Ser único y una motivación para los demás
Por Dani
- Esta historia fue compartida exclusivamente con Brújula Intersexual, si quieres publicarla en otro lugar, por favor escríbenos para pedir autorización a el autor: brujulaintersexual@gmail.com
Mi nombre es Dani, hace unos años que estoy en un grupo de apoyo para personas con una variación que se llama hiperplasia suprarrenal congénita (HSC) y para familiares, el cual es dirigido por Brújula Intersexual. En el grupo veo que las madres de bebés con HSC tienen muchas dudas, sobre todo de las cirugías que les hacen a algunos bebés que nacen con diferencias en sus genitales, así que decidí compartir mi experiencia para ayudar a las y los bebés que nacen como yo, para que sus padres entiendan que estas cirugías están mal y hacen mucho daño. Ya tenía tiempo pensando en compartir mi historia, pero me armé de valor al ver que había muchas personas como yo que publicaban sus historias en Brújula Intersexual.
Muy poco a poco, mis padres me han ido contado sobre lo que pasó en mis primeros años de vida, cuando les pregunto del tema siempre acaban llorando, son recuerdos muy dolorosos para ellos, y lo que aquí pondré es la información que me han compartido de muchas pláticas que he tenido con ellos.
Nací en el Hospital San Alejandro del IMSS de la ciudad de Puebla en agosto de 1991, fui el último de 7 hermanos. En un documento médico que guarda mi madre dice que nací con “características propias al sexo masculino”, pero en lugar de tener la uretra en la punta de mi falo la tenía en la base, y era mucho más grande que un clítoris promedio y más pequeño que un pene. Así que al nacer notificaron a mis padres que no sabían con seguridad si era niño o niña, y que tendrían que hacer estudios.
Me realizaron varios estudios, entre estos un estudio cromosómico, e informaron a mis padres que tenía hiperplasia suprarrenal congénita (HSC) perdedora de sal y que mis cromosomas eran XX. Los médicos también les dijeron que debía ser sometido a varias cirugías en mis genitales -entre estas, clitoroplastía y vaginoplastia – para que pudieran asignarme al sexo femenino… pero al mismo tiempo les dijeron que me pusieran un nombre neutro, porque en un futuro era posible que yo pudiera adoptar una identidad masculina. Todo esto me parece ilógico, ¿porqué me realizaban cirugías irreversibles si ellos mismos decían que podía identificarme como varón?
Desde bebé me comenzaron a tratar con fludrocortisona y con prednisona, que eran para la pérdida de sal, y les dijeron que tenían que cuidar mucho mi salud para evitar recaídas y que debían darme sal en mi alimento.
En ese entonces, la fludrocortisona era muy difícil de conseguir, y mi padre tuvo que pedir a un tío que le ayudara a cruzar a EUA para poder trabajar y comprar el medicamento allá, estuvo trabajando y enviando el medicamento por varios años, a veces venía a visitarnos y luego se volvía a ir, y así estuvo hasta que lograron conseguir el medicamento en México.
A excepción de la situación con la pérdida de sal, mi mamá me comenta que durante el primer año de vida no tuve infecciones ni problemas en mis genitales, que todo estaba bien, aún así, el médico le dijo que como estaban juntas la uretra y el canal vaginal, iba a tener muchas infecciones, y que las primeras cirugías serían para separar los conductos y evitar problemas. Pero, los problemas y las infecciones de orina comenzaron después de la cirugía. También le dijeron que con esas cirugías yo iba a poder tener una vida sexual “normal”.
Mis padres no tenían estudios, ninguno acabó la escuela primaria, y siento que los médicos se aprovecharon de eso, no les explicaban nada bien.
Cuando tenía 1 año, llegó el momento de la primera cirugía, luego la segunda a los 2 años, de ambas cirugías recuerdo muy poco, solo recuerdo vagamente estar en el hospital y la confusión que sentía.
Mi mamá me comenta que esas cirugías fueron para abrir y separar los conductos del canal vaginal y la uretra, y para darle forma a una vagina.
En esas cirugías aún no cortaron mi falo, porque recuerdo perfectamente cuando aún lo tenía, a mi me parecía normal.
