Mi vida como intersexual: 7 hermanas, 7 hermanos… y yo. Por Mar IS

Mi vida como intersexual: 7 hermanas, 7 hermanos… y yo.

Por Mar IS

*Historia compartida exclusivamente con Brújula Intersexual, si deseas publicarla en otro sitio primero contáctanos para comunicarnos con la autora: brujulaintersexual@gmail.com

Mar

Mi familia está conformada por siete mujeres, siete hombres y yo. Fui la 13.

Nací con un cuerpo intersexual. Yo no lo sabía, cuando nací todo fue “normal”, al parecer no había nada inusual en  mi cuerpo. Me asignaron niña, pero desde una temprana edad me hicieron sentir diferente.

Los cambios los fui notando durante la pubertad, mi cuerpo se apresuró a crecer, me empezó a salir mucho vello en todo el cuerpo, más aún en piernas y brazos, a la edad de 12 años dejé de crecer. Mi cuerpo era fuerte y bonito, tenía más fuerza que las otras niñas y a mí me gustaba como se veía.

Mi cuerpo era y es de apariencia muy andrógina, mis hombros son anchos, casi no tengo cadera, mis brazos y manos son fuertes, prácticamente no tengo pechos, y, como comenté tengo mucho vello corporal, incluso me crece barba; sin embargo, mi voz es mas bien femenina y algunas de mis facciones son de mujer. Aunque ahora ya no me identifico como hombre ni como mujer, debido a que fui asignada mujer, me he acostumbrado a referirme a mí misma con pronombres femeninos. Mi físico siempre ha confundido a las personas, a veces piensan que soy mujer, a veces que soy hombre, siempre he tenido problemas por eso, por ejemplo en los baños es común que me saquen del baño de mujeres o que me digan que estoy en el baño equivocado, me vista como me vista es común que surja confusión en las personas respecto a mi género.

Nací en una comunidad alejada,  un lugar pequeño,  en el que todos se conocen, así que era imposible pasar desapercibida. Desde muy pequeña empecé a recibir críticas, hostigamiento  hacia mi cuerpo y mi comportamiento (considerado de hombre), por parte de mi familia y de las personas que me rodeaban.

En mi familia pase por abusos en muchos aspectos,  falta de atención, de ropa, calzado, y carencias en la alimentación. Mi madre trabajaba todo el tiempo, siempre tenía problemas y no tenía tiempo para sus hijos. Mi padre siempre estaba ebrio, incapaz de darnos un poco de su tiempo. Debido a esta falta de atención, cuando era muy pequeña, sufrí de acoso y abuso sexual por parte de tres personas diferentes que eran mucho mayores que yo.  Algunas veces  creía que todo había sido un sueño, pero no fue así, fue real – aún lucho por superar ese trauma, ya que sufro de pesadillas–.

Cuando cursaba la escuela primaria empecé a recibir críticas por mis diferencias, por parte de mis compañeros y de algunos profesores, en ese entonces no entendía cuál era la razón, solo que había algo en su lenguaje corporal y verbal. Realmente me incomodaba, pero no le daba mucha importancia

Cuando apenas cumplía los 12 años, tuve mi primer novio. Mi familia no estaba de acuerdo ya que él era algo mayor que yo, así que cuando estaba con él, mi mamá mandaba a uno de mis hermanos a que me trajera a casa y después me golpeara.

A los 14 años de edad, tuve otro novio, los primeros tres meses todo iba bien pero más tarde empezó a decirme cosas como “pareces hombre”, “parece que estoy besando a un hombre”, “tus pechos son muy pequeños”, y otras. Por estos, y otros comentarios decidí consultar  a un  médico.  Me atendió una doctora, me pidió que me quitara la blusa, vio y toco mis pechos, también reviso mis genitales. Comentó: “Aun se puede hacer algo”, después de la revisión me pregunto si estaría  dispuesta a desnudarme ante varios  doctores, a lo cual respondí: “Sí”, con timidez. Afuera del consultorio había  personas que me conocían, y me di cuenta que se escuchaba todo lo que se hablaba dentro del consultorio, me dio algo de preocupación que pudieran haber escuchado y, efectivamente, unos días después de esto, una prima me comentó que había rumores de que yo era en realidad un “hombre”, al escuchar esto me enojé mucho, y debido a esto, y a la falta de dinero, me olvide de seguir con este asunto y ya no volví a asistir con la doctora.

