flacos, por el color de piel, otras razas, colores y sabores.
El deseo, la sexualidad, pareciera que solo está permitida para la sociedad binaria que se ajusta a los estereotipos de hombre y mujer. Sin embargo, poco a poco cambian las cosas, afortunadamente y hasta cierto punto en algunas culturas y países, ya existen derechos para la gente no binaria, para la gente LGBTTTIQ+… pero del tema del sexo en la vejez y la sexualidad de las personas trans e intersex, ni se habla ni se toca ¿Por qué?
Quizá me salgo del tema, pero recuerdo a la mamá de una amiga, que me convirtió en su confidente a sus ochenta y tantos años. Enviudó y me decía que lo que más extrañaba de su esposo era la vida sexual que tuvieron hasta que el murió. Después de enviudar no tuvo amante ni nada; ni ella ni su familia se lo hubieran permitido, pero la sexualidad fue parte importante de su vida de pareja, aún en la vejez.
El deseo es parte importante de mi vida, quiero tratarlo y hablarlo sin que me tachen de pervertido u otras cosas. Hablarlo con mis pares, con la gente en general, hasta con los médicos… quiero explorar el tema más allá de cualquier tabú. No quiero sentirme triste, reprimido y callar algo que es normal, aunque la sociedad diga lo contrario. Aquí no tengo muy claro en que ayudará a los jóvenes, sé que a mí sí. Espero ayudar a otras personas con estas palabras, que es lo más importante.
Hablar de lo no permitido, de lo no reconocido. Hablar, entender y compartir. Sólo esto ayudará a las nuevas generaciones, porque personas intersex, trans, LGBTTTIQ*, siempre hubo, hay y habrá.
Termino, por ahora, con una cita de Alicia en el país de las maravillas, que me gusta mucho y no sé por qué es tan clara para mí: “Gato de Cheshire, podrías decirme, por favor, ¿qué camino debo seguir para salir de aquí?” “Depende en gran parte del sitio al que quieras llegar”, dijo el Gato. “No me importa mucho el sitio”, agregó Alicia. “Entonces tampoco importa mucho el camino”, respondió el Gato.
ANDREA
Diciembre de 2023, enero – febrero del 2024, Cambridge MA
Junio del 2024, CDMX
Agosto del 2024, CDMX

wow no me imagino x todo lo q has pasado ya q yo siendo mujer heterosexual he tenido problemas para sobrellevar mi sexualidad no puedo llegar a comprender x todo lo q t han hecho pasar t mando un fuerte abrazo desde la distancia y sigue adelante. Tatiana ☺️
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