La tercera cirugía me la realizaron a los 4 años de edad, y fue en la que me quitaron mi falo. A mi corta edad, recuerdo perfectamente que cuando me levanté me sentí muy confundido al ver que me habían quitado mi pene… no entendía porqué me habían hecho eso. También recuerdo el dolor tan fuerte que sentía que no me dejaba estar tranquilo, me acuerdo qué sentía claramente los puntos de sutura que me lastimaban al caminar, pero lo peor era el ardor que sentía cuando iba a orinar… es algo que créanme que no le deseo a nadie. Además, nadie me explicada nada… y mis padres no sabían como explicarme.
La última cirugía fue a la edad de 9 años, y a mi criterio, fue la más dolorosa, sufrí el doble que con la cirugía anterior. Lo que recuerdo es que redujeron aún más lo que quedaba de mi falo, y me abrieron más la vagina, recuerdo que sentía muchos puntos de sutura, dolía y ardía, incluso me daba miedo ir al baño por lo doloroso que era, así que me aguantaba lo más que podía, pero al final tenía que ir.
Después de esa horrible cirugía, cuando tenía 14 años dijeron a mis padres que me tenían que realizar una “última” cirugía. Yo ya no soportaba más, así que hablé con mis padres y les supliqué que ya no dejaran que me volvieran a operar, les dije que cada cirugía había sido una tortura, que era traumático y sufría mucho, y que no quería volver a pasar por eso. Afortunadamente, mis padres lo tomaron de buena manera y aceptaron mi decisión.
Antes, durante y después de las cirugías tuve que lidiar con lo traumático, cruel, doloroso e incómodo de las consultas en el área de endocrinología, que casi siempre eran cada mes. El endocrinólogo de nombre Raúl, daba muy mala atención en las consultas y no se preocupaba por mi salud, solo se enfocaba en enseñar a sus alumnos ocupándome a mí como su objeto de estudio, cada que nos citaba a consulta, le decía a mi madre mentiras de que era importante que me revisara completamente desnudo, y, sin pedir mi consentimiento, me subía a la mesa de exploración, me quitaba la bata, me abría las piernas, llamaba a sus estudiantes – que entre hombres y mujeres eran aproximadamente 10 personas – y con todos rodeándome, comenzaba a tocarme y señalar partes de mis genitales y a explicarles: “Se le hizo tal cirugía”, “Vean esto”, “Analicen esto”, “Ahora pasen uno por uno a ver”. Como mi cuerpo nunca se desarrolló como el de una mujer: no tengo pechos, nunca me llegó la menstruación, me crece barba y bigote, etc., el endocrinólogo también se enfocaba en esas características y las señalaba a sus alumnos. Sentía como si fuera su ratón de laboratorio o un experimento, fueron experiencias dolorosas, traumáticas y humillantes, al grado de que siempre tenía terror antes de ir a las consultas.
En el hospital, no solo me atendían en endocrinología, sino también en las áreas de cirugía plástica y genética. La doctora de genética era la que mejor me trataba, mostraba preocupación por cada proceso que yo atravesaba, y me intentaba explicar todo, era la única persona en ese hospital con la que me sentía seguro.
Me estuvieron atendiendo en ese nosocomio del IMSS desde que nací hasta que cumplí 20 años. Como dije antes, tengo HSC perdedora de sal, que ahora se que significa que pierdo sal porque me falta una hormona que ayuda a retener la sal en el cuerpo, y la sal ayuda a retener los líquidos, por lo que si no tomo fludrocortisona y prednisona, me descompenso y deshidrato fácilmente. Muchos médicos no saben tratar bien la HSC, no les importa mi salud y se concentran más en las cirugías y en mi apariencia, y es común que no me den la dosis de medicamento correcta, durante toda mi vida he tenido varias recaídas fuertes, incluso hasta llegar al borde de la muerte. Las recaídas siempre inician con vómitos, diarreas, calambres musculares, mareos y debilidad, y si no se controlan a tiempo, tienen que internarme en el hospital.
Todas las cirugías que viví, hasta la fecha, me han causado muchos problemas de salud, el peor es que seguido tengo infecciones urinarias. Hace 2 años, estuve hospitalizado porque me agarró una infección en vías urinarias muy fuerte, que después se me fue a los riñones (Pielonefritis aguda) y prácticamente llegué al hospital orinando sangre.
En el sismo de 2017, el Hospital San Alejandro sufrió daños graves y hace poco tuvo que ser demolido, a pesar de todas las experiencias terribles que viví en ese lugar, algo en mi se sintió mal, porque pasé gran parte de mi vida en ese hospital.