Recuerdo que durante la secundaria tenía que llevar falda, para mí esto era una pesadilla, porque al tener mucho vello en mis piernas, tenía que depilarme. En una ocasión no me depilé bien, y me di cuenta que un compañero lo noto, rápidamente corrió la voz por toda la escuela y comenzó el bulling, me veían como “bicho raro” y hacían comentarios hirientes. Sentía mucha vergüenza, fue una experiencia muy fea y mi autoestima fue bajando. Además, comenzaba a salirme vello en mi cara, ya no podía ocultar tan fácilmente mis diferencias, sufría mucho en silencio, ¿a quién le podía contar lo que me pasaba? Sentía miedo y mucha vergüenza.

Tenía una amiga desde la niñez, compartíamos mucho tiempo,  me parecía interesante, agradable, bonita. Tuve problemas por pasar tanto tiempo con ella, a mi mamá no le gustaba y muchas veces me impedía que estuviera con ella. Debido a que pasábamos tanto tiempo juntas, empezaron los rumores de que éramos lesbianas, a nosotras no nos importaba solo nos reíamos de los comentarios.

Nuestra amistad se terminó, ya que el mismo día de su boda sucedió algo, ese día vi que su cuñado y ella se encerraron en un cuarto, cuando su cuñado salió, comenzó a verme con una mirada acosadora que me dio mucho miedo, después él comenzó a hablar con su grupo de amigos y noté como todos voltearon a verme, me veían con una mirada de morbosidad y de burla.  Ese día me fui a mi casa desconcertada, creí que todo había quedado ahí, pero ¡no! Pasaron los días y se volvió algo más grande, ahora toda la comunidad, hombres, mujeres e incluso niños, también uno de mis hermanos, todos me veían con una mirada acusadora. Pero no tuve el valor de preguntarles qué pasaba. Fue algo horrible, ni siquiera pude defenderme porque no sabía la causa. Intente hablar con mi amiga la enfrenté y le pregunté ¿qué era lo que había sucedido?, ¿por qué hablaba de mí?, ella solo negó todo. No había nadie con quien hablar, nadie a quien pudiera preguntarle lo que sucedía. Nadie fue capaz de decirme que era lo que se rumoraba de mi, todo era muy complicado.  Me quería morir, no podía dormir.  Fue una pesadilla que duro alrededor de dos meses.

Cada día me sentía peor, sola, completamente sola.

A la edad de 18 años, comencé a subir de peso, me sentía deprimida, ansiosa, dormía mucho, pasé casi dos años sin hacer prácticamente nada. Debido al aumento de peso, empezaron las críticas de mis hermanos.

Cuando tenía 20 años, me  fui a vivir a un pueblo junto con mi mamá, mi papá  y una hermana, debido a que me papá enfermo. Después de un año, mi mamá y mi papá regresaron a vivir a la comunidad. Mi hermana y yo decidimos quedarnos a vivir en el pueblo. Ella estudiaba la escuela secundaria y yo comencé a estudiar la preparatoria, también trabajaba, así pasamos dos años en los que me sentí muy bien y tranquila, al cabo de los cuales terminé la preparatoria. ¿Qué seguiría para mí?

En ese pequeño pueblo  me liberé un poco del peso tanto de la familia como de la comunidad. Empecé a conocerme a mí misma, inicié una terapia psicológica y me enfrenté a lo que siempre quise negar, los abusos sexuales que sufrí de pequeña, por primera vez hablaba de ello, fue algo horrible, me deprimí al ver la realidad.

Después, mi hermana y yo decidimos estudiar la universidad, fue un cambio más y otra de mis hermanas decidió unirse e ir a vivir con nosotras, mis hermanas han sido siempre muy unidas y, cuando por alguna razón discutíamos, frecuentemente ellas dos estaban de acuerdo y en mi contra. Me sentía sola.

