Los nombres que he tenido: GALO, Mª LUISA, ANANDA, ASMI
Por Asmi Ananda
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Heredé, de mis padres, dos formas diferentes del mismo gen, produciéndose, según investigué, una “mutación” puntual (cambio de G por A, a nivel del exón 7) que predice en la proteína el cambio del aminoácido 840 (Arginina por Histidina) (R840H). Propiciando, una insensibilidad parcial a los andrógenos, que no permitió la formación gestal fenotípica masculina. Nací con un micropene e hipospadias completa, sin escroto, gónadas inmaduras alojadas en el abdomen. Cariotipo XY. Por supuesto no pasé la prueba del falómetro, el tocólogo dijo “es un niño, [mi nombre hubiera sido Galo] pero para que no tenga que hacer el servicio militar, le registraremos como niña”, y me pusieron el nombre de Mª Luisa.
Durante mi infancia y adolescencia mi expresión de género era principalmente masculina, siendo sometide a terapia de conversión, por todas las personas en mi entorno – sin excepciones – quienes intentaron hacerme femeninamente sumisa. Consiguieron que me creyera que yo “lo hacía para fastidiar” porque, en esencia, era “mala”. Cuando, de adolescente, empecé a sentir atracción sexual hacia algunas chicas, todo empeoró. Mis niveles de autoculpa crecieron, en ese entonces no sabía qué era, ahora tiene nombres: misandria y homofobia interiorizada. Como todo el mundo me remarcaba lo rara que era, acabé por creérmelo. No tenían razón, simplemente expresaba lo que sentía. Para colmo empezaron a crecerme las mamas: ginecomastia, mis estrógenos endógenos, tenían más fuerza que los andrógenos. En mi caso la insensibilidad parcial a los andrógenos, sólo afecta a parte de los andrógenos, pero la otra parte hacía su función.
A los 16 años, estuve ingresada durante un mes en el hospital para realizarme un estudio. Todos los días pasaba el médico junto con sus alumnos para observar mis diferencias corporales. Con la excusa de una laparoscopia abdominal, sin pedir permiso, me castraron (extirparon mis testículos que cumplían su función) y extirparon todos los tejidos abdominales que quisieron. Dijeron que tenía que tomar progesterona para siempre.
Claudiqué, intenté dejar de escucharme y empecé a dejarme llevar por la corriente. A los 18 años pedí que me realizaran una vaginoplastia, para ser “mujer completa”. Recientemente he tomado consciencia, de que durante 40 años he vivido forzade a ser una mujer, y que al hacerlo de una forma contrafóbica me creaba una misoginia interiorizada.
Desde hace unos 20 años, he ido probando terapias que me permitieran saber ¿cuánto de lo que soy es en esencia mío? Conclusión: al día de hoy todavía me sigo descubriendo.
Nunca he sido una persona tan típicamente masculina como para cumplir los roles del constructo hombre, ni tan típicamente femenina como para cumplir los roles del constructo mujer. Hasta los 16 años me definí como masculina, luego tras la operación y las hormonas como trans femenina.
Hace 10 años busqué un nombre neutro, encontré: Ananda, es sánscrito y sus nombres propios, no tienen género. Al día de hoy, mi cuerpo recibe las hormonas, producidas por mis suprarrenales, pero su cantidad y frecuencia las decide mi cerebro desde la glándula pineal, el hipotálamo y la hipófisis. Desde que no lucho en mi contra y me dejo ser, estoy mejor y cada día más a gusto.
Mi sexo natal, según los estudios médicos que así lo catalogan, fue masculino. Las decisiones médicas y el dirigismo educativo y conductual me han llevado a ser en la actualidad una persona que yo llamo de “sexo andrógino”, y mi género extra binario, ahora es fluido, cada vez me siento más a gusto con la teoría queer-cuir. A Ananda – que en mi entorno se lee como un nombre femenino – he añadido el nombre Asmi, por ser un nombre más neutro y por su significado: YO SOY.
ASMI
Nota: Mi propia experiencia, llena de fobias y contrafobias, me ha enseñado, que cualquier fobia tiene mucho que ver con une misme, con cómo gestionas tus miedos y las capacidades para solventarlos. Que la intolerancia hacia las diversidades, no dejan de ser más que resistencias para aceptar tu diversidad interna, eso que te da miedo que alguien llegue a entrever. Al igual que nuestros genes o nuestras huellas dactilares son diferentes, cada persona también lo somos.