A la par de todas estas experiencias en el hospital, toda mi vida sufrí discriminación por mi apariencia.
Entré al Kinder a los 5 años, y las maestras no me prestaban la misma atención que prestaban a mis otros compañeros, no les importaba si aprendía o no, o si hacía o no los ejercicios que ponían, esto me confundía, porque me sentía excluido.
Desde que tengo uso de razón he padecido de bullying, tanto en la escuela como de parte de vecinos de la colonia donde vivía. Siempre sentí que para la sociedad yo era un “bicho raro”, y eso me impidió llevar una vida normal y tranquila. Hasta algo tan normal como ir al baño era un problema, mi madre me decía que no dejara que las otras niñas vieran mi cuerpo, que no fuera al baño acompañado, y que intentara ir cuando no hubiera nadie más.
También recuerdo que no me gustaba nada usar falda o vestido, para mí era como si me estuvieran encerrando en un cuerpo totalmente diferente a lo que yo me sentía, porque cabe mencionar que toda mi vida me sentí varón, y las cirugías y “tratamientos” que me hicieron en el hospital no cambiaron eso.
A partir de los 10 años, las cosas para mí empeoraron aún más, todas las niñas comenzaban con los cambios de la pubertad menos yo, hacían preguntas como: ¿ya comenzaste con tu regla (menstruación)? ¿qué día te llega? ¿cuántos días? ¿te baja mucho o poco?… a mí nunca me llegó la menstruación y estas preguntas se me hacían incómodas y confusas, así que callaba o me inventaba algo para que las niñas no se dieran cuenta de que yo era diferente.
Los cambios que tuvo mi cuerpo en la pubertad eran más propiamente los de un varón: mi espalda se ensanchó, mi voz se hizo grave, tenía más fuerza que todas las otras niñas, me creció barba y bigote, no tenía pechos, etc., además, mi comportamiento era más como el de un varón. Así que era señalado por los niños, quienes se burlaban de mi y me molestaban, lo peor es que el acoso y las burlas no solo eran de las niñas y niños, sino también de los padres y familiares. La escuela estaba cerca de mi casa, así que me iba caminando, y escuchaba comentarios de los padres que les decían a sus hijas: “No te juntes con esa “machorra””, “No te acerques a esa “hombreada””…. Eran tantas las burlas y el acoso que mis padres acabaron cambiándome de escuela.
No fue fácil para mi cambiar de escuela, de maestros y compañeros, pero al final fue lo mejor que me pudo haberme pasado. En la nueva escuela era mejor aceptado por mis compañeros, aunque seguía luchando con el acoso y burlas de uno que otro niño, pero la mayoría eran tranquilos, así que pude lidiar con eso.
A los 13 años, comencé a estudiar la secundaria y cambié de escuela, nuevamente tuve que lidiar con el bullying, porque mis cambios corporales eran mucho más visibles y no podía ocultarlos tan fácilmente, no importaba lo que hiciera. A pesar de todo, no se me hizo tan difícil lidiar con esto, porque estaba acostumbrado a que se burlaran de mi y ya no me afectaba tanto. Lo que sí me molestaba era usar el uniforme con falda.
En la secundaria me enamoré de una chica, pero lo callé por miedo a que me rechazara, fue algo muy triste para mí. No podía ser yo mismo.
La preparatoria la cursé en la misma escuela donde cursé los últimos años de la primaria, en donde las personas parecían ser más comprensivas conmigo, y fue una época que considero una de las mejores de mi vida, porque estudié con los mismos compañeros de antes y el ambiente era más tranquilo.
Cuando entré a la universidad, mi vida cambió mucho, fue la primera vez que me sentí aceptado completamente, nadie me juzgaba, y podía ser quien realmente era, así que tuve el valor de realizar varios cambios en mi personalidad: comencé a vivir y a referirme a mí mismo como varón, me corté el cabello y me vestí como me gustaba… podía ser yo sin miedo a ser rechazado. Conocí excelentes maestros y compañeros que llegaron a cambiar mi vida, y sobre todo conocí a mis mejores amigos: Ivette y Jesús, personas que han estado conmigo en las buenas y en las malas, que me han apoyado y han apoyado a mi familia. Las veces que he estado hospitalizado, son ellos quienes me animan y me ayudan a salir adelante. Más tarde ellos me presentaron a otro gran amigo, Víctor, ellos tres son mis mejores amigos y siempre han estado conmigo.