Muchas cosas eran nuevas para mí, la vida en la ciudad era muy diferente a la de la comunidad, la mayoría de los jóvenes eran muy “extrovertidos”, me sentía fuera de lugar en muchos aspectos y situaciones, desconocía muchas cosas; sin embargo, ahí estaba intentándolo, sin dirección, insegura, pero ahí estaba. Aún con todas las dificultades, sabía que era una oportunidad que nunca pensé que se me daría. Con todo y mis limitaciones, con mis dificultades para comunicarme y con carencias económicas, seguía adelante.

En la universidad se me dificultaba exponer frente a la clase, hablar en público para mí era realmente una pesadilla, cuando sabía que tenía que exponer, días antes me sentía ansiosa y llena de miedo. En clase casi nunca hablaba. Me reunía y platicaba solo con unas chicas que eran introvertidas al igual que yo. Sin embargo, ellas se la pasaban hablando mal de los demás compañeros, así que no las encontraba confiables. Mucho tiempo me sentí sola, no convivía mucho con mis hermanas.

En ese tiempo, para calmar la ansiedad y la soledad, veía pornografía y comencé a masturbarme frecuentemente, esto me “ayudaba”, creía yo, para escapar de la realidad por un momento. Sin embargo, después de hacerlo, sentía vergüenza y culpa, además sentía que le hacía daño a mi cuerpo y espíritu. Esto se convirtió en un círculo vicioso que parecía no terminar.

Empecé a tomar un curso de natación, al comienzo del curso el instructor me veía raro y lo sentía acosador, me incomodaba su mirada, así que usaba un traje de baño completo, lo ignoraba y me concentraba en las clases. Aprendí a nadar, y la natación me ayudo a subir mi autoestima y a mejorar mi salud.

Durante la universidad pasé por mucho estrés, también descuidaba mi apariencia. Hice algunos viajes durante los estudios, fueron momentos felices. Mi viaje favorito fue cuando conocí el mar por primera vez, fue una experiencia increíble.

 Al terminar la carrera conocí a un hombre que me llamó mucho la atención, tuvimos un par de citas, pero debido a mis inseguridades y baja autoestima, se terminó alejando, un día teníamos una cita, nunca llegó.

Me seguía sintiendo sola, tenía muchas ganas de tener una pareja y de recibir afecto,  así que un día decidí salir en una “cita a ciegas” con un amigo del novio de mi hermana. Salimos los cuatro, fuimos a un bar. Esa noche tomé demasiado alcohol, hasta perder la conciencia, solo recuerdo algunas cosas.

Al día siguiente, fui consciente de lo que me había sucedido, ese hombre abuso de mí, mientras estaba inconsciente. Me sentí terriblemente mal, debido a esto, busqué ayuda psicológica y superé esto rápidamente.

Llegó el momento de hacer mis prácticas profesionales, con miedos e inseguridades,  me fui a otro estado de la república, para trabajar en un parque turístico. Ahí me trataban muy bien. Conocí a una joven de la Ciudad de México, era una persona extrovertida, agradable y eso me llamaba la atención, empezamos a convivir, vivíamos en la misma casa juntas. Me escuchaba, era muy atenta, empecé a sentir atracción por ella, y aunque ella tenía pareja (su pareja vivía en otra ciudad), comenzamos una relación sin compromisos, me trataba bien, me escuchaba, me “aceptaba” como era, y más importante aún, por fin alguien no me criticaba, así que rápidamente se convirtió en alguien especial para mí. Con el tiempo, la relación comenzó a fallar – como era de esperarse. Sentía que habían sido, al mismo tiempo, los meses más “felices e infelices” de mi vida.

