Mi intersexualidad. Por Gabriel J. Martín

Mi intersexualidad

Por Gabriel J. Martín

8 de Noviembre de 2012

*Publicado con autorización del autor.

gabriel

 

Haber nacido con una intersexualidad ha tenido, en mi vida, dos consecuencias que -más allá de mi experiencia personal- creo son bastante universales en nuestras situaciones.

Estas dos consecuencias, curiosamente, son opuestas entre sí aunque, en cierto modo, complementarias: por un lado el entrenamiento de mi resiliencia y, por el otro, una profunda sensación de vulnerabilidad.

Tener que afrontar tantas situaciones para las que nadie te prepara (ya que apenas contamos con referentes en los que inspirar nuestras decisiones) es un potente entrenamiento para la resiliencia. Tener que buscar por internet para encontrar algo de información porque las personas a tu alrededor apenas sí pueden ayudarte o verte obligado a desplazarte kilómetros para poder hablar con alguien en tus mismas circunstancias son situaciones en las que aprendes a «buscarte la vida tú solo» y eso fortalece tu resiliencia.

Eso y el que ningún especialista pueda darte garantías de mejora o tener que recrear el mundo de las relaciones sexuales y adaptarlo a tu anatomía, hace que aprendas a movilizar todos tus recursos. Un amigo me decía en una ocasión: «- yo no sé si podría soportar una vida así: teniendo que dar explicaciones siempre, en cada nueva relación, cada vez que tienes sexo, siempre exponiendo tu parte más íntima incluso antes de tener la suficiente intimidad con esa otra persona». Le contesté que yo ya ni siquiera me lo planteaba, que para mi nunca existió alternativa, que el hecho de que siempre hubiese sido así me hacia ver, como parte de mi cotidianidad, eso que para otros sería un enorme problema.

Sin embargo, lo anterior no nos rescata de la sensación de vulnerabilidad, del sentirnos siempre en desventaja. Sí: lo asumes, lo aceptas, pero no dejas nunca de ser consciente de que -lo que para otros es tan sencillo- para ti siempre supone una dificultad, la obligación de hacer un trabajo extra. El miedo al rechazo nunca desaparece y, de hecho, debes hacer un gran esfuerzo de objetividad para recordarte, una vez y otra, que tu vida no tiene por qué ser diferente. Y que ni el amor ni la sexualidad tienen por qué estarte vedados. Pero has interiorizado tanto el miedo y el estigma que, nunca, dejas de temer que las cosas salgan mal.

Así que te pasas la vida utilizando la resiliencia que has adquirido, para luchar contra el estigma que has interiorizado ¿no resulta curiosa esta complementariedad?

 La vida de cualquier persona nacida con una intersexualidad sería más sencilla si, en lugar de dar explicaciones, simplemente fuese necesario comunicar que nos sucedió algo mientras nuestros genitales se estuvieron formando. Hace falta mucha visibilidad, mucha pedagogía social y mucho espíritu constructivo hasta que lo logremos. Y en eso, precisamente, es donde algunos nos encontramos: mostrándole al mundo que hay otras realidades y que todas son parte de la «normalidad». Porque lo natural es ser diversos.

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