En la universidad tuve mi primera novia, y fue cuando tuve mi primera experiencia sexual, no fue tan agradable, porque tenía mucha inseguridad y no encontraba la manera de decirle a mi pareja sobre mi cuerpo, no sabía como explicarle que era diferente a los otros hombres y que conmigo no iba a suceder lo que ella estaba acostumbrada, pero como pude le expliqué y ella me aceptó. Con ella estuve casi 3 años, pero pasé por una etapa en la que enfermaba mucho, y pienso que ella se cansó de eso… al final acabó engañándome con otra persona.
En 2011 me gradué como Técnico Superior Universitario en Paramédico en la Universidad Tecnológica de Izúcar en Matamoros, profesión que ejerzo hasta el día de hoy. Desde hace algunos años he sido voluntario de la cruz roja mexicana, y también laboré en el H. cuerpo de bomberos, actualmente laboro en el sistema de urgencias médicas avanzadas, y estoy adscrito al área de ambulancias de traslados.
Estoy muy orgulloso de mi mismo de haber logrado todo esto. Aún con mis problemas de salud como la deshidratación y los causados por las cirugías, llegué a cumplir mi sueño de ser paramédico y bombero, el cual es un trabajo muy pesado físicamente.
En el ámbito laboral he tenido altas y bajas, y pasé experiencias que considero chistosas: estoy registrado como mujer, así que cuando ingresaba una solicitud de empleo, mis jefes esperaban que a la entrevista fuera una mujer, y llegaba yo y se asustaban, en un inicio era común que se confundieran, pero lo bueno de todo esto es que siempre me terminaron aceptando tal y como soy, y ya no tengo que esconder nada de mi.
En Puebla, hace poco se aprobó una ley para poder cambiar de identidad de género en tus documentos y pronto haré el trámite para cambiar mi género y nombre, y estoy muy feliz por eso.
Siempre tuve muchas dudas sobre la hiperplasia suprarrenal congénita y llegué a pensar que nacer con diferencias genitales era una enfermedad, porque eso me hacían creer los médicos. Un día estaba buscando en Facebook un medicamento que me faltaba, y encontré un grupo de hiperplasia suprarrenal congénita (que después supe que era un grupo de Brújula Intersexual), ahí conocí a muchas personas como yo, y despejé muchas dudas. Me gustó poder hablar con gente que nació con mis mismas características, y ya no me siento solo. En ese grupo conocí la página de Brújula Intersexual, y descubrí la palabra “intersexual”, y me sentí mejor al conocer este término. Para mí, “intersexualidad” significa que somos personas normales, comunes y corrientes, pero que poseemos algunas características físicas que nos hacen únicos.
Muchas personas que me conocen y saben mi historia, siempre me dicen que soy una persona ÚNICA, y que los motivo a seguir adelante, porque siempre he sabido levantarme y sobreponerme a todas las dificultades. En general, tengo buen carácter, soy muy alegre, bromista, en mi trabajo siempre me dicen que les alegro el día. Me gusta mucho ayudar a otros, y por eso mucha gente me quiere y apoya en los momentos difíciles, tengo muchos buenos amigos. Algunas veces los recuerdos del pasado llegan y me deprimo, pero es algo que estoy superando poco a poco, ya quiero dejar todo eso atrás, perdonar y disfrutar completamente mi vida.
Una vez, un señor que me conocía hacía poco tiempo, me dijo: “Tú eres un faro para otras personas, porque he visto que no importa el problema que estés pasando, siempre te levantas y sigues adelante, además, lo haces con buena actitud”. Más tarde me envió un mensaje que decía: “Tú eres ese faro. Cuídate mucho, personas como tú hay muy pocas”, acompañado de esta imagen:
Contar mi historia fue difícil y doloroso, pero también sentí que me quitaba un gran peso de encima, me siento más ligero.
Así que esta es mi historia, un tanto dolorosa y difícil de contar, pero me he atrevido a hacerlo porque quiero que mi historia sea un faro para otras personas intersexuales, y que les ayude a seguir adelante. Y que también sea un faro para que los padres de bebés que nacen con genitales intersexuales protejan a sus hijas e hijos y eviten que sufran lo que yo sufrí.
¡Gracias!