Era la primera vez que tenía intimidad con alguien, durante las relaciones sexuales me di cuenta que mis genitales eran diferentes a los de ella, mi clítoris era mucho más grande, eso me hizo sentir insegura, pero ella me “aceptaba” como era. Así que en un principio mi autoestima subió, pero luego bajó hasta el piso, además de que ella tenía pareja, era una persona promiscua, y comencé a sentir celos, la relación se convirtió en algo enfermizo, pero lo que me mantenía con ella era que era la primera persona que me trataba como alguien “normal”. Después de tres meses puse fin a la relación y me alejé de ella, me sentía más fuerte y más débil que nunca a la vez. Después de tanto tiempo, por primera vez me había sentido viva y “normal”, aunque mis emociones estaban fuera de control. Sentía que la amaba, pero también que la odiaba. Había mucha confusión y dolor.

Un día, harta de mi apariencia, de no ser lo ‘suficientemente’ mujer u hombre, harta de siempre estar intentando ser algo que no soy, corté mi cabello, que en ese entonces lo tenía muy largo, lo corté hasta dejarlo demasiado cortó, lo hice por impulso. Al hacer esto, algo cambió, me veía más joven y me veía muy bien, me sentía más relajada, incluso comencé a aceptar que me gustaban las mujeres y me veía más como lesbiana, aunque no me identificaba completamente como lesbiana – aún ahora no me siento lesbiana, ya que nunca, ni mi apariencia ni mi identidad de género, han sido 100% femeninas ni masculinas -. En ese entonces, intenté reafirmar mi preferencia sexual por las mujeres pero, debido a la educación que me dieron en mi familia (una en gran medida influenciada por la religión católica), en algunas ocasiones me sentía sucia y pervertida, pero ese sentimiento fue desapareciendo con el tiempo.

Con este cambio en mi apariencia, tome un poco de seguridad, algunas chicas comenzaron a acercarse a mí, pero me sentía insegura de volver a comenzar una relación, además, aún me dolía la última relación que había tenido.

De alguna manera me cerré a la posibilidad de iniciar una relación con alguien, me dediqué a trabajar, pero comencé a enfermar. Me sentía fatigada todo el tiempo, con dolores corporales y de cabeza.

Después de un tiempo decidí estudiar otra carrera, pero mi economía no iba nada bien y mi salud empeoraba, además de que la escuela me causaba mucho estrés, así que abandone los estudios.

Decidí ir a trabajar a otro estado, trabajé un tiempo en un parque turístico, solo durante la temporada alta – cuando hay muchos turistas, en temporada vacacional -, pero finalmente regresé nuevamente con mis hermanas.

Caí en una fuerte depresión que duró aproximadamente cuatro meses, me sentía muy sola, ¡no tenía dinero! para colmo seguía enferma y, aunque iba con doctores y me diagnosticaban de diferentes cosas y medicaban, seguía enferma y su medicina no funcionaba, y además terminaban preguntándome cosas inapropiadas debido a sus prejuicios por mi apariencia, cosas como “¿Cuál es tu preferencia sexual?” “¿Cuándo te vas a decidir?” (Refiriéndose a mi género) “Porque no tomas hormonas femeninas o vas con un endocrinólogo”, debido a todas estas situaciones ¡lo único que quería era MORIR!

Para distraerme e intentar continuar con mi vida, comencé un voluntariado en temas relacionados a la ecología, y también conseguí un empleo, así que, por un tiempo, aunque no estaba bien del todo, me sentí relativamente estable.

En ese entonces, comencé a salir en citas con una chica, me gustaba y la pasaba muy bien con ella, pero frecuentemente, ella no llegaba a las citas, me dejaba ‘plantada’, así que me deprimía mucho y me sentía sola – el sentimiento de soledad es uno que ha sido constante durante casi toda mi vida.

Decidí nuevamente ir a vivir a otra ciudad y trabajar en el parque turístico en el que había trabajado con anterioridad, aún no me sentía bien de salud, pero era mejor mantenerme ocupada. Comencé a trabajar a mediados de 2015, aunque era un empleo que me resultaba familiar, cada vez que inicio un empleo, estudios o, en general, algo nuevo, me causa mucha ansiedad y miedo, posiblemente debido a la discriminación y bulling del que frecuentemente soy objeto debido a mi apariencia andrógina. Así que aún mal de salud y con inseguridades, comencé a trabajar, pero el clima extremadamente caluroso de ese lugar, la ansiedad y depresión que sufría, empeoraron mi estado de salud. Me sentía fatigada todo el tiempo, y frecuentemente tenía fiebres.

En el parque conocí personas nuevas, y eso fue una fuente de ansiedad e inseguridad para mí, porque es común que comiencen a indagar en mis diferencias físicas, lo cual hicieron, pero me di cuenta que algunas veces es simple curiosidad, no siempre los comentarios son malintencionados, además el parque está ubicado en un lugar turístico y las personas en general están abiertas a la diversidad, hice muy buenos amigos ahí.

La enfermedad, la ansiedad, la inseguridad, la depresión, todo se lo adjudicaba al estrés que sentía por ser “diferente”. Nuevamente sentía que ya no podía más, pasaba mucho tiempo sin poder dormir, sufría mucho física y emocionalmente, ya no quería vivir.

Recuerdo que alguna vez ya había leído algo sobre las personas intersexuales, y sospechaba que era intersexual, estaba casi completamente segura, entonces encontré en internet la página de Brújula Intersexual, y comencé a leer historias de algunas personas intersexuales, me reconfortaba saber que no estaba sola, ya que me veía reflejada en muchas de las personas intersexuales que narraban sus historias, pero aún no conocía a nadie como yo.

Mi deseo era conocer a otra persona como yo, y al leer todos los abusos médicos y los problemas sociales que sufren las personas intersexuales, también tenía la intención de convertirme en activista, incluso si resultaba que no fuera intersexual.

Un día en mi desesperación, mandé un mensaje a la página de Brújula Intersexual, sin esperanza alguna de respuesta pero, para mi sorpresa, la administradora de la página me contestó, y me proporcionó información y apoyo, compartió conmigo parte de su historia. Comencé a hablar por teléfono con ella, le conté sobre mis experiencias, y sobre mi cuerpo diferente y sus peculiaridades, le conté de un examen que me realicé tiempo atrás en el que los niveles de testosterona salían elevados, también le conté sobre mis diferencias genitales, etc., y me dijo que por lo que le comentaba era un hecho que yo era una persona intersexual. Me dio alegría el confirmarlo, aunque también una parte de mí sintió tristeza porque quería ser “normal”. Aún ahora me cuesta un poco creer que soy intersexual, ya que mis diferencias físicas han traído muchos problemas de discriminación a mi vida.

Ahora que he conocido más personas intersexuales, ya no me siento sola, por fin he encontrado a alguien que habla mi mismo idioma. No hay que dar tantas explicaciones, solo compartir anécdotas, traumas, etc.

Esta es la primera parte de mi historia, pronto escribiré la segunda parte, sobre cómo mi vida dio un giro total a partir de que me encontré con otrxs como yo, ya que ahora también comparto mi vida con una pareja que me quiere, que me respeta y que es intersexual al igual que yo.

4 comentarios

  1. Mar, antes que nada, gracias por compartir tus vivencias, y un reconocimiento por el valor para ponerla en palabras.

    Sé de primera mano lo desafiante y doloroso que resulta escribir la propia historia. Al leer tu texto, brotaron en mí muchos sentimientos debido a todo lo que experimentaste y me hicieron recordar mis propias vivencias, aunque admito que no puedo compararlas con las tuyas, porque si bien la vida de cada uno tiene sus propias dificultades, basta leer entre líneas para comprender el contexto tan tremendamente desafiante al que te has enfrentado, y aún así no has cejado, has sido muy fuerte y muy valiente para sobrellevar lo que te ha tocado vivir. El que estés aquí, abriendo tu corazón para que otros te conozcamos, es prueba suficiente de la fortaleza que tienes y por la cual reitero mi admiración.

    Te mereces ser todo lo feliz que presiento (por el último párrafo) que eres hoy en día. Tú y tu pareja. Te envío un gran abrazo y te deseo lo mejor para este y todos los días de tu vida.

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